FORTEGAVERSO: NOVELA (SIN NOMBRE. VERSION 2.0) III PARTE

domingo, noviembre 23, 2008

NOVELA (SIN NOMBRE. VERSION 2.0) III PARTE


Entrega previa

4
LA HABITACIÓN ERA GRANDE y cómoda, mucho más que la suya propia en la casona de Lima. Un desproporcionado catre de bronce, con colchón de lana de oveja, ocupaba la mitad del lugar. Dejó el encargo junto a la mesa de noche y se recostó sobre las sábanas. La luz de una vela dibujaba sombras fantasmagóricas sobre las altas paredes, golpeadas de vez en cuando por las andanadas luminosas de los relámpagos del exterior. El muchacho trató de no cerrar los ojos, sabía bien que con las emociones del día el cansancio no tardaría en dominarlo. Pensó en la señora a la que se había referido el esclavo, una querida del viejo, seguro.
Un trueno hizo retumbar las paredes de madera.
Dieron tres golpes a la puerta y preguntaron si podían entrar. El muchacho respondió que por supuesto, que estaban en su casa.
–La señora ya esta lista para recibirlo. Coja lo que le pidieron traer y sígame.
Se ató los cordones de los zapatos y obedeció a su servidor. El negro lo condujo a través de los pasadizos de la casa, hacia el fondo de ésta, más atrás de la cocina y la pieza de despenza. Se detuvieron ante una puerta gruesa y vieja, con bordes metálicos y pesados pestigos en forma de aro.
Vino otro trueno.
–Yo no puedo continuar –le dijo el esclavo –usted sólo camine, está iluminado, al fondo lo aguardan.
Y abrió la puerta, que rechinó anciana contra los muros que la rodeaban.
El mozo apretó el encargo de su patrón e ingresó al pasillo. Las manos le temblaban, mientras sentía como la punta de sus dedos se iba humedeciendo. Afuera hacía frío, pero eso no impidió que el sudor comenzara a ganar terreno bajo su frente y encima de sus hombros. El túnel parecía haber sido escavado en la roca misma, abierto a tajo abierto contra las piedras desnudas. Una fila de antorchas, ordenadas en la pared derecha, iluminaba un camino que anunciaba extenderse hasta el mismo centro de la tierra. Un descanzo, pocos metros adelante, abrió una escalera en espiral que conducía aún más abajo. Sujetó una de las teas y trató de revelar el fondo, pero sólo vio oscuridad. Tragó saliva y nuevamente escuchó en su cabeza las palabras del patrón. No hacer preguntas y seguir las instrucciones, si le pedían entrar al infierno debía de hacerlo, se lo debía al viejo.
El descenso en espiral enfrentó una puerta de madera, embutida a la fuerza dentro de un arco de piedra. En el vértice superior habían esculpido un triángulo invertido bajo círculo y una estrella de cinco puntas. No era primera vez que el muchacho lo veía Y conocía su significado, tan bien como las ancianas de Lima memorizaban los milagros de la virgen María.
El salón era grande, formado por arcadas y columnas similares a la nave de una catedral. Tapices con imágenes de gatos colgaban de las paredes, iluminadas tenuamente por más antorchas. Destacaba una mesa redonda, al centro de todo, con once lugares vacíos. En el doce, dispuesto casi al medio, lo miraba una dama vestida de blanco, con cabellos negros y la piel muy pálida. Lucía los labios coloreados de un rojo exagerado e intenso y sus ojos, azules y profundos le recordaron mucho a los del patrón. Era difícil calcular su edad. Cuando su rostro era tocado por la luz parecía joven, casi adolescente; en cambio, al cubrirse de sombras, sus años se acercaban a los de su difunto amo. Era hermosa, de eso no cabía duda, pero no como las niñas que solía ver de reojo en la ciudad, su belleza era distinta, pesada, perteneciente tal vez a un sitio muy lejano.
–Puedes sentarte –invitó ella, mirándolo a los ojos y extendiendo su mano hacia el puesto inmediatamente frente al suyo.
–Aquí, mi señora –respondió el mozo, corriendo una de las sillas.
–Ahí esta bien.
El muchacho vio que cada silla llevaba el talle del triángulo, el círculo y la estrella.
–Así que tú eres Lorencito Carpio –pronunció la mujer, sumando cada sílaba del nombre del muchacho.
–Puede llamarme Magallanes, así me decía el patrón.
–Lo sé, tu señor me habló muchas cosas de ti. De cómo te encontró, lo que te fue enseñando, lo que te hizo y como te lo hizo –su sonrisa se hizo torcida, casi malévola.
Lorencito, también conocido como Magallanes, no podía apartar la visión del rostro de su anfitriona.
–Así que el huacho está muerto. Fue antes de lo previsto, pero así suceden las cosas. Veo que me trajiste el encargo.
–Si, mi señora –tartamudeó Magallanes.
Ella le indicó que deslizara el paquete sobre la mesa.
–¿Tuvo un buen viaje desde Lima?
–Muy bueno, mi señora.
–Lástima que largara a llover, pero así es la costa. Ordené que prepararan una habitación. Dime, mi niño, ¿estás a gusto?
–Estoy a gusto mi señora.
Ella tomó el paquete y lo desató. Puso el sobre enfrente suyo y dejó lo más grande a un costado.
–Cuéntame Magallanes, cómo sucedió la muerte del huacho. ¿No te molesta que llame asi a tu patrón, verdad?
–No señora, usted puede llamarlo como quiera.
–Eres servicial, Magallanes. El irlandés ya me lo había advertido. Pero por favor, habla, dime como fue su muerte.
El niño tragó un poco de saliva, luego comenzó su relato:

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2 Comentarios:

A la/s 5:06 p. m., Anonymous Anónimo dijo...

La historia me esta gustando mucho y estoy intrigada. Me pregunto quien será la mujer, porque tengo mis sospechas. Espero tu próxima entrega.

Saludos ;D

Vero Manríquez

 
A la/s 12:28 a. m., Anonymous Anónimo dijo...

Interesante la historia. ¿O'Higgins v/s archivos X? ¿Los Carreras? ¿Logias secretas? Me gusta esa onda
A ver que seguirá.

Saludos.
Erick C.

PD: Hey... leí tu relato 'Santa Graciela' en el compilado "Alucinaciones.TXT". Excelente atmosfera socio!!. Me gustó mucho.

 

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