EL REY EN EL MERCURIO
Un gran articulo sobre el maestro hoy en Rev de Libros de El Mercurio. La pluma es de ese otro grande de Patricio Jara y el artículo lo pueden leer a continuación o de la fuente original en este link. Y hay que decirlo, que verdades dice el último párrafo
Nueva novela ajusta viejas cuentas
Aprovechando la atención de los medios a "Duma Key", su reciente entrega, el autor se refiere a quienes siempre lo ningunearon. "Los críticos actuales crecieron leyendo mis libros de ficción; los viejos, están muertos o jubilados", dice.
Patricio Jara
A los 60 años y con más de cien millones de libros vendidos, Stephen King podría colgarse del cliché de los superventas y declararse invulnerable ante las voces de la crítica y de la academia; podría decir, también, que sólo le interesa la opinión de sus lectores y cerrar así toda posibilidad de debate. Podría, pero no lo hace. Al menos no luego de que un sector de la prensa especializada y cierta ala de la literatura seria haya comenzado a desdecirse de tanta diatriba y comience a prestarle atención en serio. Pero él, como buen chico malo, no cree en tanta amabilidad. Al menos no en la de todos: si aborrecer a Stephen King de golpe y porrazo ya era snob, más aún lo es sumarse a quienes, por arte de magia, hoy ven toda clase de méritos en las 35 novelas y ocho colecciones de cuentos firmados con su nombre.
Ahora que la atención está puesta en Duma Key, su nueva entrega (ver recuadro), King aprovecha la oportunidad para ajustar viejas cuentas con quienes, lejos de ignorarlo, siempre le negaron el ingreso al club de la alta literatura. "Nunca voy a tener la atención crítica de alguien como Salman Rushdie o Martin Amis, ni estoy seguro de quererla", declaró recientemente a USA Today. "Pero una buena cantidad de los críticos actuales creció leyendo mis libros de ficción. La mayoría de los viejos críticos que analizaban severamente cualquier cosa que yo escribía, o están muertos o jubilados. Los más nuevos me leían cuando eran jóvenes, lo cual tiende a contribuir a un recorrido más fácil y lectores con mejor disposición".
Estos dichos han reavivado la polémica surgida en 2003, cuando King fue galardonado con la medalla anual del National Book Award "por su distinguida contribución a la literatura estadounidense", un premio que por lo general recae en escritores como Philip Roth, Norman Mailer o Joan Didion.
Si bien se trataba de una distinción de cortesía, que reconoce aportes más allá de una obra puntual (en 1999 la recibió la animadora de televisión Oprah Winfrey, quien en su programa recomienda un libro mensual y de inmediato lo transforma en bestseller), la entrega del galardón a King produjo un alboroto considerable y fue calificada por el crítico Harold Bloom como "otro paso abajo en el escandaloso proceso de decaimiento de nuestra vida cultural". El académico de la Universidad de Yale agregó en una columna publicada en The Boston Globe que "si este va a ser el criterio en el futuro, entonces tal vez el año próximo el comité debería dar el premio a la 'contribución distinguida' a Danielle Steel, y seguramente el Nobel de literatura debe ir a J.K. Rowling".
Pero no todos celebraron los ataques del profesor amigo de los cánones. Lev Grossman, crítico de la revista Times, además de contestarle con vehemencia, vaticinó: "La próxima ola literaria no vendrá de arriba, sino de abajo. De las ediciones baratas apostadas en los anaqueles de los supermercados. Manténganse sintonizados. Sigan leyendo. La revolución no será canonizada".
Stephen King se mantuvo al margen hasta donde pudo. Hasta el día de la ceremonia, ciertamente, cuando arremetió contra las élites y contra todos quienes creen que no leer bestsellers es un indicador de status. "¿Creen que ganan puntos sociales a su favor por seguir desconectados de nuestra cultura?", interpeló, y hoy, cinco años después, sigue pensando lo mismo sobre la controvertida distinción. "Es un premio magnífico, pero sé que no es por un libro que haya escrito. Es por ser Stephen King. Es como recibir el Premio Miss Simpatía en un concurso de belleza. No es la chica más bonita del concurso, pero tiene una bonita personalidad".
Grandes relatos breves
Por más que le pese, siempre hay un factor extraliterario que ronda el trabajo del novelista de Maine. Si no es su renuncia a millonarios adelantos para convertirse en socio de sus editoriales, es el experimento de poner en internet un relato on line y demostrar que los intermediarios sólo entorpecen el negocio.
"¿Ha llegado el momento de reconciliarse con King, ahora que cumple 60 años? ¿Ha dejado de ser en el imaginario sólo un vendededor de chorizos literarios, para convertirse en un sujeto que sabe su oficio?", se pregunta el narrador peruano Iván Thays. "¿Puede transformarse en un nombre respetado ahora que los llamado subgéneros literarios ya no son sub?".
"Quienes tienen la palabra ahora son sus lectores", precisa el escritor chileno Tomás Harris. "Ellos dialogan, teorizan, catalogan, recrean y practican una lectura democrática y comparada de sus obras, en los casi infinitos textos que hallamos en los sitios web.¿Qué más? A King le gusta comer langosta y beber té. Odia volar y le tiene miedo a las arañas. Pero no a Harold Bloom".
El autor de Dolores Claiborne ha sido un novelista de públicos transversales. Muchos de sus colegas lo leen desde hace tiempo. El problema es que nadie les había preguntado.
"Me gusta mucho cómo Stephen King ficcionaliza este mundo", dijo el narrador argentino Ricardo Piglia en su última visita al país, y para escozor de sus circunspectos lectores nacionales. "Él, que parece tan alejado de este tipo de cuestiones, escribe Misery, donde una lectora captura al escritor porque quiere que le siga escribiendo un relato. Es una ficción del lector y de un escritor popular que siente que no puede escribir lo que quiere, por el éxito y los lectores".
De cualquier modo, si algo de utilidad han tenido las recientes polémicas es justamente para que King no vuelva a hablar de su retiro. "Me encontré utilizando esa palabra en una entrevista cuando estaba enfermo, me sentía atroz y era adicto a los calmantes. Ya no quería trabajar más", dijo a la prensa. De hecho, adelanta que su próximo libro será una colección de relatos breves, para el que aún no llega a acuerdo con su editor respecto del título. King quiere llamarlo Unnatural acts of human intercourse ("Actos innaturales de una relación humana").
Mucho tuvo que ver en este reencantamiento la invitación que recibió el año pasado para ser editor de The Best American Short Stories, aunque, a su juicio, el género venga en baja.
"La historia corta ha sido reemplazada por el capítulo corto", afirma. "Las películas tampoco ayudan. La gente se habitúa a esperar una sola historia, donde no tiene que llegar a conocer nuevos personajes muy a menudo. ¿Cuándo fue la última vez que viste un corto tan bueno como los de La Dimensión Desconocida?", pregunta King. Sabe que la respuesta no es fácil.
Nueva novela ajusta viejas cuentas
Aprovechando la atención de los medios a "Duma Key", su reciente entrega, el autor se refiere a quienes siempre lo ningunearon. "Los críticos actuales crecieron leyendo mis libros de ficción; los viejos, están muertos o jubilados", dice.
Patricio Jara
A los 60 años y con más de cien millones de libros vendidos, Stephen King podría colgarse del cliché de los superventas y declararse invulnerable ante las voces de la crítica y de la academia; podría decir, también, que sólo le interesa la opinión de sus lectores y cerrar así toda posibilidad de debate. Podría, pero no lo hace. Al menos no luego de que un sector de la prensa especializada y cierta ala de la literatura seria haya comenzado a desdecirse de tanta diatriba y comience a prestarle atención en serio. Pero él, como buen chico malo, no cree en tanta amabilidad. Al menos no en la de todos: si aborrecer a Stephen King de golpe y porrazo ya era snob, más aún lo es sumarse a quienes, por arte de magia, hoy ven toda clase de méritos en las 35 novelas y ocho colecciones de cuentos firmados con su nombre.
Ahora que la atención está puesta en Duma Key, su nueva entrega (ver recuadro), King aprovecha la oportunidad para ajustar viejas cuentas con quienes, lejos de ignorarlo, siempre le negaron el ingreso al club de la alta literatura. "Nunca voy a tener la atención crítica de alguien como Salman Rushdie o Martin Amis, ni estoy seguro de quererla", declaró recientemente a USA Today. "Pero una buena cantidad de los críticos actuales creció leyendo mis libros de ficción. La mayoría de los viejos críticos que analizaban severamente cualquier cosa que yo escribía, o están muertos o jubilados. Los más nuevos me leían cuando eran jóvenes, lo cual tiende a contribuir a un recorrido más fácil y lectores con mejor disposición".
Estos dichos han reavivado la polémica surgida en 2003, cuando King fue galardonado con la medalla anual del National Book Award "por su distinguida contribución a la literatura estadounidense", un premio que por lo general recae en escritores como Philip Roth, Norman Mailer o Joan Didion.
Si bien se trataba de una distinción de cortesía, que reconoce aportes más allá de una obra puntual (en 1999 la recibió la animadora de televisión Oprah Winfrey, quien en su programa recomienda un libro mensual y de inmediato lo transforma en bestseller), la entrega del galardón a King produjo un alboroto considerable y fue calificada por el crítico Harold Bloom como "otro paso abajo en el escandaloso proceso de decaimiento de nuestra vida cultural". El académico de la Universidad de Yale agregó en una columna publicada en The Boston Globe que "si este va a ser el criterio en el futuro, entonces tal vez el año próximo el comité debería dar el premio a la 'contribución distinguida' a Danielle Steel, y seguramente el Nobel de literatura debe ir a J.K. Rowling".
Pero no todos celebraron los ataques del profesor amigo de los cánones. Lev Grossman, crítico de la revista Times, además de contestarle con vehemencia, vaticinó: "La próxima ola literaria no vendrá de arriba, sino de abajo. De las ediciones baratas apostadas en los anaqueles de los supermercados. Manténganse sintonizados. Sigan leyendo. La revolución no será canonizada".
Stephen King se mantuvo al margen hasta donde pudo. Hasta el día de la ceremonia, ciertamente, cuando arremetió contra las élites y contra todos quienes creen que no leer bestsellers es un indicador de status. "¿Creen que ganan puntos sociales a su favor por seguir desconectados de nuestra cultura?", interpeló, y hoy, cinco años después, sigue pensando lo mismo sobre la controvertida distinción. "Es un premio magnífico, pero sé que no es por un libro que haya escrito. Es por ser Stephen King. Es como recibir el Premio Miss Simpatía en un concurso de belleza. No es la chica más bonita del concurso, pero tiene una bonita personalidad".
Grandes relatos breves
Por más que le pese, siempre hay un factor extraliterario que ronda el trabajo del novelista de Maine. Si no es su renuncia a millonarios adelantos para convertirse en socio de sus editoriales, es el experimento de poner en internet un relato on line y demostrar que los intermediarios sólo entorpecen el negocio.
"¿Ha llegado el momento de reconciliarse con King, ahora que cumple 60 años? ¿Ha dejado de ser en el imaginario sólo un vendededor de chorizos literarios, para convertirse en un sujeto que sabe su oficio?", se pregunta el narrador peruano Iván Thays. "¿Puede transformarse en un nombre respetado ahora que los llamado subgéneros literarios ya no son sub?".
"Quienes tienen la palabra ahora son sus lectores", precisa el escritor chileno Tomás Harris. "Ellos dialogan, teorizan, catalogan, recrean y practican una lectura democrática y comparada de sus obras, en los casi infinitos textos que hallamos en los sitios web.¿Qué más? A King le gusta comer langosta y beber té. Odia volar y le tiene miedo a las arañas. Pero no a Harold Bloom".
El autor de Dolores Claiborne ha sido un novelista de públicos transversales. Muchos de sus colegas lo leen desde hace tiempo. El problema es que nadie les había preguntado.
"Me gusta mucho cómo Stephen King ficcionaliza este mundo", dijo el narrador argentino Ricardo Piglia en su última visita al país, y para escozor de sus circunspectos lectores nacionales. "Él, que parece tan alejado de este tipo de cuestiones, escribe Misery, donde una lectora captura al escritor porque quiere que le siga escribiendo un relato. Es una ficción del lector y de un escritor popular que siente que no puede escribir lo que quiere, por el éxito y los lectores".
De cualquier modo, si algo de utilidad han tenido las recientes polémicas es justamente para que King no vuelva a hablar de su retiro. "Me encontré utilizando esa palabra en una entrevista cuando estaba enfermo, me sentía atroz y era adicto a los calmantes. Ya no quería trabajar más", dijo a la prensa. De hecho, adelanta que su próximo libro será una colección de relatos breves, para el que aún no llega a acuerdo con su editor respecto del título. King quiere llamarlo Unnatural acts of human intercourse ("Actos innaturales de una relación humana").
Mucho tuvo que ver en este reencantamiento la invitación que recibió el año pasado para ser editor de The Best American Short Stories, aunque, a su juicio, el género venga en baja.
"La historia corta ha sido reemplazada por el capítulo corto", afirma. "Las películas tampoco ayudan. La gente se habitúa a esperar una sola historia, donde no tiene que llegar a conocer nuevos personajes muy a menudo. ¿Cuándo fue la última vez que viste un corto tan bueno como los de La Dimensión Desconocida?", pregunta King. Sabe que la respuesta no es fácil.
Etiquetas: Artículos de otros, Escritores
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