COLIN CAMPBELL (FINAL)
23:42
A VECES COLIN CAMPBELL creía en Dios. Ambos teníamos una educación cristiana similar así que sabíamos de que hablábamos cuando tocábamos el tema. Familias evangelicas, bautista por el lado de su madre, Alianza Cristiana y Misionera por la mía. Nunca dejé de ir. Es verdad, cada vez menos, pero de vez en cuando me arrancaba un par de horas a algún templo, como aquel horroroso del Parque Bustamante a escuchar un par de horas el mensaje de Dios. No era por fe, sino por costumbre y también por temor. Nunca se lo dije a nadie, ni siquiera a Colin, pero sentía que al Señor no le gustaba lo que hacía, que mi fijación con la cultura pop y el periodismo de espectáculo se oponía radicalmente con lo que me enseñaron de niño en la Escuela Dominical. De hecho esa fascinación por lo mundano, por las canciones de la calle siempre me preocuparon más que los pensamientos que tenía acerca de las tetas de las hermanas cada vez que el pastor nos invitaba a orar. Estaba seguro que mi perdición no tenía nada que ver con esa veces en que se me paraba la pichula pensando en alguna chica presente en la reunión, sino con las ocasiones en que me negué a acompañar a mam{a al culoto para quedarme a ver algo en televisión. Supongo que corte mi cordón definitivamente cuando Colin hizo lo que hizo. No porque responsabilizara a Dios del hecho, sino porque estaba seguro que si volvía a entrar a una iglesia, la congregación me iba a apuntar con el dedo, responsabilizándome de no haber si capaz de llevar a mi amigo por la senda de los justos. En una academia bíblica juvenil de vacaciones me enseñaron que el deber del cristiano era guiar a sus amigos al camino deñ Señor. Mi mejor amigo era tan crisyiano como yo, había participado de los mismos cursos, tambien estaba mezclado con coqueteos con la Iglesia Católica y a pesar de eso, de tenerlo todo a favor no había sido capaz de descubrir que algo malo sucedía en sus pensamientos. Colin por lo contrario, recordaba perfectamente cuando había dejado de ir a la Iglesia. A los quince años, cuando se dio cuenta que iba a ser incapaz de renunciar a todo lo que su Pastor le pedía. Que su fascinación por el cinem el rock y las historietas era al final infinitamente superior a su fidelidad con la Iglesia. A pesar de ellos, estoy seguro que Colin tenía una fe infionbitamente superior a la mía. Creía en Cristo, como hijo de Dios, como representante de la alianza definitiva entre el cielo y la tierra. Y estaba seguro, mucho más que yo, que alguna vez el rey iba a regresar, que escucharía las siete trompetas y presenciaria el resucitar de los muertos y el arrebatamiento de los puros de corazón. No se si recordó esa certeza cuando volo en pedazos la torre de Telefónica, pero se que al menos hasta la noche anterior a su muerte creía que el día del juicio el iba a ser llevado al cielo junto a todos los hombres buenos. Decía que iba a ser de los primeros y que desde arriba nos iba a estar esperando. Quizás aun lo este. Quien puede saberlo. Mi abuelo, firme cristiano, me emseñó que los suicidas no se iban al cielo, que el atentar contra la más preciada de las obras del señor que es la propia vida, escupian contra el sentido de inhabilidad del Señor y que eso no tenía perdón. A pesar de eso, no me extrañaria que el Dios de las alturas hubiera hecho una salvedad con Colin Campbell.
Había un versículo de la Biblia que le gustaba especialmente a Colin. Porque hay un solo mediador entre Dios y los Hombres, Jesucristo Hombre. Claro, la razón de esta priovada fascinación no tenía nada que ver ni con fe, ni con religión ni con e4ducacion bpiblica, sino consigo mismo. Decía Colin que había también un solo mediador entre Clive Campbell y Callum Campbell, Colion nieto e hijo. Lo cual era absoluitamente e indesmentiblemente cierto. El viejo Clive, patriarca de la dinastía llevaba casi veinte años sin hablarse con su hijo único, el padre de mi amigo. Toda comunicación entre ambos hombres se realizaba con la mediación del hijo nieto. El brillante Colin Campbell, el mismo chico en que tanto Clive como Callum viueron la continuación de su dinástica herencia. A veces me pregunto como hubieran sido las vidas de los dos Campbell originales de haber estado vivo para cuando Colin paso de ser un tipo divertido, un poco excentrico y se convirtió en leyenda. Estoy seguro de que el viejo Clive habría sonreído con gusto, en su educación de abuelo siempre fue categórico en decir que el deber de Colin era convertirse en leyenda, en el más grande de su línea, en hacer las cosas que Calñum su padre no se había atrevido a hacer. Para el viejo Clive, lo hecho por mi amigo en Plaza Italia y el edificio más grande de Santiago era simplemente la hazaña de un gran hombre. El sólo atreverse a hacer algo asi ya lo elevaba por sobre el resto de los mortales.
Colin me contó que lo que Clive nunca le perdonó a su hijo fue su faciloidad para ceder. Su temor a ser alguien extraordinario y preferir la estabilidad de lo cotidiano al riesgo de ser más grande. En lo concreto a su inacapcidad para defender la empresa familiar, arrancándola de su natal y original Valparaíso para llevarla a Santiago, lejos del mar, reemplazando los vapores por documentos aduaneros.
DISFRAZATE SANTIAGO estaba escrito con enermes letras rojo fluorecentes en una de las paredes del viejo terminal de buses Alameda, junto a la blanca mole de la Catedral Evangélica. Igriega me contó que era el graffiti de moda en la capital, que nadie sabía que significaba pero que llevaba varias semanas apareciendo en los muros de la ciudad. Que lo más probable es que se tratara de una campaña de publicida para vender a una nueva banda de hip hop o la presentación del nuevo mejor DJ del mundo en la Estación Mapocho. Colin se reía de los Djs. Claro, un par de veces fue a bailar a alguna fiesta electrónica, pero nada más. Le llamaba la atencón que cada tres meses anunciaran con bombos y platillos la visita del nuevo mejor pinchadiscos del mundo, porque claro, en el rock uno tiene mas o menos claro que (gustos aparte), Jimmy Hendrix va a ser por siempre el mejor guitarrista del planeta, que nunca nadie le va a quitar el puesto.Pero con los Djs, decía, cada dos semanas hay uno que mezcla mejor que el otro. Eso no es competencia, es chiste. Varias veces vaticinó el fin de su especie, que las guitarras y los solos venían de vuelta, que la electrónica era como la cola de un Apatisaurio jurásico, que como con la onda disco a inicios de los 80, los Djs electrónicos corrían por la recta final de su competencia. Un año más, sentenció poco antes de su muerte. Se eequivocó. Fue de las pocas cosas eb que mi mejor amigo no tuvo razón.
No creía que el graffiti tuviera que ver con música. Todo lo contrario. Había demasiada rabia en su forma como para pensar en una campaña publicitaria. Me recordaba los de Temmuco, los escrito en neomapudugún, como bautizó a la jerga el sociólogo recidente del diario. Disfracate Santiago pedía otra cosa, tal vez que la gente ocultara sus rostros bajo antifaces y capas de colores e iniciara su propia, personal y fascista cruzada por mejorar las cosas. El despertar del superhéroe que todos llevamos dento, algo en lo que Colin si tuvo razón. A nueve años de su muerte, cada vez queda más claro.
La iluminación de la Torre Entel siempre me pareció cursi.
Igriega se quedó en silencio a la salida del aeerpuerto, cuando le pedí si podíamos entrar a Santiago por la Alameda en lugar de la Piràmide. A esa hora, las tres de la mañana, el tráfico era poco y no ibamos a tener problemas cruzando el centro de la ciudad a mitad de la noche de un día miercoles, un día hábil a la hora en que toda la gente decente duerme esperando las alarmas de las seis de la mañana. No dijo nada porque se enojara, sino porque estaba cansada, el vuelo de mis padres se atrasó y a pesar de que me quiere como el mejor de sus amigos, en cuatro horas mas tiene que levantarse para hacer algo que nunca terminó de contarme. Esta noche duermo en su departamento, que no es lo mismo que decir que dormiremos juntos. Quizás debí proponerselo, ambos estamos solos, somos veteranos de una era fantasma, cinco minutos de sexo ligero podrían ser equivalentes a vacunarse contra la influenza. Desde que la conozco nunca he podido evitar que se me pare al verle las tetas. Esas mismas que Colin amó tantas veces, lo suficiente como para fijnaciar que de hermosas se transformaran en perfectas. Las pechugas de Igriega fueron quizás el mas bello de los legados de Colin Campbell a la humanidad.
Santiago de madrugada es tan sucio como al mediodía. Salvo por las luces de los rascacielos y los faros de los helicopteros que parpaadean sobre las calles como juegos luminosos de un gran árbol de pascua de plástico, no hay mas que muertos en la ciudad contaminada. ¿En qué momento se jodió Santiago de Chile? En el mismo en que cagó el país completo, cuando nos empezamos a freir de calor, poco antes que mi mejor amigo volara en pedazos el edificio más alto de Santiago de Chile.
Julieta, mi hija, me va a odiar. Prometí no dejarla sla con sus abuelos maternos y a esta misma hora deb ir por el otro lado de la ciudad, dirigiendose a la casa de la madre de mi ex, pegada al cristal de la station wagon, familiar escuchando un disco viejo de Björk en su teléfono, furiosa con su padre que volvió a abandonarla, segura que para culiarse a la misma mujer que hace años lo hizo abandonar a su madre por primera vez. De esta, papá, no te vas a librar tan fácil, se que está pensando. Viajamos juntos a Santiago a dejar a mis padres al aeropuerto, que hacce poco deben haber despegado en un cuatrimotor Airbus de Lan rumbo a Madrid, donde mi hermana, mi sobrino y mi cuñado los estarán esperando con grandes carteles con sus nombres en el lobby de Barajas. Miranda llamó a su madre, le contó que Julieta iba a estar en Santiago y juntas decidieron que mi hija iba a pasar un par de días con su abuela materna, que debe ser la persona que más me odia en el planeta. Se comprometió a venirla a buscar al aeropuerto, eso a pesar de que el vuelo salía a las dos de la mañana, sacrificio que imagino es nada para una abuela como mi ex suegra. Julieta me rogó quedarse conmigo, que inventaramos cualquier cosa para convenser a su abuela de que debía quedarse conmigo en mi hotel o donde fuera a pasar yo las dos noches que iba a quedarme en Santiago. Preferí no decirle que mi plan era dornir en el departamento de Igriega, si Miranda se enteraba no iba dejar que Julieta viniera conmigo y si Julieta no viajaba a despedir a sus abuelos paternos al aeropuerto, mi madre jamás me lo iba a perdonar. A mi padre le daba lo mismo, el siempre se preocupó más por mi salud que por los detalles familiares.
Cuando llegamos al aeropuerto, mi madre conversaba animadamente con la de Miranda. A pesar de todo siempre se cayeron bien.Mande a Julieta a saludarlas y me fui con mi padre, que estaba sentado junto al kiosco de revistas leyendo el diario y tomándose un café.Ni siquiera hablamos.Le pregunté si el pasaporte estaba al día, de que llevaban en el equipaje de manos y toda clase de preguntas tontas a las cuales respondió con monótonos si. Mire a mi hija, se veía cariñosa abrasada entre sus dos abuelas y su tía Emiulia, hermana solterona de Miranda que me saludó bajando su cabeza. Le respondí el gesto e imagine como sería si me acercara al grupo y contara que mi hija hasta hace poco se acostaba con mi traficante personal. Claro, en ese caso, mi suegra si tendría argumentos para culparme de los continuos cambios en el color de pelo de su nieta y los raros tatuajes de sus brazos. No son tatuajes, suegra, Julieta se marca cicatrizes, dibujos que le van a doler toda la vida. Miro a mi hija y puedo adivinar como les miente a sus abuelaas, como se dibuja en la niña perfecta que mi mujer y yo sabemos que no es. Como se bosqueja en una mentira cómoda para hacer feliz a sus cercanos. Eso lo sacó de mi, la capacidad de mentir para hacer feliz.
No había mucha gente en el Aeropuerto, cada vez es menos la gente que viaja a Europa. Cada vez es menos la gente que se monta en un avión. Igriega apareció en el otro extremo del aeropuerto y se quedó ahí esperándome, sabía que podía resultar complicado acercarse a un grupo de gente que en potencia la odiaban al culparla del quiebre de una familia perfecta. No, perfecta no, pero si ordenada.
-Ella es tu amiga-, me dijo mi padre.
-Si.
-¿Vas a quedarte con ella?
-Si-, a él no iba a mentirle.
-Cuidate
Mi madre me dio un beso en la frente y volvió en encargarme sus gatos. Le dije que le mandara mis saludos a la Loreto, mi hermana, y que si necesitaban cualquier cosa sabían donde ubicarme. Un beso a mi padre y luego verlos perderse hacia el interior de la sala de embarques. Un señorita que los escoltó se parecía sospechosamente a Miranda cuando era joven, a Miranda cuando nos robamos el primer beso.
Entonces volví a abandonar a mi hija. Ella volteó y tras de la escena vio parada a Igriega. Solo dijo “vale” y se perdió con su abuela y su tía materna. Mi ex suegra ni siquiera me miró un segundo.
-La mamá de Miranda te odia-, comentó Igriega cuando las mujeres y mi hija salieron hacia los estacionamientos, cuando ya no era complicado acercarse.
No le contesté.
-Yo en su lugar también te odiaría, hiciste sufrir a su hija.
-Me detesta de antes. Desde que empecé a salir con Miranda. Nunca soportó que fuera evangélico, que mi religiòn distinta a la suya obligara a que conm Miranda nos casaramos solo por el civil. Eso fue lo peor para ella, que su hijaa más querida no saliera de una iglesia bendecida por un cura. Que estuviera relacionado con alguien como Colin Campbell, que embarazara a Miranda antes de casarnos, que luego la llevara conmigo a Temuico, que la engañara y luego la abandonara le dio y le da lo mismo.Lo que a mi suegra le pica es que la tradición católica de su familia se haya roto conmigo.
-Raro.
-No se si tanto.
-No deberías decir tanto que abandonaste a Miranda. Nunca lo has hecho, sabes, y a pesar de todo creo que eres y has sido un buen padre.
En otra epoca nos habríamos dado un beso, como ese primero y forzado que nos dimos un año antes de la muerte de Colin, cuando lo suyo y mi mejor amigo ya no funcionaba y cuando lo mío con Miranda estaba recien empezando bajo el resguardo de las leyes civiles. Fue ahí cuando le pedí que entraramos a Santiago por la Alameda.
Sabía que iba a preguntarmelo. Apenas sumismos a su Megane del año, lo hizo.
-Estoy enojada contigo.
Su introducción fue en sustantivo femenina. No habían muchos autos en los estacionamentos de Arturo Merino Benitez. Las obras del viaducto de extensión del Metro eran el sucio elefante blanco que enmarcaba todo el cuadro. Me pregunté si alguna vez realmente iban a terminar la línea. Lo más probable es que no.
-Nunca me contaste que alguien haciendose pasar por Colin te estaba escribiendo.
-No quería asustarte.
-El resto esta indignado contigo.
-Es una broma.
-Una broma que te avisó de las muertes de Edison y Gastón
-No fue tan así
-Y como fue entonces. Tu dices que fue una broma, por dios Pancho, puede perfectamente tratarse del hijo de alguna victima de Colin que busca vengarse. Estamos a un año de que se cumpla la primera década del atentado, es obvio que algo grande puede pasar. Puede pasarnos.
-Nadie mató a Edison y a Gastón.
-Ya no estoy tan segura. Y tu taampoco deberías estarlo. Debiste habermelo dicho, al menos antes que la policía.
No hablamos por el resto del trayecto. Santiago nos recibió con sus cables y luces. Miranda reaccionò parrecido cuando le conté lo de los mensajes de mi fantasma electrónico, claro que a ella se lo dije antes de revelarle a la policia mi extraña relación con Colin Campbell nueve años después de su muerte. Bugatti me dijo que lo hiciera, ojalá sirva de algo.
NOTA
Esta novela quedo inconclusa y desordenada.
Tal vez algún día la recupere, termine y corrija.
Etiquetas: Colin Campbell
1 Comentarios:
plop
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