YGRIEGA (Cap.5)
ME ENCONTRE CON MI SOCIA en la fiesta del amigo de mi novia, un mutante simpático, verde de pálido. Parecía estar enamorado de mi novia o al menos le gustaba mucho, lo que en realidad no me importaba demasiado porque desde que me acuesto con ella he aprendido a convivir con sus pretendientes. Mi novia es una chica preciosa y tiene cuento. Me la han intentado quitar en serio tres veces, pero nunca le han robado siquiera un beso.
El tipo decía haberme conocido en línea, no me dijo donde y tampoco se lo pregunté. Agregó que el anagrama de mi nickname eran excelente.
-Un superhéroe Marvel-, le dije con aburrida amabilidad, bastante chato con la perra de mi socia que no aparecía por ninguna parte.
-I know it-, me respondió con un horrible acento que trataba de ser de algún lugar difícil de determinar. –Prefiero el manga-, sumó gratuitamente. Miré su camiseta con el símbolo de la hoja roja de NERV.
-Veo-, solté.
-Neon Genesis Evangelion-, comentó el freak, moviendo la cabeza, como afirmando no sé qué. Se quedó callado por un segundo y agregó que el mundo estaba muy cagado. Definitivamente estaba dentro de un muy buen viaje.
Miré hacia la fiesta, una docena de cabezas saltaban en forma arrítmica, asaltadas por flashes cortos de varios colores. Antes de estar con mi novia, salí un tiempo con una estudiante de literatura. Una vez me contó que un escritor francés o italiano o de algún lugar de Europa, había dicho que las fiestas eran como las guerras. O al revés, no me acuerdo mucho, sólo que me gustó mucho la comparación. Cada vez pienso que ese escritor tenía toda la razón, debería llamar a mi ex para preguntarle el nombre del libro, si lo encuentro, juro que lo leo completo. Por encima de las cabezas, una pareja de Djs totalmente calvos saltaban sobre sus máquinas, el primero encima de las tornamesas, el otro junto a un iBook transparente.
-¿Quieres?-, me preguntó mi novia mostrándome una pequeña cápsula de gel rojo. Cuando le respondí que no, me dijo que era fome y que se iba a largar a bailar sola. Se metió la pastilla entera y saltó hacía la masa movediza. Mientras la veía hundirse en el corazón de la fiesta noté que mi socia estaba al lado mío, también mirándola.
-Mi hermana está loca, un día se va a matar. Yo que tú la cuido, porque mis viejos te van a culiar cuando eso pase.
No la había visto llegar pero ahí estaba, con sus lentes enmarcados en plata, su pelo doblado en una trenza y su gruesa chaqueta negra. Hacía una semana que no la veía y me parecía que estaba más gorda que antes, que había subido por lo menos cinco kilos.
-Kümen traipin-, me saludó en mapu, sabiendo que odio cuando lo hace. Me pasó una Heinneken en tarro.
-Un regalo, por el atraso-, dijo.
-¿Cómo supiste que estábamos acá?-, le pregunté.
-Sumé y resté. Llegué tarde a las peleas, pregunté por ahí, me contaron de esta fiesta y como el dueño de casa es conocido de tu novia, jugué al descarte, no fue tan difícil.
-¿Sabes algo de una tal Igriega?-, le pregunté.
-No más que tu…
-Quieren que la encuentre
-She is dead, very muerta, hermanito.
-Lo sé, pero sigue mandándole correos a mi jefe.
-Servicio stalker…
-Pagan bien…
-Por una muerta
-Re muerta
-Los muertos no se conectan.
-La pura verdad.
-Ven, vamos a hablar a otro lado. Esta fiesta está como el pico y yo odio el pico. Además quiero mostrarte algo.
Tiró el tarro de cerveza al piso y lo apretó con los zapatos, luego caminó hacia la puerta.
-Te espero afuera.
Busqué a mi novia y la vi bailando con una chica guapísima, morena, ojos grandes, cabello enrollado, piel sudada y uno de esos vestidos ajustados que parecen estar hechos de tela viviente. Le quiero regalar uno de esos a mi novia para su cumpleaños, aunque lo más seguro es que para entonces ya estén pasados de moda. Se veían bien bailando juntas, eran como una foto perfecta. Movimientos ondulantes, infantiles y dulces. Me acerqué por detrás de mi novia y le murmuré que me iba con su hermana.
-No creo que vuelva, mañana hablamos.
Si me escuchó no entendió nada, estaba llegando cada vez más arriba, bien por ella. Cuando me aparté mis ojos se cruzaron con los de la otra chica, sólo eso, un momento.
-¿DÓNDE VAMOS?-, le pregunté a mi socia, cuando noté que el taxi nos estaba llevando al otro lado de Temuco, cerca de la estación de ferrocarriles.
-¿Qué onda, pu peñi? Tranquilo, no te voy a hacer nada, ni que me interesaras.
El taxista miró por el retrovisor y me hizo un gesto extraño, como diciéndome que estaba cagado con la amiga. Nos detuvimos cerca de un cruce y mi socia pagó la carrera. Ella se bajó primero y me llevó al otro lado de las líneas, junto unas bodegas oxidadas. A lo lejos piteó una locomotora diesel.
Terminó de pintarla hacía sólo un par de horas y lo primero que me contó es que había tardado cuatro noches en hacerla, desde el trazo inicial a la tercera cubierta de latex. Era la figura de una mujer morena y musculosa, completamente desnuda. Se veía fuerte y sudada, con unas heridas cortantes encima de un pecho y la mirada extraña, entre ida y triste. Aunque sus formas eran femeninas y acogedoras, no podía decirse que fuera una mujer hermosa. Calculé que medía poco más de tres metros desde la cabeza a la punta de los pies.
-Es una esclava-, describió mi amiga-, está herida, golpeada y pronto la van a matar.
-¿Qué hizo?-, le pregunté.
-¿Por qué no me preguntas como se llama? ¿O que te su teléfono, o que qué quise decir al pintarla?
-...
-...
Nos quedamos callados, ambos, mirando la noche y al gran dibujo. Mi socia y mejor amiga se sentó en el suelo y sacó un pito enorme. Lo encendió y le dio una chupada, de ahí me lo pasó. Hice lo mío, estaba bastante bueno. Una quemada y hormigas en la punta de los dedos, ojos que se cansan y ruidos galácticos, lengua muerta.
-Epu wülemeu-, pensó en voz alta.
-¿Dos días para qué?-, había entendido eso.
-Para que un huevón de mierda la borre o le pinte encima un mensaje mapuche.
-¿Qué no eras simpatizante?
-Moda-, su sinceridad siempre me asustó. Le pedí el cigarrillo, me lo negó y me explicó que quería terminarlo.
-…
Nos conocimos en la Universidad, primer año de ingeniería en administración y diseño de sistemas. Ella quería hacer videojuegos y crear softwares con agentes autónomos de inteligencia artificial, toda esa mierda que te inyectan en el colegio y en el Discovery Channel. Mi historia era bastante más simple: había sacado un buen puntaje en la prueba y tenía una beca excelente que consiguió mamá con su novio de entonces. No se como ni cuando hablamos por primera vez, lo cierto es que es la mejor hacker que conozco, aunque ya nadie use esa palabra. No sé de nadie que tenga su velocidad de feedback, al menos en este culo del mundo. Se dedicó mucho a eso y no tardaron en echarla de la Universidad, sólo duró tres semestres. Yo aguanté un poco más. No tiene buenos antecedentes así que es una eterna desempleada, por eso la contraté de programadora fantasma. Es mejor que yo, así que le pago por trabajos y ayudas extras y extraordinarias, desde los crackeos y bombardeos que hacía en mi pega anterior hasta soluciones pajeras a problemas de sistema en Entrered. Lo hace bien, funcionamos bien juntos: cuarenta por ciento para ella, sesenta para mí. Además me presentó a su hermana y me dio permiso para tirármela, dijo que la única forma que no se convirtiera en una perra de 13 años era teniendo a un tipo estable a su lado que le diera sexo del bueno. Me confió esa misión, supongo que la quiero por eso. Podría decir que es mi mejor amiga, o algo así. En una ocasión traté de darle un beso, claro, yo estaba borracho y entonces no sabía que sus gustos iban por otra clase de entrepiernas.
-¿Vamos?-, le pregunté.
-Espera, quiero mirarla un rato más. ¿No te gusta pajearte con dibujos?-, me comentó mientras se metía la mano derecha dentro del pantalón. Un helicóptero de los pacos pasó sobre nosotros y se perdió hacia las afueras de la ciudad. Me acordé del rumor de los helicópteros PEM, estoy seguro que es cierto.
-Un superhéroe Marvel-, le dije con aburrida amabilidad, bastante chato con la perra de mi socia que no aparecía por ninguna parte.
-I know it-, me respondió con un horrible acento que trataba de ser de algún lugar difícil de determinar. –Prefiero el manga-, sumó gratuitamente. Miré su camiseta con el símbolo de la hoja roja de NERV.
-Veo-, solté.
-Neon Genesis Evangelion-, comentó el freak, moviendo la cabeza, como afirmando no sé qué. Se quedó callado por un segundo y agregó que el mundo estaba muy cagado. Definitivamente estaba dentro de un muy buen viaje.
Miré hacia la fiesta, una docena de cabezas saltaban en forma arrítmica, asaltadas por flashes cortos de varios colores. Antes de estar con mi novia, salí un tiempo con una estudiante de literatura. Una vez me contó que un escritor francés o italiano o de algún lugar de Europa, había dicho que las fiestas eran como las guerras. O al revés, no me acuerdo mucho, sólo que me gustó mucho la comparación. Cada vez pienso que ese escritor tenía toda la razón, debería llamar a mi ex para preguntarle el nombre del libro, si lo encuentro, juro que lo leo completo. Por encima de las cabezas, una pareja de Djs totalmente calvos saltaban sobre sus máquinas, el primero encima de las tornamesas, el otro junto a un iBook transparente.
-¿Quieres?-, me preguntó mi novia mostrándome una pequeña cápsula de gel rojo. Cuando le respondí que no, me dijo que era fome y que se iba a largar a bailar sola. Se metió la pastilla entera y saltó hacía la masa movediza. Mientras la veía hundirse en el corazón de la fiesta noté que mi socia estaba al lado mío, también mirándola.
-Mi hermana está loca, un día se va a matar. Yo que tú la cuido, porque mis viejos te van a culiar cuando eso pase.
No la había visto llegar pero ahí estaba, con sus lentes enmarcados en plata, su pelo doblado en una trenza y su gruesa chaqueta negra. Hacía una semana que no la veía y me parecía que estaba más gorda que antes, que había subido por lo menos cinco kilos.
-Kümen traipin-, me saludó en mapu, sabiendo que odio cuando lo hace. Me pasó una Heinneken en tarro.
-Un regalo, por el atraso-, dijo.
-¿Cómo supiste que estábamos acá?-, le pregunté.
-Sumé y resté. Llegué tarde a las peleas, pregunté por ahí, me contaron de esta fiesta y como el dueño de casa es conocido de tu novia, jugué al descarte, no fue tan difícil.
-¿Sabes algo de una tal Igriega?-, le pregunté.
-No más que tu…
-Quieren que la encuentre
-She is dead, very muerta, hermanito.
-Lo sé, pero sigue mandándole correos a mi jefe.
-Servicio stalker…
-Pagan bien…
-Por una muerta
-Re muerta
-Los muertos no se conectan.
-La pura verdad.
-Ven, vamos a hablar a otro lado. Esta fiesta está como el pico y yo odio el pico. Además quiero mostrarte algo.
Tiró el tarro de cerveza al piso y lo apretó con los zapatos, luego caminó hacia la puerta.
-Te espero afuera.
Busqué a mi novia y la vi bailando con una chica guapísima, morena, ojos grandes, cabello enrollado, piel sudada y uno de esos vestidos ajustados que parecen estar hechos de tela viviente. Le quiero regalar uno de esos a mi novia para su cumpleaños, aunque lo más seguro es que para entonces ya estén pasados de moda. Se veían bien bailando juntas, eran como una foto perfecta. Movimientos ondulantes, infantiles y dulces. Me acerqué por detrás de mi novia y le murmuré que me iba con su hermana.
-No creo que vuelva, mañana hablamos.
Si me escuchó no entendió nada, estaba llegando cada vez más arriba, bien por ella. Cuando me aparté mis ojos se cruzaron con los de la otra chica, sólo eso, un momento.
-¿DÓNDE VAMOS?-, le pregunté a mi socia, cuando noté que el taxi nos estaba llevando al otro lado de Temuco, cerca de la estación de ferrocarriles.
-¿Qué onda, pu peñi? Tranquilo, no te voy a hacer nada, ni que me interesaras.
El taxista miró por el retrovisor y me hizo un gesto extraño, como diciéndome que estaba cagado con la amiga. Nos detuvimos cerca de un cruce y mi socia pagó la carrera. Ella se bajó primero y me llevó al otro lado de las líneas, junto unas bodegas oxidadas. A lo lejos piteó una locomotora diesel.
Terminó de pintarla hacía sólo un par de horas y lo primero que me contó es que había tardado cuatro noches en hacerla, desde el trazo inicial a la tercera cubierta de latex. Era la figura de una mujer morena y musculosa, completamente desnuda. Se veía fuerte y sudada, con unas heridas cortantes encima de un pecho y la mirada extraña, entre ida y triste. Aunque sus formas eran femeninas y acogedoras, no podía decirse que fuera una mujer hermosa. Calculé que medía poco más de tres metros desde la cabeza a la punta de los pies.
-Es una esclava-, describió mi amiga-, está herida, golpeada y pronto la van a matar.
-¿Qué hizo?-, le pregunté.
-¿Por qué no me preguntas como se llama? ¿O que te su teléfono, o que qué quise decir al pintarla?
-...
-...
Nos quedamos callados, ambos, mirando la noche y al gran dibujo. Mi socia y mejor amiga se sentó en el suelo y sacó un pito enorme. Lo encendió y le dio una chupada, de ahí me lo pasó. Hice lo mío, estaba bastante bueno. Una quemada y hormigas en la punta de los dedos, ojos que se cansan y ruidos galácticos, lengua muerta.
-Epu wülemeu-, pensó en voz alta.
-¿Dos días para qué?-, había entendido eso.
-Para que un huevón de mierda la borre o le pinte encima un mensaje mapuche.
-¿Qué no eras simpatizante?
-Moda-, su sinceridad siempre me asustó. Le pedí el cigarrillo, me lo negó y me explicó que quería terminarlo.
-…
Nos conocimos en la Universidad, primer año de ingeniería en administración y diseño de sistemas. Ella quería hacer videojuegos y crear softwares con agentes autónomos de inteligencia artificial, toda esa mierda que te inyectan en el colegio y en el Discovery Channel. Mi historia era bastante más simple: había sacado un buen puntaje en la prueba y tenía una beca excelente que consiguió mamá con su novio de entonces. No se como ni cuando hablamos por primera vez, lo cierto es que es la mejor hacker que conozco, aunque ya nadie use esa palabra. No sé de nadie que tenga su velocidad de feedback, al menos en este culo del mundo. Se dedicó mucho a eso y no tardaron en echarla de la Universidad, sólo duró tres semestres. Yo aguanté un poco más. No tiene buenos antecedentes así que es una eterna desempleada, por eso la contraté de programadora fantasma. Es mejor que yo, así que le pago por trabajos y ayudas extras y extraordinarias, desde los crackeos y bombardeos que hacía en mi pega anterior hasta soluciones pajeras a problemas de sistema en Entrered. Lo hace bien, funcionamos bien juntos: cuarenta por ciento para ella, sesenta para mí. Además me presentó a su hermana y me dio permiso para tirármela, dijo que la única forma que no se convirtiera en una perra de 13 años era teniendo a un tipo estable a su lado que le diera sexo del bueno. Me confió esa misión, supongo que la quiero por eso. Podría decir que es mi mejor amiga, o algo así. En una ocasión traté de darle un beso, claro, yo estaba borracho y entonces no sabía que sus gustos iban por otra clase de entrepiernas.
-¿Vamos?-, le pregunté.
-Espera, quiero mirarla un rato más. ¿No te gusta pajearte con dibujos?-, me comentó mientras se metía la mano derecha dentro del pantalón. Un helicóptero de los pacos pasó sobre nosotros y se perdió hacia las afueras de la ciudad. Me acordé del rumor de los helicópteros PEM, estoy seguro que es cierto.
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