FORTEGAVERSO: LA 4ª CARABELA (UN EXTRACTO)

lunes, abril 27, 2009

LA 4ª CARABELA (UN EXTRACTO)



“ENTONCES INSISTE en la tesis de que el general Augusto Pinochet aceptó liderar el golpe de estado de 1973 por orden de una sociedad secreta”
–Lo insisto –contesté en automático, con la cabeza en Marte, mientras abría una nota en el menú del teléfono para luego tipear: “título definitivo: La cuarta carabela”. Así, en cursivas, como siempre hago cuando tengo algo seguro.
–¿La logia Lautarina?
–Te lo acabo de responder –regresé a la entrevista–. Los procesos políticos más importantes en la historia de Hispanoamérica han sido guiados por los hilos de esta logia. Desde la independencia de nuestros países y el sueño bolivariano, pasando por los golpes de estado del siglo pasado, la revolución cubana, la misma Unidad Popular chilena y terminando en la reciente crisis venezolana, el Chernobyl brasileño y el alzamiento de las minorías indígenas de la Patagonia. Todo obedece a un plan cuidadosamente orquestado por un grupo cerrado del cual yo no he inventado nada, salvo investigar sus acciones.
–¿Y cual sería la gran finalidad de esta organización?
–Existen muchas –fui evasivo, tenía demasiadas cosas en la cabeza, volví a irme. Miré lo que acababa de escribir, cada segundo me gustaba más, estaba seguro que a Caeti, mi agente en español, un gallego gay anclado en una oficina decorada con afiches de Audrey Hepburn en Breakfast in Tiffany, Sabrina y Arianne, en el quinto piso de un exagerado edificio en Barcelona, la más exagerada de las ciudades del planeta, también lo compraría. Agregué una línea más a la nota: Colón, templarios, jesuita, Logia Lautarina, no necesitaba más, yo me entendía.
–Pero cual es la suya –siguió el interrogatorio.
¿La cuarta carabela o La 4ª carabela?, escribí en el teléfono. El concepto era el mismo, visualmente lo segundo funcionaba mejor en una portada: La 4ª…, me respondí. Ahora podía aterrizar.
–Adhiero a la idea de concretar el sueño de Bolívar y de Miranda –contesté– convertir Sudamérica en un gran estado conjunto, un país continente confederado.
–Como Estados Unidos.
–De hecho Francisco de Miranda hablaba de los Estados Unidos de Sudamérica.
El muchacho me quedó mirando y fue incapaz de obviar la sonrisa. Era la respuesta que esperaba desde que apareció en la pantalla de mi celular, llamando con insistencia desde Santiago de Chile. “En media hora más”, lo tramité, “voy a estar esperándote”.
Necesitaba una exclusiva de mi próximo libro, El signo de O´Higgins (no pensaba decirle que acababa de cambiar el nombre de la novela), y saber como me estaba yendo en Shanghai, en el rodaje de La catedral Antártica.
Lo último era lo más importante.
Es el precio de haberme convertido –con un solo libro, La catedral Antártica (el primero no cuenta y el segundo, El número Kaifman, mejor ni mencionarlo)– en el escritor latinoamericano más exitoso de la década, en el apellido más odiado por la comunidad literaria regional y en millonario a punta de inventar historias tan fáciles de leer como comer una hamburguesa del McDonald. Si, soy pedante, pero no porque quiera serlo, sino porque así lo planeó el delicado manual de instrucciones redactado por Caeti y confirmado por mis editores en Nueva York y Madrid,
Desde que mi libro se convirtió en éxito internacional y Robert Zemeckis decidió llevarla al cine con Orlando Bloom en el rol protagónico y Steven Spielberg liderando a los productores, soy más noticioso que mis propias obras.
Mentiría si dijera que no me gusta. La 4ª carabela seguía mirándome con sus 15 caracteres con espacio desde la superficie amarilla de la nota virtual.
–Señor Buchman– me habló el periodista, sin mirarme a los ojos.
–Francisco– lo corregí, acercándome a propósito a la cámara oculta tras la superficie de cristal líquido del celular– llámame Francisco, somos compatriotas, algo de cercanía tenemos.
–Aunque hace más de seis años que no vive en Chile.
–El origen no se pierde.
–Ni haya vuelto a pisar suelo chileno.
–Nunca me gustó moverme, ni siquiera cuando vivía allá. Ahora casi no salgo de Los Angeles. Lo de Shanghai es una situación extraordinaria.
–Algunos dicen que esa ausencia tiene que ver con el poco éxito y el posterior escándalo de El número Kaifman.
–De eso ya ha pasado mucho tiempo.
Se quedó callado, en la ventana de su cámara lo percibí incómodo, como buscando en sus notas la pregunta justa para continuar la entrevista.
–Si prefieres tutéame –le propuse.
–Prefiero el usted, mantiene distancia con el entrevistado.
Y es tan obvio que hace menos de dos años que salió de la universidad. Ese límite de alumno estrella es tan típico de los recién egresados, apostaría a que es de la Católica.
–¿En qué universidad estudiaste? –le pregunté.
–En la Católica –contestó, sin dejar de verificar sus apuntes. Cristalino, como el agua.
–Yo también –le respondí.
–Lo sé –pronunció muy seguro de si mismo, luego respiró profundo, volvió a mirar su móvil e insistió con el tema: –¿Cuál es su último recuerdo de Santiago?
–Un recital de REM a inicios de noviembre del año en que me mudé a Los Angeles.
–¿Un buen show?
–Ni tan bueno, pero lo recuerdo porque afuera me robaron el auto.
–Leí que usted no manejaba.
–No manejo. El auto era de mi mujer.
–Ex mujer.
–Ella siempre será mi mujer.
Volvió a quedarse callado, nuevamente a perder el orden de sus apuntes.
–Entonces puedo llamarlo Francisco– improvisó, mientras mentalmente continuaba su búsqueda. A su edad yo también hacía lo mismo.
–Claro, además Buchman a secas me recuerda mis tiempos de colegio.
Le tiré un anzuelo y él lo tomó. Como adoro a mi agente.
–¿Lo pasó muy mal en el colegio?
Y le doy la respuesta que necesita. Que requiere para extenderse acerca de mi vida. Mi inusual carrera, mis supuestos amores y el dato sabroso de ser hijo de una ex monja y un pastor evangélico de origen judío, la mezcla genética más deliciosa y precisa para engendrar a un tipo que ha hecho fortuna a través de escribir de conspiraciones religiosas y santos que no existen.
–La comunidad literaria chilena lo odia.
–No sé si es odio, tampoco si hay lo que llamas comundidad. Además Isabel Allende me adora.
–¿Se lleva bien con ella?
–No sé si a nivel de amigos, pero hay respeto, camaradería y admiración.
–¿Mutua? –fue tal como pensé, dejé admiración en cursiva para ver si nuevamente picaba. Lo hizo y lo repito, el muchacho hace bien sus tareas.
–Mutua
Un mensaje pendiente apareció en la bandeja de entrada. El remitente era la oficina de Caeti y el asunto, una respuesta al correo que le había enviado hace dos días: “Primer capítulo”. Lo abrí y mientras respondía, como muerto en vida las siguientes preguntas de la entrevista, seguí las escuetas líneas del catalán que estaba haciéndose millonario con mi nombre y apellido. “Deberías dejar de hablar de un libro del que no tienes ni cincuenta páginas escritas. Y del cual, yo, como tu agente, aun tengo dudas. Whatever… Revisé lo que me mandaste, en Chile te van a odiar por tratar a un puto padre de la patria de pedófilo y maricón, pero los maricones venden. Y harto. No lo sabré yo. Te concedo ese beneficio. Pero necesitamos hablar del resto. ¿Perú? ¿Por qué coño debe empezar en Perú? A nadie le interesa Perú, ni a los peruanos, hasta Vargas Llosa dejó de escribir de Perú. Voy a llamarte en unas tres horas. Una cosa más, odio el título, olvídate de O´Higgins, en Europa y EE UU no lo conoce nadie. Entiende esto, en el resto del mundo tu país de mierda sólo es conocido por Pinochet y Allende, usa uno de esos nombres, no otro. El signo Pinochet, hasta suena bien. Caeti”.
Cerré la ventana del correo, volví a mirar La 4ª carabela y sonreí, podría apostar mi casa en Malibu a que Caeti iba a amar el título.
–¿Conoció a Dan Darrow? –prosiguió mi entrevistador, mientras yo expandía su ventana a formato pantalla completa.
–Estuvimos juntos un par de veces en Los Angeles. Compartíamos el mismo agente de derechos cinematográficos.
–A usted lo llaman el Dan Darrow latinoamericano.
–Y a Javier Salvo-Otazo, el Dan Darrow español. El mundo está lleno de Dan Darrows…
–No eran amigos.
–No, pero la relación era buena. Dan era un sujeto agradable, además le gustó mucho La catedral Antártica. De hecho fue él quien, en una entrevista, impulsó a que el libro fuera comprado por Dreamworks.
–Entonces es cierta esa historia.
–Nunca he dicho que no lo sea. Tengo claro que fue gracias a Dan Darrow que mi novela se convirtió en éxito de ventas y luego en una superproducción hollywoodense. Se lo agradecí en la oportunidad y se lo sigo agradeciendo, siempre lo voy a hacer.

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4 Comentarios:

A la/s 12:28 p. m., Anonymous IOP dijo...

Una cosa: el agente aparece nombrado como gallego y, más abajo, como catalán. ¿O son dos?

 
A la/s 12:59 p. m., Anonymous Carlos Nicolini dijo...

Está claro que en el inconsciente colectivo está firmemente arraigada la idea de que Colón llegó a América con "tres carabelas".

Con eso dicho... ¿Está claro que la Santa María no era una carabela, sino una nao, no?

 
A la/s 1:06 p. m., Blogger F. Ortega dijo...

IOP, buen punto, es catalan, error de tipe

Carlos
Bingo. acertaste con lo del Nao

 
A la/s 5:06 p. m., Blogger Baradit dijo...

JA!...tu escritor podría ser el que escribió SYNCO, pensando en un fenómeno que generara una unión bolivariana.

XD
XD

 

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