BOMBA EN EL PARQUE ARAUCO
Acabo de verlo en Telenoche. Fue un amago, una fañsa alarma. Sincronía, en El Número Kaifman partí poniendo una bomba en ese mail. Mi yo narrador la reventó. En fin. Aquí extracto del capítulo 2.
-¡QUE ALGUIEN conteste ese teléfono de mierda!-, bramó el editor de turno de crónica del diario El Mercurio. Era un mal domingo. Las típicas conferencias políticas de diez de la mañana, un choque ferroviario cerca de Chillan, otro amago de incendio en Las Condes, la balanza corría en negativa. Pasaba del mediodía y no había nada con que llenar las diez páginas de la edición de mañana lunes. Tomó el control remoto y revisó, por doceava vez en menos de una hora, cada una de las señales televisivas locales. Buscó un accidente, un asalto, una declaración fuera de contexto de alguien importante. Pero nada, absolutamente nada. El peor domingo de la primera mitad del año, tranquilo como una taza, aburrido como una misa. Volvió a gritar que alguien contestara el teléfono. Tres de los cuatro reporteros de turno se miraron, el más cercano al aparato era el chico que hizo la práctica durante el verano, quien ahora se encargaba de la ayudantía de fines de semana.
-Contesta, huevón- le gritaron.
El muchacho. 23 años, a seis meses de egresar de una Universidad particular, miró a sus colegas, ojeó hacia la oficina del jefe y antes de que el repique repitiera por quinta vez, levantó el auricular.
-Sí, perfecto-, lo escucharon decir. Luego su rostro cambió a un pálido mortesino, azulado, casi transparente. Sus ojos se hincharon y en la boca se dibujó una expresión que conjugaba el miedo con la incredulidad.
-Enseguida- tartamudeo, mientras traspasaba la llamada al editor.
-¿Qué sucede?- le preguntó una mujer de cara regordeta y cabello mal teñido de rojo.
-No te lo vas a creer-, dijo el muchacho viendo como en el privado de la redacción, el rostro del jefe cambiaba incluso más que el suyo. Miró la hora, la una y treinta de la tarde.
-¡¿Tenemos un móvil cerca del Parque Arauco?!-, preguntó el editor, asomándose a la sala de redacción.
-¿Llamo a la policía?- preguntó el ayudante, ante la mirada del resto de los presentes.
-La policía después, pendejo. Ahora quiero a todos en la calle, con cuanto fotógrafo haya disponible en este puto diario. Se me van ahora al Parque Arauco.
-¿Qué pasa?- preguntó uno de los periodistas.
-Que son las una con treinta y cinco minutos y acaba de llamarme un lunático para avisarme que a las dos en punto va a detonar una bomba en el patio de comidas del Parque Arauco.
-¿Es una broma, verdad?
-No lo sabemos, señor Ibarra- cortó el editor. –Pero el tipo es convincente.
-Contesta, huevón- le gritaron.
El muchacho. 23 años, a seis meses de egresar de una Universidad particular, miró a sus colegas, ojeó hacia la oficina del jefe y antes de que el repique repitiera por quinta vez, levantó el auricular.
-Sí, perfecto-, lo escucharon decir. Luego su rostro cambió a un pálido mortesino, azulado, casi transparente. Sus ojos se hincharon y en la boca se dibujó una expresión que conjugaba el miedo con la incredulidad.
-Enseguida- tartamudeo, mientras traspasaba la llamada al editor.
-¿Qué sucede?- le preguntó una mujer de cara regordeta y cabello mal teñido de rojo.
-No te lo vas a creer-, dijo el muchacho viendo como en el privado de la redacción, el rostro del jefe cambiaba incluso más que el suyo. Miró la hora, la una y treinta de la tarde.
-¡¿Tenemos un móvil cerca del Parque Arauco?!-, preguntó el editor, asomándose a la sala de redacción.
-¿Llamo a la policía?- preguntó el ayudante, ante la mirada del resto de los presentes.
-La policía después, pendejo. Ahora quiero a todos en la calle, con cuanto fotógrafo haya disponible en este puto diario. Se me van ahora al Parque Arauco.
-¿Qué pasa?- preguntó uno de los periodistas.
-Que son las una con treinta y cinco minutos y acaba de llamarme un lunático para avisarme que a las dos en punto va a detonar una bomba en el patio de comidas del Parque Arauco.
-¿Es una broma, verdad?
-No lo sabemos, señor Ibarra- cortó el editor. –Pero el tipo es convincente.
3 Comentarios:
para el próximo libro debe ser la KMasú, pero creo que la falsa bomba de ayer era de Escudo o Cristal, ya que aguaron el evento que organizaba Heineken..
cuando escuché la noticia pensé que "El Número Kaifman" ya no era tan ficción como creía.
explotó? cuando, como, donde?
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