NO, ROBOT
Hasta de imbécil me han tratado porque no me gustó lo de Daft Punk. Pero traté de ser lo más profesional posible. Y ni siquiera fue porque no me gustara la banda, todo lo contrario, en discos les he comprado todo a este par de franceces, pero de ahí a confundir una pinchada de discos con efectos especiales con un concierto hecho y derecho hay una larga distancia.
Publicado enRolling Stone, Chile. Dic, 2006
ENCUENTROS CERCANOS DE CUALQUIER TIPO
2 estrellas 1/2
Los efectos especiales no hacen un buen show, para eso mejor ver un DVD. Lo de Daft Punk estuvo correcto, pero lo suyo fue una fiesta, no un concierto que es algo muy distinto.
Es curioso. Lo más humano del concierto de Daft Punk, realizado en el marco de la edición 2006 del festival SUE, fue la introducción del show al son de las clásicas cinco notas compuestas por John Williams para Encuentros Cercanos del Tercer Tipo. Y como en la película citada, tras el último compás bajaron las luces, descendió el platillo volador y lo que siguió fueron poco más de noventa minutos de música extraterrestre, inhumana, metálica, futurista, etc. Espectacular en su envoltorio, pero fría y distante en su corazón. “Domo arigato Mr. Roboto” cantaba a fines de los setenta esa pomposa y pretenciosa banda llamada Styx (la respuesta gringa a Queen), canción perfecta para citar y recordar lo que fue esa noche de inicios de noviembre, una oda a la fe electrónica en la que luces de colores y androides de la capital galáctica de Star Wars se unieron para parir versiones notables para piezas como “Robot rock”, “Technologic”, sumadas a necesarias remezclas para “Around the World” y “One more time”.
Aunque a nivel técnico –y sonoro- lo de Daft Punk fue impecable, lo cierto es que lo que se vivió en el Espacio Riesco no fue un concierto, sino una exhibición de alta tecnología, más cercano a una fiesta animada por los Djs más avanzados de la galaxia que a una presentación en directo, como se entiende la palabra: músicos tocando en vivo. Ok, muchos podrán decir que uno sabía a lo que iba, que lo del dúo francés es devoción a las máquinas, que si uno esperaba guitarras y baterías sobre el escenario estaba en el lugar equivocado. Y aunque se acepta el argumento, lo cierto es que reducir la crítica a ello es pecar no sólo de ingenuo, sino también de ciegos. Y lo que es peor (con perdón), de engrupidos, como se diría en buen chileno. Hagamos memoria, no es tan difícil: las recordadas presentaciones de The Chemical Brothers y Kraftwerk hace un par de años también fueron ultrajes eclesiásticos a las máquinas, pero hubo en ambos espectáculos, algo orgánico, algo tangible, algo en definitiva más carnal que lo ofrecido por el alter ego robótico de los parisinos Thomas Bangalter y Guy-Manuel de Homem-Christo. En dos palabras, fueron conciertos, no un capítulo en imagen real de los Transformers.
Más que hablar de lo que fue el espectáculo de Daft Punk, ha sido curioso constatar como la critica local se ha encargado de levantar el show de los franceses como el mejor concierto del año, argumentando lo espectacular de la puesta en escena y de los efectos visuales usados, como el escenario en forma de pirámide –suerte de versión 2006 del stage, también piramidal, usado por Pink Floyd en 1975-. Raro es que parte de esa misma crítica, haya pelado el recital de U-2 de marzo pasado como ejemplo de megalomanía del rock, con apelativos de no saber si se estaba ante un grupo o frente el equipo estereofónico más grande del planeta, argumento idéntico que podría darse a lo de Daft Punk, con la diferencia que en lo de U-2 uno vio a los músicos tocando, mientras el chiste que circuló tras el show de Daft Punk de que nadie supo a ciencia cierta que hacían dentro de la pirámide o si eran realmente Bangalter y Homen-Cristo los que estaban bajo sus trajes de soldados imperiales, acaba arrugando demasiado la frente.
El concierto de Daft Punk fue una prodigiosa demostración de técnica unida a música electrónico y había que ser ciego para quedar indiferente con lo mostrado, pero también fue un abuso del recurso envasado de la música electrónica. El que hasta los más incondicionales al dúo hayan dudado de si eran ellos realmente es más que una anécdota, dice demasiado de lo peligrosa que puede ser la moral del bits. Si lo que me venden es un recital, que sea un recital, que haya tipos accionando máquinas, no máquinas escondidas en máquinas. Eso es una fiesta, cara y luminosa, pero fiesta al fin y al cabo.
Los efectos especiales no hacen un buen show, para eso mejor ver un DVD. Lo de Daft Punk estuvo correcto, pero lo suyo fue una fiesta, no un concierto que es algo muy distinto.
Es curioso. Lo más humano del concierto de Daft Punk, realizado en el marco de la edición 2006 del festival SUE, fue la introducción del show al son de las clásicas cinco notas compuestas por John Williams para Encuentros Cercanos del Tercer Tipo. Y como en la película citada, tras el último compás bajaron las luces, descendió el platillo volador y lo que siguió fueron poco más de noventa minutos de música extraterrestre, inhumana, metálica, futurista, etc. Espectacular en su envoltorio, pero fría y distante en su corazón. “Domo arigato Mr. Roboto” cantaba a fines de los setenta esa pomposa y pretenciosa banda llamada Styx (la respuesta gringa a Queen), canción perfecta para citar y recordar lo que fue esa noche de inicios de noviembre, una oda a la fe electrónica en la que luces de colores y androides de la capital galáctica de Star Wars se unieron para parir versiones notables para piezas como “Robot rock”, “Technologic”, sumadas a necesarias remezclas para “Around the World” y “One more time”.
Aunque a nivel técnico –y sonoro- lo de Daft Punk fue impecable, lo cierto es que lo que se vivió en el Espacio Riesco no fue un concierto, sino una exhibición de alta tecnología, más cercano a una fiesta animada por los Djs más avanzados de la galaxia que a una presentación en directo, como se entiende la palabra: músicos tocando en vivo. Ok, muchos podrán decir que uno sabía a lo que iba, que lo del dúo francés es devoción a las máquinas, que si uno esperaba guitarras y baterías sobre el escenario estaba en el lugar equivocado. Y aunque se acepta el argumento, lo cierto es que reducir la crítica a ello es pecar no sólo de ingenuo, sino también de ciegos. Y lo que es peor (con perdón), de engrupidos, como se diría en buen chileno. Hagamos memoria, no es tan difícil: las recordadas presentaciones de The Chemical Brothers y Kraftwerk hace un par de años también fueron ultrajes eclesiásticos a las máquinas, pero hubo en ambos espectáculos, algo orgánico, algo tangible, algo en definitiva más carnal que lo ofrecido por el alter ego robótico de los parisinos Thomas Bangalter y Guy-Manuel de Homem-Christo. En dos palabras, fueron conciertos, no un capítulo en imagen real de los Transformers.
Más que hablar de lo que fue el espectáculo de Daft Punk, ha sido curioso constatar como la critica local se ha encargado de levantar el show de los franceses como el mejor concierto del año, argumentando lo espectacular de la puesta en escena y de los efectos visuales usados, como el escenario en forma de pirámide –suerte de versión 2006 del stage, también piramidal, usado por Pink Floyd en 1975-. Raro es que parte de esa misma crítica, haya pelado el recital de U-2 de marzo pasado como ejemplo de megalomanía del rock, con apelativos de no saber si se estaba ante un grupo o frente el equipo estereofónico más grande del planeta, argumento idéntico que podría darse a lo de Daft Punk, con la diferencia que en lo de U-2 uno vio a los músicos tocando, mientras el chiste que circuló tras el show de Daft Punk de que nadie supo a ciencia cierta que hacían dentro de la pirámide o si eran realmente Bangalter y Homen-Cristo los que estaban bajo sus trajes de soldados imperiales, acaba arrugando demasiado la frente.
El concierto de Daft Punk fue una prodigiosa demostración de técnica unida a música electrónico y había que ser ciego para quedar indiferente con lo mostrado, pero también fue un abuso del recurso envasado de la música electrónica. El que hasta los más incondicionales al dúo hayan dudado de si eran ellos realmente es más que una anécdota, dice demasiado de lo peligrosa que puede ser la moral del bits. Si lo que me venden es un recital, que sea un recital, que haya tipos accionando máquinas, no máquinas escondidas en máquinas. Eso es una fiesta, cara y luminosa, pero fiesta al fin y al cabo.
3 Comentarios:
a mi el concierto me dejo en estado de schock. tal vez el problema, si es que lo hubo es que lo que vi no fue un concierto; pero la puesta en escena fue el mejor espectaculo que he visto en mi vda. no me acuerdo de la musica, a pesar de que no pare de bailar durante todo el concierto pegado mirando lo que pasaba al frente sin poder creer mucho lo que veia.
tal vez sea ignorancia, pero no habia visto alguien que llevara los codigos visuales de las computadores a ese nivel. partieron por una grafica casi analoga, de millones de bombillas, para pasar a la estetica verde y negro de las tarjetas hercules, luego la horrible paleta de cuatro colores de las tarjetas CGA vuelta hermosa, EGA y terminar bueh en fin.
Para mi el espectaculo fue una nave espacial de otra galaxia que se estaciono por un par de horas en el hangar del espacio riesco.
em... pues soy de Mèxico, y aun y con todo, me hubiera gustado verlos aqui... Ademàs, el concepto de ellos es totalmente robotizado en su último CD... Si hablaramos de la gira cuando estaba Discovery, entonces si, hubiera sido algo exagerado... pero realmente no importa.
Saludos!
Toda la razon. El concierto más inflado de la temporada. Y eso que me gusta Daft Punk. Fue un buen espectáculo, tremendo, pero como recital no.
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