NOVELA (AHORA CON NOMBRE. VERSION 2.0) V PARTE
Entregas previas
El muchacho también llamado Lorencito Carpio no supo que contestar, como reaccionar.
–Pero debes estar tranquilo –prosiguió la mujer –tu señor me advirtió que no te gustaba El Callao. Pronto volverás a La Ciudad de los Reyes con mi gente, pero antes debes completar una tarea para mí.
–Usted dirá –obedeció nervioso.
–Así me gusta Magallanes. Dime muchacho, ¿qué te contó O´Higgins de la Logia?
–Sólo que eran un grupo de amigos con un causa en común.
–¿Y cual sería esa causa, mi estimado?
–El decía que la libertad de América, misiá.
–Por supuesto, la libertad de América, hasta hermoso se oye. ¿Y tú qué crees?
–¿De qué tengo que creer, mi señora?
–De este propósito del cual me hablas, Magallanes.
–Yo no sé mucho, mi señora.
–Oh, claro, por supuesto, que no sabes mucho. Pero don Bernardo te inició en los ritos. No puedes mentirme, él mismo me lo confesó.
Magallanes bajó la cabeza.
–Dime, muchacho, ¿amabas a tu señor?
Magallanes no respondió
–Pero claro que lo amabas, como sólo un hombre puede amar a otro hombre. Como sólo los unidos bajo un propósito mayor pueden amarse. ¿Cuántos años tenías cuando se hizo uno contigo?
Magallanes no respondió.
–Haz de haber sido muy joven. ¿Y la última vez que compartieron lecho? Confiésame Magallanes, ¿fue la noche en que te entregó mi encargo? ¿Tuvo fuerzas para olvidar la enfermedad y estar una vez más con su chiquillo?
Magallanes no respondió.
–Está bien, mi pequeño, entiendo que mis palabras te avergüencen, pero pronto aprenderás que todo es parte de una buena máquina. Y que tu señor también te amaba, lo suficiente como para regalarte un pasaje al porvenir. Discúlpame nuevamente, Magallanes, no fue mi intensión ser grosera. Ahora, ¿te parece que veamos el otro obsequió que tu patrón envió contigo?
Magallanes levantó la mirada pero no emitió palabra. La señora tomó un cuchillo usado para abrir cartas y con el mango quebró el timbre de cera. Hizo un comentario acerca de la bandera que O´Higgins había dibujado sobre el sello, después revanó el papel con el filo de la navaja y sacó las dos cartas que venían en el interior. Miró uno de los mensajes y sonrió, luego desplegó el otro y le dijo al muchacho:
–La orden de tu propiedad, mi niño.
Magallanes no respondió.
La señora volvió a tomar el cuchillo y cortó las ataduras y papeles que forraban el paquete mayor. Luego desenrrolló sobre la mesa un objeto alargado y terminado en punta que venía protegido con ropas y trapos viejos. A medida que la mujer fue deshaciendo las telas, el objeto adquirió forma. Una vaina con un sable que Magallanes conocía muy bien, la empuñadura dorada y el león estilizado alrededor del nacimiento de la hoja.
–¿Qué sucede Magallanes? –le preguntó la señora.
–Es el sable de don Bernardo –dijo el muchacho –pero no puede ser, yo mismo se lo llevé hasta el lecho de muerte.
–Me temo mi niño, que aquel no era su sable, Al menos no su verdadero sable. Tu patrón mandó a hacer una réplica para que lo acompañara en su muerte. El verdadero, éste que tengo en mi poder, debía de pasar a la Logia cuando el barquero viniera a buscarlo.
–¿El barquero?
–El huacho nunca te contó esa historia. Es bueno que no te lo haya hecho, así el resto de nosotros puede enseñártela.
–¿Tiene que ver con la muerte, mi señora?
–En verdad eres inteligente, joven Magallanes. El huacho hizo bien en escogerte.
El criado torció la mirada. Siempre lo hacía cuando escuchaba la palabra huacho, no le gustaba que nombraran así a su patrón.
–No te gusta que lo llame así, verdad. Piensas que es una falta de respeto hacia su persona, pero no tienes de qué preocuparte, mi joven Magallanes. Don Bernardo estaba acostumbrado a que lo nombraran así. Era una licencia que le daba a sus amigos y enemigos, en especial a sus amigos. ¿Sabes por qué lo llamaban de ese modo?
–Todos lo saben, mi señora. Su padre, el virrey, no lo quiso reconocer.
–No es tan así, mi querido Magallanes. Lo llamaban huacho porque no tuvo padre, porque tu patrón nació sin padre de por medio.
Magallanes no respondió.
–Oh, por supuesto, claro que no entiendes mis palabras. ¿Quieres ver lo que me escribió en la otra carta? Toma, leela por favor, sé que sabes hacerlo.
Magallanes se puso de pie y caminó hasta el lado de la señora. Con la luz de las antorchas golpeandola de lado, el rostro de la dama parecía perder su juventud convirtiéndose en cada movimiento de las llamas en el retrato anciano de una mujer de edad cada vez más avanzada.
–Léela –le insistió.
Magallanes agarró el papel, lo desplegó y siguió la única línea que estaba escrita en él. Miró a la mujer, ella le sonrió y al hacerlo pareció recuperar su juventud.
–En voz alta, si te parece –le pidió.
Y Magallanes obedeció.
–Ustedes nunca sabran quienes somos –leyó, sin comprender ninguna de las cinco palabras que acaba de pronunciar.
–Oh, si, por supuesto –respondió la mujer –ahora tenemos mucho que enseñarte. Pero antes necesito que me hagas un favor.
–Usted dígame.
La dama volvió a sonreír y puso sobre la mesa una daga curva, larga y plateada, en cuyo mango se repetía el talle de la estrella, el círculo y el triángulo.
–Mañana regresarás a Lima, ni niño. Lleva esta daga y saca con ella los ojos del cadáver de tu patrón. Luego mandaré a buscarte. A ti y a los ojos del huacho.
–Pero debes estar tranquilo –prosiguió la mujer –tu señor me advirtió que no te gustaba El Callao. Pronto volverás a La Ciudad de los Reyes con mi gente, pero antes debes completar una tarea para mí.
–Usted dirá –obedeció nervioso.
–Así me gusta Magallanes. Dime muchacho, ¿qué te contó O´Higgins de la Logia?
–Sólo que eran un grupo de amigos con un causa en común.
–¿Y cual sería esa causa, mi estimado?
–El decía que la libertad de América, misiá.
–Por supuesto, la libertad de América, hasta hermoso se oye. ¿Y tú qué crees?
–¿De qué tengo que creer, mi señora?
–De este propósito del cual me hablas, Magallanes.
–Yo no sé mucho, mi señora.
–Oh, claro, por supuesto, que no sabes mucho. Pero don Bernardo te inició en los ritos. No puedes mentirme, él mismo me lo confesó.
Magallanes bajó la cabeza.
–Dime, muchacho, ¿amabas a tu señor?
Magallanes no respondió
–Pero claro que lo amabas, como sólo un hombre puede amar a otro hombre. Como sólo los unidos bajo un propósito mayor pueden amarse. ¿Cuántos años tenías cuando se hizo uno contigo?
Magallanes no respondió.
–Haz de haber sido muy joven. ¿Y la última vez que compartieron lecho? Confiésame Magallanes, ¿fue la noche en que te entregó mi encargo? ¿Tuvo fuerzas para olvidar la enfermedad y estar una vez más con su chiquillo?
Magallanes no respondió.
–Está bien, mi pequeño, entiendo que mis palabras te avergüencen, pero pronto aprenderás que todo es parte de una buena máquina. Y que tu señor también te amaba, lo suficiente como para regalarte un pasaje al porvenir. Discúlpame nuevamente, Magallanes, no fue mi intensión ser grosera. Ahora, ¿te parece que veamos el otro obsequió que tu patrón envió contigo?
Magallanes levantó la mirada pero no emitió palabra. La señora tomó un cuchillo usado para abrir cartas y con el mango quebró el timbre de cera. Hizo un comentario acerca de la bandera que O´Higgins había dibujado sobre el sello, después revanó el papel con el filo de la navaja y sacó las dos cartas que venían en el interior. Miró uno de los mensajes y sonrió, luego desplegó el otro y le dijo al muchacho:
–La orden de tu propiedad, mi niño.
Magallanes no respondió.
La señora volvió a tomar el cuchillo y cortó las ataduras y papeles que forraban el paquete mayor. Luego desenrrolló sobre la mesa un objeto alargado y terminado en punta que venía protegido con ropas y trapos viejos. A medida que la mujer fue deshaciendo las telas, el objeto adquirió forma. Una vaina con un sable que Magallanes conocía muy bien, la empuñadura dorada y el león estilizado alrededor del nacimiento de la hoja.
–¿Qué sucede Magallanes? –le preguntó la señora.
–Es el sable de don Bernardo –dijo el muchacho –pero no puede ser, yo mismo se lo llevé hasta el lecho de muerte.
–Me temo mi niño, que aquel no era su sable, Al menos no su verdadero sable. Tu patrón mandó a hacer una réplica para que lo acompañara en su muerte. El verdadero, éste que tengo en mi poder, debía de pasar a la Logia cuando el barquero viniera a buscarlo.
–¿El barquero?
–El huacho nunca te contó esa historia. Es bueno que no te lo haya hecho, así el resto de nosotros puede enseñártela.
–¿Tiene que ver con la muerte, mi señora?
–En verdad eres inteligente, joven Magallanes. El huacho hizo bien en escogerte.
El criado torció la mirada. Siempre lo hacía cuando escuchaba la palabra huacho, no le gustaba que nombraran así a su patrón.
–No te gusta que lo llame así, verdad. Piensas que es una falta de respeto hacia su persona, pero no tienes de qué preocuparte, mi joven Magallanes. Don Bernardo estaba acostumbrado a que lo nombraran así. Era una licencia que le daba a sus amigos y enemigos, en especial a sus amigos. ¿Sabes por qué lo llamaban de ese modo?
–Todos lo saben, mi señora. Su padre, el virrey, no lo quiso reconocer.
–No es tan así, mi querido Magallanes. Lo llamaban huacho porque no tuvo padre, porque tu patrón nació sin padre de por medio.
Magallanes no respondió.
–Oh, por supuesto, claro que no entiendes mis palabras. ¿Quieres ver lo que me escribió en la otra carta? Toma, leela por favor, sé que sabes hacerlo.
Magallanes se puso de pie y caminó hasta el lado de la señora. Con la luz de las antorchas golpeandola de lado, el rostro de la dama parecía perder su juventud convirtiéndose en cada movimiento de las llamas en el retrato anciano de una mujer de edad cada vez más avanzada.
–Léela –le insistió.
Magallanes agarró el papel, lo desplegó y siguió la única línea que estaba escrita en él. Miró a la mujer, ella le sonrió y al hacerlo pareció recuperar su juventud.
–En voz alta, si te parece –le pidió.
Y Magallanes obedeció.
–Ustedes nunca sabran quienes somos –leyó, sin comprender ninguna de las cinco palabras que acaba de pronunciar.
–Oh, si, por supuesto –respondió la mujer –ahora tenemos mucho que enseñarte. Pero antes necesito que me hagas un favor.
–Usted dígame.
La dama volvió a sonreír y puso sobre la mesa una daga curva, larga y plateada, en cuyo mango se repetía el talle de la estrella, el círculo y el triángulo.
–Mañana regresarás a Lima, ni niño. Lleva esta daga y saca con ella los ojos del cadáver de tu patrón. Luego mandaré a buscarte. A ti y a los ojos del huacho.
Etiquetas: La Cuarta Carabela, Work in Progress
2 Comentarios:
Esta quedando muy bueno este relato. Me gusta toda esa onda de misterio, de grupos secretos, ritos, conspiraciones. Y por lo que he leído de tu relato socio, tiene todo eso!!
A ver con que nos encontramos más adelante. Felicitaciones Francisco.
Erick C.
HOLA COLEGA:
ENTREGAS PREVIAS
ES UN CUENTO Y LA DESCRIPCIÓN DEL PRIMER PARRAFO ALUDE DIRECTO A LA ACCION LITERARIA, ME LO SITUAS EN
EL CALLAO, TE CITO EL MERENGUE DE JUAN LUIS GUERRA
http://www.musica.com/letras.asp?letra=124117
LETRA ' WOMAN DEL CALLAO '
Oh, woman
loving you is like feeling the pleasure in my blood.
Tiene mucho hot
tiene mucho tempo
y tiene mucho down
woman del callao.
Coro: tiene mucho hot
tiene mucho tempo
y tiene mucho down
woman del callao. x3
Y quisiera vivir con ella junto al callao
y bailar calipso en la arena tomando sol
y soñar sin tiempo ni pena
dancing in this paradise
everytime, ayayayay.
Coro: tiene mucho hot
tiene mucho tempo
y tiene mucho down
woman del callao. x3
Estas cosas too lovely man
down go to el callao
all the woman dancing calypso into the blood
and to put up we like to live and
dancing in this paradise
everytime, ayayayay.
Tiene mucho hot
tiene mucho tempo
y tiene mucho down
woman del callao.
Y quisiera vivir con ella junto al callao
y bailar calipso en la arena tomando sol
y soñar sin tiempo ni pena
dancing in this paradise
everytime, ayayayay.
Tiene mucho hot
tiene mucho tempo
y tiene mucho down
woman del callao.
Tiene mucho hot
mucho tempo
woman pá quí, woman pá llá
woman de lao, apambichao.
Tiene mucho hot
tiene mucho tempo
eh, que tiene mucho down
woman del callao.
Que a venezuela le canto su woman del callao
AHORA ME LLEVAS A UN CONTEXTO MASÓNICO CON O´Higgins, Y ES VALIDO PORQUE EL PADRE DE LA PATRIA ERA MASÓN, Y AL CITARME A AMERICA ALUDES A LA INDEPENDENCIA DE CHILE, Y POR CONSIGUIENTE A AMÉRICA, EL SUEÑO DE SIMÓN BOLÍVAR.
AHORA INTERCALAS A OTRO PERSONAJE, HERNANDO DE MAGALLANES.
LUEGO HACES INTERACTUAR A DOS PERSONAJES HISTÓRICOS EN EL DIALOGO DÁNDOLE VIDA Y CONTINUIDD A TU OBRA.
TL TIMBRE DE CERA, SI, PORQUE EN ESOS TIEMPOS LAS CARTAS IBA CON LACRE, Y ESCRITAS A MANO EN PAPEL GRUESO Y UN DECORADO MUY ELEGANTE
Y UNA REDACCIÓN MUY RIGUROSA, SIMILARES A LAS CARTAS TIPO DE LA DACTILOGRAFIA ACTUAL, PRECISAMENTE CON SELLOS, ESCUDOS Y TODA UNA FORMALIDAD RIGUROSA, CON TINTA CHINA Y A PLUMA DE GANSO SI NO ME EQUIVOCO Y EN CALIGRAFIA MANUSCRITA TIPO INGLESA Y ELEGANTE.
Una vaina con un sable PARTE DEL ELEGANTE UNIFORME DE LOS PADRES DE LA PATRIA, ESTOY ASOMBRADO COLEGA POR EL RECORRIDO Y LA DESCRIPCION QUE ME HACES
Y LA DESCRIPCIÓN DEL SABLE ES LA DIGNA DE UNA AUTORIDAD COMO LOS PERSONAJES DE ESTA HISTORIA, ERES UN EXIMIO MAESTRO COLEGA EN RECORRIDO Y PLANTEAMIENTO DEL ARGUMENTO DE LA OBRA
ADEMÁS LAS HOJAS DE LOS SABLES TENÍAN INSCRIPCIONES HISTORICAS; Y SU VAINA MUY ELENGANTE CON DECORADOS DE GÉNERO ADEMÁS, Y LA HUINCHA QUE LA CRUZABA AL CUERPO, ERA PARTE DEL UNIFORME.
Y EL SABLE ERA COMO LA KATANA DE LOS SAMURAI, LO LLEVABAN SIEMPRE EN SEÑAL DE PATRITISMO QUE ERA COMO SU VIDA MISMA.
EL BARQUERO ERA EL ENCARGADO DE LLEVAR A LAS ALMAS A OTRO MUNDO EN LA MITOLOGIA CELTA SI NO ME EQUIVOCO, ESTOY ASOMBRADO POR LA ASOCIÓN QUE ME HACES, DE LA HISTORIA DE CHILE A LA MITOLOGIA.
AHORA CUANDO FALLECIAN SE LE PONÍAN MONEDAS A LOS CADÁVERES PARA PAGARLE AL BARQUERO, QUE ERA UN ESQUELETO VESTIDO DE NEGRO, Y LLEVABA EL ALMA AL PARAISO EN BOTE.
AHORA ES CIERTO BERNARDO O´HIGGINS ERA HUACHO, HIJO ILEGÍTIMO SEGÚN CUENTA LA HISTORIA. NO SE SI A EL LE GUSTABA ADEMAS TE DOY UN DATO COLEGA, BERNARDO O´HIGGINS TAMBIÉN VIVIO EN PERÚ.
LAS CARTAS POR SU PRESENTACIÓN ELEGANTE, EN ESA ÉPOCA SE LEÍAN EN VOZ ALTA Y EN UNA ASAMBLEA CUANDO ERAN NEGOCIOS QUE TRATAR CON EL VIRREY, O CUANDO SE TRATABA DE CUALQUIER OTRA AUTORIDAD
LIMA ES LA CAPITAL DE PERU, AHI CORROBORAS LO QUE TE DIGO COLEGA, CASI AL CIERRE DE TU OBRA
Y ERA EN LOS OJOS DONDE SE LE PONIAN LAS MONEDAS PARA PAGARLE AL BARQUERO, TÉTRICO EL FINAL COLEGA ME DEJASTES ASOMBRADO Y TIRITANDO.
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