FORTEGAVERSO: LA CUARTA CARABELA

martes, marzo 24, 2009

LA CUARTA CARABELA




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LONDRES, REINO UNIDO 172 AÑOS DESPUÉS

MIENTRAS CAIA desde el séptimo piso del Hotel Dorchester sobre Park Lane Avenue, Dan Darrow entendía que no era cierto aquello de que en los últimos segundos toda la vida se pasaba frente a los ojos. El tiempo era tan poco que a lo más alcanzaba para un par de horas. Y las últimas de Dan Darrow estaban entre las mejores de toda su existencia.
Simon & Schuster había organizado una fiesta exclusiva par celebrar los 100 millones de ejemplares vendidos de La reina Juan, su tercer novela. Según el comunicado de prensa, enviado una semana antes a los periódicos, desde su publicación hace tres años y medio, el libro se había convertido en el mayor éxito editorial de la década. Y la suma estaba llena de datos: traducciones a 44 idiomas más una exitosa película dirigida por Christopher Nolan con Christian Bale en el rol del Dr. Bernard, el teólogo y ex jesuita que descubría, para horror del Vaticano, que el apostol San Juan nunca había existido, sino que se trataba de un alias para proteger la identidad de María Magdalena, quien no sólo habría sido la amante y esposa de Cristo, sino el personaje más importante del Nuevo Testamento, autora del evangelio de Juan, madre de la cristiandad y visionaria de las revelaciones del Apocalipsis: la verdadera primer Papa. Pero Darrow sabía que la mitad de lo que decía el panfleto, impreso en papel lacado y encuadernado en pretenciosas tapas duras que imitaban cuerina, no eran ciertas. La reina Juan había pasado un par de años dando vueltas de agente en agente, coleccionando rechazos editoriales de todo calibre. Desde cortos mensajes tipo, de esos a los que sólo se les cambia la identidad del receptor, hasta extensas misivas de editores que en verdad se habían molestado en leer el manuscrito de mil 500 páginas y que en el más solemne de los modos le comunicaban que su tipo de literatura no se ajustaba a la calidad y los temas que ellos buscaban. Más de uno le había sugerido no volver a escribir. Otros, menos categóricos, le aconsejaban tomar clases de escritura creativa. Sin embargo Dan Darrow (que no era su verdadero nombre) siempre había sido un tipo insistente. Con estudios incompletos de leyes, previo a la fama, trabajaba para el despacho de su padre, un rico abogado de Atlanta, dedicando sus noches a escribir en secreto las aventuras de Gabriel “Bones” Bernard, un doctor en teología y ex sacerdote jesuita, que había dejado la orden después de un confuso incidente, nunca aclarado. Tema constante en sus eternas sesiones de terapia con Jennifer Walton, una atractiva sicóloga de 35 años, incondicional de Bernard y con la cual mantiene una extraña relación donde la clave es una evidente tensión sexual, la que podría quebrarse si ella no estuviera felizmente casada y él no insistiera en sus votos de castidad.
Con el seudónimo de Dan Darrow, inspirado en un aviador de tiras cómicas inglesas, identidad que a la larga terminaría desplazando a la real, autoeditó dos novelas del Dr. Bernard. La primera, Los ritos del vampiro logró una buena acogida en las librerías locales de Georgia e incluso consiguió buenas ventas en Amazon, detalle que se repitió con El laberinto de Barcelona, con la cual consiguió incluso traducciones al francés y al español, acarreando de rebote críticas y burlas por la peculiar descripción de la capital catalana (copada de mezquitas abandonadas y castillos medievales rodeados de rascacielos de vidrio) que hacía alguien que evidentemente nunca había estado en esa ciudad, ni se había tomado el tiempo de investigar en Google. Entremedio tiró a la basura dos premisas para una tercera parte, hasta que dio con la trama que lo convertiría en el escritor norteamericano más rentable del nuevo siglo.
Y en comidilla de todos los enemigos de la literatura de supermercado.
Cómo fue que Simon & Schuster se interesó en La reina Juan era un misterio todavía más profundo que el que se resuelve en las 150 páginas finales del libro. La historia oficial apunta a que Evan MayNicholls, uno de los editores recibió el manuscrito de un agente literario de Atlanta, junto a una breve bibliografía del autor. Leyó la primera página, luego la segunda y decidió llevárselo a sus vacaciones en Bahamas donde devoró lo que en su informe de lectura definió como “una bomba atómica que seducirá a millones de lectores con su audaz y profana reinterpretación en clave thriller del Nuevo Testamento”. Lo único cierto de esa historia era el nombre de Evan MayNicholls y lo de las vacaciones en Bahamas, donde en un bar había conocido a un atractivo hombre de 44 años y pelo cano que escribía con el seudónimo de Dan Darrow. Fue simplemente estar en el lugar adecuado en el momento adecuado, aceptar una copa, luego otra y así. Ni siquiera hubo informe de lectura, Evan publicó el libro como una declaración de amor. Una relación que perduró hasta que la novela empezó a elevarse en los ranking de más vendidos, Darrow a frecuentar a gente cada más famosa e influyente y MayNicholls, un anónimo editor de Nueva York, se convirtió en una molestia que los abogados del propio escritor (y de la editorial) no tardaron en extirpar.

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2 Comentarios:

A la/s 9:22 a. m., Blogger Gabriel Bornes dijo...

Mmmmmmm hay una parte de la narración que no me gustó, porque me atasqué en ella. Pero todo lo demás se ve como algo que me gustaría leer.

Saludos, suerte y mucho exito.

nolicter.

 
A la/s 9:53 p. m., Anonymous Anónimo dijo...

Bueno... aunque parece una narración de largo detalle, a diferencia de la primera parte que va al hueso mismo, opino igual que el socio de arriba, parece que este relato va por buenas aguas :D

Saludos

 

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