EL QUE MERODEA EN LA LLUVIA: HOY EN WIKEN
Columna publicada hoy en Wiken. Como siempre, agradezco comentarios en la página de blogs de El Mercurio, así sumo puntos.
DEPENDENCIA NACIONAL
El próximo estreno de la nueva película de Matías Bize da luces sobre la buena salud de la esquina independiente del cine nacional, pero también del pésimo estado de nuestro séptimo arte como industria de proyección comercial.
La primera película de la cual escribí como crítico para esta revista (y este diario), fue Señales de M. Night Shyamalan. Un filme que hasta el día de hoy me da rabia, porque siento que perfectamente podría haber sido chileno: un relato intimista acerca de un tema tan cinematográficamente universal como una invasión marciana, pero contado desde la perspectiva de una familia aislada en el campo, sin costosos efectos especiales, sólo ambiente y buenas actuaciones. Shyamalan lo situó cerca de Filadelfia, pero podría haber ocurrido alrededor de Chillán. Sentí además que esa historia ya la conocía y la había leído precisamente en un libro de un autor chileno: El que merodea en la lluvia, del recién fallecido Hugo Correa. Moraleja: en Chile no hay falta de ideas, lo que brilla por su ausencia es quien se encargue de buscarlas y llevarlas a pantalla, que es algo muy distinto, simplemente necesitamos productores.
La próxima semana debiera estrenarse Lo Bueno de Llorar, la más reciente película de Matías Bize, tal vez el más premiado de nuestros nuevos cineastas. Punta de lanza de una generación donde brillan nombres como Sebastián Lelio, Alicia Scherson y José Luís Torres Leiva entre otros. Lo Bueno de Llorar, como la obra entera de Bize y sus compañeros de reparto, es una película intima, llena de buenos momentos y mejores intensiones. Y en esa virtud está el gran dilema que creo enfrenta nuestro cine en su camino a convertirse en industria: ser justamente industria.
La salud de nuestro cine independiente rebosa. Hay filmes que ganan festivales y llenan portadas de revistas especializadas, pero ¿se están viendo? ¿Es tan importante ganar un certamen en Polonia –por tirar un nombre al azar- si no enganchamos al gran público? ¿Qué nos conviene para dar el gran salto fílmico, continuar buscando al nuevo Raúl Ruiz o hacer de Chile la capital del nuevo cine hispano de terror, por ejemplo? Y ojo, lo de terror no es al azar. De todos los países latinoamericanos, el nuestro es el que tiene la mayor base de datos de fantasmas, aparecidos, ciudades perdidas y entierros; convertir esa riqueza en películas “dependientes”, dirigidas al gran público es una mina de oro que alguien debiera (y debe) explotar.
Si ya ganamos la independencia, ahora hay que correr tras la dependencia. Que ojo, no es una forma bonita de decir “comercial”, sino una manera inteligente de hacer cine masivo y al mismo tiempo de calidad. Y aquí los roles claves no están ni en una nueva generación de directores, ni menos de guionistas, sino en el surgimiento de una nueva camada de productores, tipos que asuman el concepto de produautor y que junto con generar las “lucas”, rastreen historias y busquen escritores y directores para encargar las tareas. Que vean el cine no como arte, ni como un paso para la tele, sino como mitología de pop corn.
Hace poco, el escritor boliviano Edmundo Paz Soldan escribió en su blog que la mejor literatura de género en español se estaba escribiendo en Chile. Que novelas como Ygdrasil o el Púgil inventaban mundos, pero también hacían universal la mitología chilena, mezclando invunches con cyborgs. Buena salud y buenos aires para los libros, algo que debiera contagiar a las películas. Ese es un buen primer paso, el segundo dejar de pensar en el poto y la teta como sinónimo de cine para las masas, porque mientras no exiliemos de nuestra filmografía engendros como Mansacue no vamos a ir a ninguna parte. Y el enemigo en este cambio de switch, no es Bize ni nuestros indies, sino todo lo contrario, Che Copete y La Vida es una Lotería.
DEPENDENCIA NACIONAL
El próximo estreno de la nueva película de Matías Bize da luces sobre la buena salud de la esquina independiente del cine nacional, pero también del pésimo estado de nuestro séptimo arte como industria de proyección comercial.
La primera película de la cual escribí como crítico para esta revista (y este diario), fue Señales de M. Night Shyamalan. Un filme que hasta el día de hoy me da rabia, porque siento que perfectamente podría haber sido chileno: un relato intimista acerca de un tema tan cinematográficamente universal como una invasión marciana, pero contado desde la perspectiva de una familia aislada en el campo, sin costosos efectos especiales, sólo ambiente y buenas actuaciones. Shyamalan lo situó cerca de Filadelfia, pero podría haber ocurrido alrededor de Chillán. Sentí además que esa historia ya la conocía y la había leído precisamente en un libro de un autor chileno: El que merodea en la lluvia, del recién fallecido Hugo Correa. Moraleja: en Chile no hay falta de ideas, lo que brilla por su ausencia es quien se encargue de buscarlas y llevarlas a pantalla, que es algo muy distinto, simplemente necesitamos productores.
La próxima semana debiera estrenarse Lo Bueno de Llorar, la más reciente película de Matías Bize, tal vez el más premiado de nuestros nuevos cineastas. Punta de lanza de una generación donde brillan nombres como Sebastián Lelio, Alicia Scherson y José Luís Torres Leiva entre otros. Lo Bueno de Llorar, como la obra entera de Bize y sus compañeros de reparto, es una película intima, llena de buenos momentos y mejores intensiones. Y en esa virtud está el gran dilema que creo enfrenta nuestro cine en su camino a convertirse en industria: ser justamente industria.
La salud de nuestro cine independiente rebosa. Hay filmes que ganan festivales y llenan portadas de revistas especializadas, pero ¿se están viendo? ¿Es tan importante ganar un certamen en Polonia –por tirar un nombre al azar- si no enganchamos al gran público? ¿Qué nos conviene para dar el gran salto fílmico, continuar buscando al nuevo Raúl Ruiz o hacer de Chile la capital del nuevo cine hispano de terror, por ejemplo? Y ojo, lo de terror no es al azar. De todos los países latinoamericanos, el nuestro es el que tiene la mayor base de datos de fantasmas, aparecidos, ciudades perdidas y entierros; convertir esa riqueza en películas “dependientes”, dirigidas al gran público es una mina de oro que alguien debiera (y debe) explotar.
Si ya ganamos la independencia, ahora hay que correr tras la dependencia. Que ojo, no es una forma bonita de decir “comercial”, sino una manera inteligente de hacer cine masivo y al mismo tiempo de calidad. Y aquí los roles claves no están ni en una nueva generación de directores, ni menos de guionistas, sino en el surgimiento de una nueva camada de productores, tipos que asuman el concepto de produautor y que junto con generar las “lucas”, rastreen historias y busquen escritores y directores para encargar las tareas. Que vean el cine no como arte, ni como un paso para la tele, sino como mitología de pop corn.
Hace poco, el escritor boliviano Edmundo Paz Soldan escribió en su blog que la mejor literatura de género en español se estaba escribiendo en Chile. Que novelas como Ygdrasil o el Púgil inventaban mundos, pero también hacían universal la mitología chilena, mezclando invunches con cyborgs. Buena salud y buenos aires para los libros, algo que debiera contagiar a las películas. Ese es un buen primer paso, el segundo dejar de pensar en el poto y la teta como sinónimo de cine para las masas, porque mientras no exiliemos de nuestra filmografía engendros como Mansacue no vamos a ir a ninguna parte. Y el enemigo en este cambio de switch, no es Bize ni nuestros indies, sino todo lo contrario, Che Copete y La Vida es una Lotería.
Etiquetas: Artículos propios, Cine, Fuera de Foco
1 Comentarios:
Buena columna, pero yo no diría que necesitamos puros productores. Por ejempli, ¿tenemos guionistas que manejen los códigos de ese tipo de material? No estoy muy seguro.
Tomemos por ejemplo a López con Santos. A mí me quedó clarísimo que el tipo es mucho mejor productor que guionista, aunque probablemente a él le costaría un tiempo asumir eso.
Publicar un comentario
<< Página Principal