FORTEGAVERSO: COLIN CAMPBELL (5 PARTE)

domingo, junio 15, 2008

COLIN CAMPBELL (5 PARTE)


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COLIN CAMPBELL decía que su familia empezaba con el nacimiento de su abuelo Clive. Antes de esa fecha cero los Campbell de Edimburgo no pasaban de ser una más de las ramas genealógicas con ese nombre originadas en las tierras bajas de Escocia, tras el fin de la era salvaje, la de los clanes de los highlands del norte. En 1895, la llegada de Clive Campbell a este tercer planeta marcó la diferencia con el resto de los Campbell repartidos por Escocia, Europa y el mundo.
No conozco los detalles finos de la historia, pero sé que Clive Campbell vivió en Edimburgo hasta los 17 años, cuando se mudó hacia algún lugar en el sur de las islas británicas, no estoy seguro si a Portsmouth o Liverpool ha estudiar ingeniería naval, lo importante es que esta decisión lo llevó tiempo después a los astilleros de Vickers & Armstrong a trabajar como asistente de ingenieros. Recuerdo tan bien el nombre de la empresa, porque de todas las historias que Colin me contó sobre su familia, la del Acorazado Latorre es la que más me interesó. Quizás por la fascinación que de chico tuvieron los barcos en mi vida. Pasaba horas dibujándoselos a mi abuelo, mirando ilustraciones de los navíos más famosos de la historia, pensando en que mi futuro tal vez estaría ligado a la marina. Cosas de niños, nunca imaginé que mi futuro resultara tan alejado del mar y los barcos. La infantil obsesión naval fue otro punto que afianzó mi amistad con Colin. En su caso era una cuestión de familia. Su abuelo primero, su padre después estaban ligados al océano, a grandes vapores que atravesaban las olas moliendo con sus hélices la espuma del destino familiar. De hecho la decisión del abuelo Clive por trabajar con barcos se debía a una promesa que el viejo le hizo a su padre en el lecho de muerte de éste.
Colin Campbell era el segundo integrante de la familia con ese nombre. Lo bautizaron así en honor a su bisabuelo, un rico industrial de Edimburgo que hizo fortuna en el negocio del acero y el ferrocarril. Un hombre del cual podría decirse tenía todo en la vida para ser feliz. Familia, linda esposa y una gran casa en la edad de oro de la industrialización británica. Pero el primer Colin Campbell, el que entre otras cosas inauguró sin querer la tradición de bautizar a l los integrantes masculinos de la familia con un nombre cuya inicial coincidiera con la “C” del apellido (como las identidades secretas de superhéroes y supervillanos, según comentaba con frecuencia Colin), tenía un sueño roto. A los quince años cayó bajo las ruedas de un carruaje y perdió su pierna izquierda. Se lo reemplazaron por una prótesis de madera y terminó sanando antes de lo pensado. Pero con la perdida se esfumaron sus sueños marítimos. El Campbell original había soñado toda la vida con el mar, quería navegar, ingresar a la marina real, recorrer el mundo por los caminos del agua, hacer fortuna y terminar sus días teniendo su propio barco. Un clíper velero quizás o un gran vapor con ruedas de paletas como el “Great Eastern”. Nada de eso ocurró, así que apenas nació Clive, su primer hijo varón, empezó a idear planes dentro planes para educarlo en las ciencias navales. No alcanzó a concretar la segunda parte de su sueño. Poco después de que Clive cumpliera cinco años, el primer Colin Campbell fue alcanzado por la tuberculosis falleciendo en diciembre de 1900, en uno de los dormitorios de la gran mansión familiar emplazado en el pudiente barrio poniente de Edimburgo. Alcanzaría a dejar estipulado en su testamento el deseo de que su hijo varón concretara una carrera maritima, pidiendo que la familia apoyara en todo este destino paternal, obviando al muchacho de las obligaciones en la empresa de aceros y ferrocarriles. Y Clive cumplió con su deseo.
Vickers & Armstrong había conseguido prestigio y fama mundial gracias a sus avances en el diseño y construcción de buques militares. La empresa llevó la ciencia de los acorazados al máximo en la mejora del patentado y exitoso Dreadnought inglés, la clase de barco de guerra que marcó un antes y un después en la industria y la tecnología naval. Gracias al desarrollo en este tipo de blindado, los citados astilleros no sólo crecían en las exigencias de la marina real, sino tambien en las peticiones de armadas del resto del mundo. Como el contrato firmado con la marina chilena en 1911. Tras la mal llamada Guerra del Pacífico librada entre Chile, Peru y Bolivia a fines de la década de 1879, la armada nacuional había quedado suficientemente fortalecida como para ser la primera y más poderosa de la cuenca del pacífico. Esto despertó celos y reticencias entre las restantes fuerzas navales de la esfera latinoamericana, especialmente en los almirantazgos de Brasil y Argentina. Ante este panorama la fuerza naval chilena comisionó a Vickers & Armstrong para la construcción de dos Dreadnought mejorados, clase que pasaría a ser dominada Super-Dreadnought, los blindados Santiago y Valparaíso, que pronto iniciada su construcción pasarían a ser rebautizados como Almirante Cochrane y Almirante Latorre. Finalmente sólo este último entraría en servicio de la armada nacional, pero esa es otra historia.
En 1913 el joven aprendiz de ingeniero Clive Campbell, que llevaba poco menos de un año trabajando para Vickers & Armstrong le es encargado ser parte de los trabajos finales del Latorre, buque que junto a su gemelo, el Cochrane debían ser entregados a la marina chilena el año entrante. Pero muchas cosas pasaron en 1914, cosas que cambiaron el destino de estos buques, del joven ingeniero naval de Edimburgo y del mundo entero.
La Primera Guerra Mundial partió requisando los incompletos blindados chilenos al servicio de la marina real y reclutando a Clive Campbell a la guerra de las trincheras de Francia. Según Colin, en este escenario su abuelo habría conocido a un soldado británico llamado John Tolkien, que treinta años más tarde se haría famoso gracias a lo que acabaría convirtiéndose en el libro más popular del siglo XX. El más famoso de mis amigos asegurarpia en una borrocahera en un bar de mala muerte cerca del Campus Oriente de la Católica, que uno de los soldados fieles al rey Thedon de Rohan estaba basdado en su abuelo. Claro, nunca aclaró cual de todos los Rohirin era ni porque las fechas en que Clive Campbell y Tolkien estuvieron en la guerra de las trincheras francesas no coincidían en absoluto. A principios de 1915, la estilla de una granada alcanzaría a Clive en su ojo izquierdo, enviándolo de regreso a un hospital de su natal Edimburgo. En la misma fecha nacía en Viña del Mar, Anna Morris, su futura esposa, próxima abuela de mi amigo Colin.
En 1917 Clive Campbell retomó sus estidios de Ingeniería Naval en Glasgow, egresando con honores a fines de ese mismo año. En forma paralela fue aceptado como oficial de reserva de la Marina Real y primer ingeniero en Vickers & Armstrong, donde sus compañeros lo bautizaron Patch Campbell, por el parche que tras su regreso de la guerra usó hasta el día de su muerte, ochenta años después, sobre su ojo izquierdo. En 1918, junto con el fin de la Guerra, inicio sus trabajo como jefe de diseño y desarrollo del acorazado Cochrane. Ese mismo año el Latorre, bajo el nombre de HMS Canadá, retorno a los astilleros para ser reacondicionado con los requerimientos de la marina chilena. Sin embargo los ecos de la guerra cambiaron el escenario en el mundo entero y Chile empezó a negociar con Inglaterra la venta de uno de los dos acorazados, así el Cochrane pasó a formar parte de la marina real con el nombre de HMS Tagle, siendo convertido luego en uno de los primeros portaaviones.
En 1920, Clive “Patch” Campbell acompañó al personal del Almirante Gómez Carreño en el viaje inaugural del Latorre entre el puerto inglés de Porthmouth y Valparaíso. Fue enviado en forma conjunta por Vickers & Armstrong bajo el cargo de asesor técnico y la marina real en su rango de Primer Teniente como un gesto de buenas relaciones entre la oficialidad británica hacia su similar chilena. Clive y El Latorre conocerían Chile en Febrero de 1921, siendo nombrado el buque nave insignia de la armada nacional y el ingeniero escocés requerido por un año como consultor residente de Vickers & Armstrong en Valparaíso. Contactos de su madre y hermanas, lo llevarían con la familia Morris de Viña del Mar, con quienes aprendería español y viviría en su primera estadía en Chile.
En marzo de 1922, Clive Campbell regresó a Inglaterra, estableciendo su residencia en Plymouth donde fue ascendido a Ingeniero en Jefe de Vickers y Armstrong y promovido a Capitán de Reserva por la Marina Real por sus servicios prestados para su siMirandar Chilena. Ese mismo año en una fiesta familiar conocería a una joven escocesa con la cual se comprometería pocos meses después. Sin embargo esta relación jamás se consumaría y un par de meses antes de la fecha planeada para el matrimonio, Clive rompería con su primer novia para siempre.
Tras la muerte de su madre, en 1926, Clive asumiría por poco tiempo un puesto en el directorio de la empresa familiar en Edimburgo, pero no tardaría en ceder su puesto a los esposos de sus hermanas y otros socios del negocio siderúrgico de los Campbell, vendiendo luego su parte de la empresa, dinero con el cual se convertiría en accionista de Vickers & Armstrong además de retornar a su responsabilidad como jefe de ingenieros y arquitectos navales, teniendo entre sus primeras comisiones la del diseño del portaavioners HMS Ark Royal. En 1929, el Dreadnought Latorre retornó a astilleros ingleses para ser sometido a un programa de reacondicionamiento a cargo de Patch Campbell. Conoce el buque mejor que nadie y sabe, también mejor que nadie, de las necesidades de la armada del país más austral del mundo. Dos años después, Clive ofrece sus servicios como técnico permanente a la Marina Chilena, renunciando a Vickers & Armstrong y negociando con la Marina Real y su homólogo chileno un traslado interno, como forma de colaboración entre ambas instituciones. En 1931, el Latorre regresa a Chile llevando a Clive Campbell en un viaje que no tendría regresó al Reino Unido hasta muchos, demasiados, años después.
En su primer año de servicio conjunto para las marinas británicas y chilenas en Valparaíso, es promovido al rango extraordinario de oficial residente extranjero por esta última, siendo embarcado en el Latorre a cargo de la asesoría técnica del buque insignia nacional. Aprovechará de conocer a las restantes unidades de la armada, en las cuales entregaría sus útiles conocimientos. A fines del 32 se mudaría de la residencia de los Morris tras comprar y acondicionar una vieja casona en el casco viejo de Viña del Mar.
Tras dos años de servicio para la Armada nacional, Clive gestionaría su retiro de esta institucional naval así como de su homóloga chilena. A los 39 años de edad pasó a la reserva ambas marinas con el grado de Capitán de Corbeta. Colin no lo tenía muy claro pero en esas fechas fue cuando inicio su relacipon con quien sería su esposa, la joven Ana Morris de sólo 19 años. Supuestamente en 1934, el Capitán “Patch” Campbell se retiró del servicio militar, inicio la relación que lo llevaría al matrimonio un año después, obtuvo –sin demasiados trámites- la nacionalidad chilena y se asoció con Pacific Steam, una empresa portuaria y aduanera con capitales ingleses y norteamericanos, la cual pasaría a ser controlada en un cien por ciento por Clive en 1939, fecha en la cual pasó de Pacific Steam a Campbell e Hijos Vapores. Dos años antes, el 37, nacía en Valparaíso, Callum Campbell, padre de Colin y primogénito e hijo único del matrimonio entre Clive y Ana Morris.
En 1941, en Temuco, el matrimonio del Pastor Metodista, David Goye con Lilian Hassig, daba a luz a Isabel, su segunda hija, destinada a convertirse en madre del terrorista mas carismático de la historia nacional. Un año después, su futuro esposo, Callum Campbell ingreso al Colrgio MacKay de Viña, iniciando una educación que a los 15 años lo llevaría a la Escuela Naval y poco después a la Escuela de Derecho de la Universidad de Chile en Santiago, ocasionado esta salida de la carrera naval uno de los primeros quiebres en la relación de Clive “Patch” Campbell con su único hijo Callum.
En 1951, poco antes del ingreso de Callum a la Escuela Naval, el futuro padre de Colin acompañó al suyo en su primer viaje de regreso a Inglaterra y Escocia. Por un mes, Clive, su mujer y su hijo recorrieron Londres, Plymouth, Edimburgo y el norte de Escocia, reencontrándose los Campbell de los aceros de la capital escocesa después de casi cuarenta años. Fue durante esta visita cuando se gestionó la venta definitiva de la vieja empresa familiar a una cadena siderúrgica inglesa que el libre mercado terminaría transformando años después en un poderosa multinacional.
Después de titularse de abogado, Callum Campbell pasó un par de años en Chicago especializándose en derecho comercial e internacional. Conocimientos con los cuales regresó en 1967 a Valparaíso para hacerse cargo de la empresa familiar. A los 72 años, Clive “Patch” Campbell entregó la capitanía de su buque más querido a su hijo de 29 años, quien llevaría la empresa a otra era, una que acabaría quebrando el legado de Clive, acentuando las diferencias entre el padre y el abuelo de mi mejor amigo. Conflictos que empezaron un año después cuando Callum tomó la decisión de vender su parte en la propiedad de tres mercantes de bandera panameña poniendo fin al negocio portuario de Campbell e Hijos Vapores, para dedicarse en exclusiva a aduanas y exportaciones. La mudanza de las oficinas de Valparaíso a una moderna torre de Viña del Mar, ahora con el sinponimo de Aduanas en lugar de vapores, distancio para siempre a Callum de si padre, quien jamás le perdonaría haberse alejado del mar, primero con su salida de la armada y luego con el cambio de la empresa familiar por la cual sudo tantos años.
El mismo mes en que asumió la gerencia de los negocios de su familia, Callum Campbell fue presentado por un amigo con Isabel Goye, estudiante de arquitectura de 26 años, con la cual contraería matrimonio en julio de 1969, el sábado siguiente a la llegada del hombre, en la 1° Iglesia Metodista de Temuco. Un año después, en noviembre de 1970, nació en la clínica de la Pontificia Universidad Católica de Chile, Colin Campbell, quién cumpliría con creces el propósito, que me confiaría para su cumpleaños número veinticinco, de convertirse en protagonista absoluto de una historia más grande que la de su propia y peculiar familia.

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