IZQUIERDA POP
Version completa, en realidad con un par de frases más, de la aparecida hoy en WIKEN, como es habitual se agradecen comentarios de todo tipo en los blogs mercuriales.
POPLITIK
1992, estoy sentado en el casino de una universidad leyendo un cómic de superhéroes cuando se me acerca un compañero. Me dice que como puedo leer esa clase de tonteras, que son puro marketing de derecha disfrazado. Que es ideología de chocolate, que acaso soy tan ingenuo (no fue esa la palabra) que no me doy cuenta que los colores de Superman son los mismos de la bandera norteamericana. Improvisa un discurso acerca de cómo el capitalismo nos ha poblado de evangelizadores de plástico. Insiste en que la nueva lucha de la izquierda latinoamericana ya no es sólo contra los remanentes de las dictaduras locales, sino versus McDonald, Hollywood y sus Spielberg. “Por ultimo capea clases leyendo a Benedetti”, sumó gratuitamente, antes de irse. En su mochila tenía pegado un parche con la cara del Che Guevara. ¿No era acaso lo mismo que la revista que yo estaba leyendo? ¿Cuál era la real diferencia entre un bolso con el rostro del Che y otro con Darth Vader? Y no, la lectura no era ni ideológica ni política, sino legítimamente pop y desde esa vereda el fenómeno era idéntico. Por mucho que a muchos -valga la redundancia- pudiera molestarles.
2001, estoy con un amigo en el persa Bio bio, mirando discos y buscando películas viejas. Él se encuentra con un conocido y hablan un rato, mientras yo lo espero revisando unos vinilos. Después me cuenta que es un viejo compañero de la Chile, que estuvieron juntos en el centro de alumnos, que se tomaron varias veces casa central. Me confiesa que antes de escribir de cine y rock había estado bien metido en el lado más izquierdista de la concertación, que incluso fue delegado de su curso en la FECH y que se creía harto el cuento. Pero terminó aburriéndose. No fue por desencanto ni por fin de ideales, sino simplemente porque de un día para otro, literalmente, la lucha se puso fome. Según él, la izquierda era demasiado grave, todo muy en serio, extremadamente intelectual. Le respondí que todo lo contrario, demasiado pop, que ese era su drama, peleaba contra las formas del capitalismo comercial pero en el fondo usaba sus mismas armas, levantando sus propios paladines de la justicia. Y le mostré un puesto de poleras de rock. Si había cien en exhibición, 50 se repartían entre Metallica, Iron Maiden, The Doors y Pink Floyd, las otras eran rostros y poses del Che.
–¿Cuál es la diferencia entre una de esas y la de Batman que llevo puesta?
–Ideología.
–Se acaban de caer las torres gemelas, no me salgas con la ideología.
Hace dos semanas se estrenó Che de Steven Soderbergh, una suerte de continuación en clave épica de Diarios de motocicleta, con más plata y mejores efectos especiales. La lectura gringa de un símbolo revolucionario, han dicho algunos; un argentino sentenció incluso que el símbolo y la idea habían sido derrotados por un paquete de cabritas. Para nada, sólo es la vuelta de tuerca, la demostración tangible que la vida tiene más vueltas que una oreja. Che no es una gran película, pero vaya que es entretenida, con secuencias que perfectamente podrían haber estado en 24. Y esa es la madre del cordero, no fue Hollywood quien se tomó al Che y lo convirtió en un paladín, sino las mismas ferias artesanales que desde hace más de treinta años empezaron a poner su cara en camisetas, ruta que finalmente acabó con su transformación en una especie de action figure con ideas de libertad, un tipo que inició una cruzada en pos de sus ideales para vencer a un enemigo tan grande como el mundo, nada muy distinto de Batman o Luke Skywalker.
Hace varias columnas, algunos lectores se molestaron cuando insinué que desde la arena de la cultura de masas la derecha siempre era la mala de la película. Pido disculpas por lo errado de ese juicio, el desafío al final no era acerca de ser el bueno o el malo, sino de crear mitologías. Y lo que le falta a la derecha para ingresar al terreno del cine, el cómic, el best seller o los videojuegos es construirse en una derecha pop, hacer de sus rostros estampas de mochilas y poleras, los propios Che Guevara pero del otro lado, paladines de camisas de cuadros bien metidas y estiradas dentro de pantalones dockers verde caqui.
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1992, estoy sentado en el casino de una universidad leyendo un cómic de superhéroes cuando se me acerca un compañero. Me dice que como puedo leer esa clase de tonteras, que son puro marketing de derecha disfrazado. Que es ideología de chocolate, que acaso soy tan ingenuo (no fue esa la palabra) que no me doy cuenta que los colores de Superman son los mismos de la bandera norteamericana. Improvisa un discurso acerca de cómo el capitalismo nos ha poblado de evangelizadores de plástico. Insiste en que la nueva lucha de la izquierda latinoamericana ya no es sólo contra los remanentes de las dictaduras locales, sino versus McDonald, Hollywood y sus Spielberg. “Por ultimo capea clases leyendo a Benedetti”, sumó gratuitamente, antes de irse. En su mochila tenía pegado un parche con la cara del Che Guevara. ¿No era acaso lo mismo que la revista que yo estaba leyendo? ¿Cuál era la real diferencia entre un bolso con el rostro del Che y otro con Darth Vader? Y no, la lectura no era ni ideológica ni política, sino legítimamente pop y desde esa vereda el fenómeno era idéntico. Por mucho que a muchos -valga la redundancia- pudiera molestarles.
2001, estoy con un amigo en el persa Bio bio, mirando discos y buscando películas viejas. Él se encuentra con un conocido y hablan un rato, mientras yo lo espero revisando unos vinilos. Después me cuenta que es un viejo compañero de la Chile, que estuvieron juntos en el centro de alumnos, que se tomaron varias veces casa central. Me confiesa que antes de escribir de cine y rock había estado bien metido en el lado más izquierdista de la concertación, que incluso fue delegado de su curso en la FECH y que se creía harto el cuento. Pero terminó aburriéndose. No fue por desencanto ni por fin de ideales, sino simplemente porque de un día para otro, literalmente, la lucha se puso fome. Según él, la izquierda era demasiado grave, todo muy en serio, extremadamente intelectual. Le respondí que todo lo contrario, demasiado pop, que ese era su drama, peleaba contra las formas del capitalismo comercial pero en el fondo usaba sus mismas armas, levantando sus propios paladines de la justicia. Y le mostré un puesto de poleras de rock. Si había cien en exhibición, 50 se repartían entre Metallica, Iron Maiden, The Doors y Pink Floyd, las otras eran rostros y poses del Che.
–¿Cuál es la diferencia entre una de esas y la de Batman que llevo puesta?
–Ideología.
–Se acaban de caer las torres gemelas, no me salgas con la ideología.
Hace dos semanas se estrenó Che de Steven Soderbergh, una suerte de continuación en clave épica de Diarios de motocicleta, con más plata y mejores efectos especiales. La lectura gringa de un símbolo revolucionario, han dicho algunos; un argentino sentenció incluso que el símbolo y la idea habían sido derrotados por un paquete de cabritas. Para nada, sólo es la vuelta de tuerca, la demostración tangible que la vida tiene más vueltas que una oreja. Che no es una gran película, pero vaya que es entretenida, con secuencias que perfectamente podrían haber estado en 24. Y esa es la madre del cordero, no fue Hollywood quien se tomó al Che y lo convirtió en un paladín, sino las mismas ferias artesanales que desde hace más de treinta años empezaron a poner su cara en camisetas, ruta que finalmente acabó con su transformación en una especie de action figure con ideas de libertad, un tipo que inició una cruzada en pos de sus ideales para vencer a un enemigo tan grande como el mundo, nada muy distinto de Batman o Luke Skywalker.
Hace varias columnas, algunos lectores se molestaron cuando insinué que desde la arena de la cultura de masas la derecha siempre era la mala de la película. Pido disculpas por lo errado de ese juicio, el desafío al final no era acerca de ser el bueno o el malo, sino de crear mitologías. Y lo que le falta a la derecha para ingresar al terreno del cine, el cómic, el best seller o los videojuegos es construirse en una derecha pop, hacer de sus rostros estampas de mochilas y poleras, los propios Che Guevara pero del otro lado, paladines de camisas de cuadros bien metidas y estiradas dentro de pantalones dockers verde caqui.
Etiquetas: Cine, Fuera de Foco
4 Comentarios:
y 24? esa es una derecha pop y una bien facha debo desir
Dilo con c, por favor.
Considerando que la derecha moderna está compuesta por una unión entre los tecnócratas neoliberales y los conservadores moralistas, no parece muy fácil que la derecha se vuelva pop, considerando que sus motivos no son muy dados a crear mística para las masas. But again... la mayoría de las películas de la guerra civil norteamericana están protagonizadas por sureños, los partidarios de la esclavitud.
Yo creo que la clave está en una columna que escribió Héctor Soto hace como un año, en el que indicaba que la derecha tiene un sólido discurso económico, una cosa aceptable en lo político y nada en lo social y cultural. Una vez que logre penetrar en esos ámbitos podrá, como paso siguiente, entrar en el campo de los íconos pop y todo eso. Esa sería la culminación de un proceso, no el comienzo.
Huy, me temo que la cultura pop es básicamente derechista, el pop está íntimamente unido a la cultura individualista-consumista que es el modo de vida asociado al neoliberalismo, por eso en las tiendas de ropa (ahora llamadas "tiendas de moda") ponen música pop o electrónica como música de fondo.
En cuanto a los superheroes... me encantan los tebeos de superheroes, pero lo cierto es que tienen un enfoque de "ley y orden" bastante conservador ¿Como es que Spiderman, que no sale de proleta pese a sus capacidades, no se cuestione la justicia del sistema y detenga a asaltadores de bancos con entusiasmo? ¿Como es posible que Superman, que con su superoido y su supervisión es testigo de las miserias de los habitantes pobres y explotados de Metrópolis siga siendo paladíndel "modo de vida amerivano (del norte)"?
Si uno es de izquierdas tiene que ser consciente de esa ideología oculta de la cultura pop. Eso si, tampoco hay que ser tan puritano como para negarse a disfrutar de esas cosas, aunque ojalá hubiera alternativas de cultura pop de izquierdas o estuviéramos en situación de poder producirla.
Saludos a todos.
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