FORTEGAVERSO: COLIN CAMPBELL (18 PARTE)

domingo, septiembre 14, 2008

COLIN CAMPBELL (18 PARTE)


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COLIN CAMPBELL DECIA que el mes más importante del siglo XX, había sido Junio de 1938. La fecha en que el mundo conoció la palabra Superhéroe. Ese mes apareció en kioscos la Action Comics N° 1 y con ella Superman. Y desde entonces las cosas cambiaron para siempre. Un año después, tontos un poco locos, un poco enfermos, comenzaron a vestir disfraces de colores y a defender con sus propias manos los valores de la verdad y la justicia en lasa grandes capitales del mundo. La mayoría no duraron mucho y cayeron por sus propios errores y balas perdidas y directas de los malhechores que intentaron atrapar. Así, mientras DC Comics y las editoriales que vinieron después le hicieron creer al mundo que los vigilantes disfrazados, con poderes extraordinarios eran cosa de historias dibujadas e inventos de escritores y pintores, las actas policiales de Nueva York, Londres, Paris, Ciudad de México y Buenos Aires escribieron una historia secreta muy distinta, la de los verdaderos superhéroes, que desde las sombras de sus ciudades redactaron una peculiar lucha entre el bien y el mal bajo los límites de las modernas urbes del siglo XX.
El primer superhéroe chileno del que se tiene reporte, pues lo más probable es que hayan habido uno o varios antes, apareció en junio de 1941. El Sereno estaba inspirado tanto en un personaje popular de la época de la Colinia Chileno, cuando el policia nocturno del Santiago del nuevo Extremo se paseaba junto a un farol, gritando la hora nocturna y dictando la ley en la naciente ciudad. Pero El Sereno de 1941 era muy distinto del colonial y aunque conservaba el mismo nombre, su idea estaba mucho más cerca de Green Lantern, un personaje aparecido en las páginas de All Star Comics en 1940, vigilante que combatía el crimen con la ayuda de un anillo dotado de poderes maravillosos. El Sereno no llevaba un anillo, sino una linterna de gas usada en el ferrocarril la cual no tenía ningún poder, pero le dio al personaje su identidad de vigilante nocturno, del que daba luz a la noche Santiaguina. Del resto, se encargaban sus puños y Lucero, un fiel y bravo pastor alemán que lo acompañó en sus andanzas y que fue el primero de estos peculiares personajes que cayó bajo las balas del mal.
El Sereno no fue un personaje muy activo. Nunca peleó cuerpo a cuerpo contra delincuentes realmente poderosos. A lo más se dedicó a atrapar ladrones y pillos viejos de mala muerte. Era solo un tipo con un disfraz ridículo que intentó hacer la diferencia. Los diarios de la época dieron cabida a sus hazañas, aunque por más que él lo intentó, enviando cartas a Las Ultimas Noticias y otros medios, jamás publicaron su nombre. Era sólo un sujeto extraño, que llevaba una mascara y una capa ridículas como la de las historietas que se dedicaba a atrapar uno que otro ladrón con regular frecuencia. Por qué lo hacía, por simple voluntad de servir. Carabineros le llevó un expediente, pero tampoco se trató de algo muy serio. Simplemente lo dejaron ser. No molestaba. Era un loco, igual que tantos otros que merodeaban por la capital.
Distinto fue el caso del vigilante que apareció después de El Sereno y que por casi diez años, de 1942 a 1951, operó en Valparaíso. El Llorón vestía de negro, operaba tres noches a la semana y sus métodos rozaban los de los delincuentes que decía combatir. El Llorón era peligroso, de eso no había duda, por lo mismo fueron abundantes las escaramuzas de la policía del puerto por atraparlo. Al contrario que su colega Santiaguino, El Llorón no huía de las armas, operaba con un par de revólveres y una especie de báculo de metal. Quienes se enfrentaban a él salían muy mal heridos. Lo peor es que parecía no distinguir entre malhechores y policías. Se sabía que combatía el crimen, pero también que enfrentaba con la misma pasión a quienquiera que se cruzara en su camino. El Llorón había tomado su nombre de un personaje típico de la mitología popular de la zona central de Chile, el de la Llorona, mujer fantasmal que gritaba sus penas a la noche. Vestido de negro, de pies a cabeza, con una capa en forma de capucha, El Llorón decía ofrecer su cruzada nocturna como una forma de pagar sus culpas. Más que un héroe propiamente tal, el encapotado de Valparaíso se convirtió en una figura sinónimo del más puro de los horrores nocturnos que pudiera proyectar nuestro puerto principal. Es verdad, El Llorón fue nuestro Batman y la exótica geografía urbana de Valparaíso, nuestra versión de la Gotham City de los cómics.
Para 1943, mientras el norte del mundo intentaba sobrevivir a la gran guerra, las calles de Santiago, Valparaíso y Concepción vivía su propia y peculiar aventura. Aunque los medios los ignoraban, el boca a boca, el rumor que hace leyenda, hizo de nuestros héroes locales parte importante del folklore urbano de fines de la primera mitad del siglo XX. A El Sereno se le unió el Angel Rojo en Santiago, al porteño Llorón comenzó a acompañarlo una siniestra mujer que se hacía llamar La Viuda, mientras las radios y los barrios de Concepción y Talcahuano decían ser protegidos por un musculoso gigante que decía llamarse Caupolicán. Fue este último quien marcó la pauta la atrapar a una banda completa de maleantes en el Puerto de San Vicente, los que aparecieron una mañana golpeados y amarrados junto al botín que habían robado y a una carta en la que claramente la firma de Caupolicán, El Gran Toqui, declaraba ser el nuevo y fiel vecino protector de la metrópolis penquista. El Diario El Sur de Concepción fue el primer medio importante en dedicarla el titular de primera página a un vigilante urbano local.
Ordenipatria fue el primer superhéroe oficial de Chile. Y uno de los pocos ampliamente conocido por la masa, aunque claro, jamás arriesgó su vida luchando contra malhechores por la noche y no fue mas que la pantalla publicitaria con la que el Carabineros de Chile festejó sus primeros veinte años de vida institucional. El 27 de Abril de 1947, ante la presencia del Presidente Gabriel Gonzalez Videla, la policia uniformada se unió a la moda de las capas y antifaces. Ordenipatria fue el supercarabinero, la capa oficialista de las fuerzas de orden y seguridad. Un aviso publicitario andante, de carne y hueso. El absoluto guardián de la ley y la justicia en Chile, la primera obra maestra de la publicidad nacional. Durante todo 1947, la imagen de Ordenipatria apareció en portadas de revistas, avisos en diarios y radioteatros a lo largo y ancho de la extensa geografía chilena. Se hicieron tiras cómicas publicadas en diarios e incluso se vendieron figuras articuladas del personaje, que fue encarnado por cinco suboficiales de Carabineros distintos. No era un superhéroe de verdad, cierto, pero simbolizaba todo el poder del mito que sucedía en las calles de las grandes ciudades chilenas. No era un real vigilante, pero si el único que se convirtió en estrella y símbolo sociocultural del Chile de mediados del siglo pasado. Su imagen hizo que la Escuela de Carabineros prácticamente duplicara si número de postulaciones y se convirtió en el símbolo absoluto de la llamada raza chilena, cuando en 1948, acompañó al Presidente González Videla en la fundación de la Base Bernardo O´Higgins, pri8mer bastión de presencia nacional en el territorio Antártico.
Ordenipatria, el primero de los disfrazados que llevó este nombre, fue lo más parecido a Superman o al Capitán América que hemos tenido, pero fue también la primera piedra en el entierro de esta primera generación de vengadores callejeros nacionales, el final de nuestra privada Edad de Oro.
El 28 de noviembre de 1948 fue hallado bajo el Puente Pio Nono, a un costado de la Escuela de Derecho de la Universidad de Chile el cadáver de Salvador Guillen Valdivieso, ingeniero de 40 años, soltero y figura bastante conocida de la socialité Santiaguina. Su cuerpo estaba mutilado con más de 30 puñaladas, cortes profundos y estoques que prácticamente le arrancaron el corazón. Guillen Valdivieso llevaba la ropa de El Sereno. Aunque claro, de eso jamás se dijo nada, solo que el conocido Playboy santiaguino había perecido víctima de un feroz asalto en el sector del Barrio Bellavista. Por las mismas fechas el llamado Angel Rojo también desapareció de escena, al igual que Caupolicán de Concepción, cuya última acción documentada apunta al 3 de marzo de 1947. La Viuda y el Llorón fueron los que más estiraron su cruzada, habiendo referencias de apariciones de los siniestros vigilantes porteños hasta bien entrada la década de los cincuenta.
El mundo del cómic habla de los años sesenta como la Edad de Plata, el periodo en que el surgimiento de los personajes de Marvel, como Spider-Man, los Cuatro Fantásticos, Hulk y los X-Men, y la reformulación de los clásicos campeones de DC Comics le dieron un nuevo espaldarazo a la imagen del superhéroe en el inconsciente colectivo. Pero al contrario que a fines de los treinta, en esta ocasión no se dio en las grandes ciudades del mundo una plaga de sujetos anónimos intentando imitar las hazañas de los personajes de papel. Si hay denuncias de justicieros urbanos, cazadores de criminales que tomaron la justicia en sus manos, pero ninguno de ellos vistió un traje multicolor y protegió su rostro con un antifaz ridículo. Esos tiempos ya eran historia y se debían de regresar era por obra y gracia de la publicidad y campañas gubernamentales. Los superhéroes chilenos de la década de los 60 tuvieron más que ver con Ordenipatria que con El Sereno y –mucho menos- con el Llorón. Los superhéroes de la nueva era abandonaron la provincia y aunque se promovieron con slogan que los apuntaban como propiedad de todos los chilenos, fueron un asunto de interés estrictamente Santiaguino.
Nuestra Edad de Plata comenzó oficialmente el 30 de Mayo de 1962, cuando en la ceremonia de inauguración del Séptimo Campeonato Mundial de Fútbol en el Estadio Nacional de Santiago de Chile, el Presidente de la Federación de Fútbol, Juan Goñi presentó ante la enardecida multitud a La Selección Tricolor, los vigilantes oficiales de Mundial Chileno y la nueva generación de Superhéroes Chilenos. La idea de crear este equipo había sido del propio Carlos Dittborn, gestor del Mundial del 62, fallecido meses antes. Dittborn había encargado a un equipo especial del departamento de prensa y relaciones públicas de la organización del campeonato que crearan un símbolo para este, uno que fuera más allá de las tradicionales e infantiles mascotas mundialeras. Pedro Fornazari, jefe de Prensa, contrato a Mario Uso, destacado y veterano ilustrador chileno de ascendencia italiana para que ideara este solicitado símbolo. Y Uso era sin lugar a dudas la persona idónea, en su currículo destacaba la creación y el diseño de Ordeinapatria, el más popular de los superhéroes patrios. Fue así como el estudio de Uso y asociados propuso a la Federación la creación de un equipo de superhéroes inspirados en la Selección Nacional, el cual apropiadamente fue llamado Selección Tricolor ya que sus uniformes y capas ostentarían los simbólicos colores patrios. Juan Francisco Iturra, secretario de Prensa del Gobierno de Jorge Allesandri Rodriguez vio con buenos ojos esta iniciativa y dio todo el apoyo del estado a ella, la Selección Tricolor no sólo debía ser un símbolo futbolístico, sino también un icono de esperanza nacional tras el devastador terremoto de 1962. Y así fue. Tanto que jamás nadie se preguntó porque no habían aparecido un par de meses antes para ayudar a los damnificados en el pavoroso cataclismo que prácticamente había sepultado a la sureña ciudad de Valdivia.
El propio Ordeinpatria, en su regreso a la acción, presentó en la ceremonia inaugural del Mundial del 62 a la flamante Selección Tricolor, comandada por el altivo y delantero, Capitán Tricolor e integrado por Portero Tricolor, el rudo del equipo, Defensor Tricolor, el joven impetuoso, Juez Tricolor, el cerebro y arbitro y Señorita Tricolor, la bella de bellas, figura que no tenía mucho que ver con el fútbol pero que daba el toque sensual y femenino al equipo, además de aportar la siempre necesaria tensión sexual entre sus integrantes. Aunque todo el mundo sabía que desde un principio que los ojos de la bella pelirroja se habían puesto sobre el obviamente apuesto Capitán Tricolor. Por casi ocho años, de 1962 al 69 la Selección Tricolor acompañados por Ordenipatria protagonizaron giras por todo Chile, radioteatros y revistas de historietas. Inspiraron muñecos de acción y fueron el sueño de cada niño chileno, todos querían cuando grande ser miembro de la Selección Tricolor. Su popularidad solo fue equiparada por la de los nuevos cantantes chilenos de la llamada Nueva Ola, sin embargo ni el arrastre de figuras como los Red Junior (cuyo nombre se pensó a partir de una estrategia para crear un equipo de héroes cantantes) o la de José Alfredo Fuentes tuvieron el poder popular de un Capitan o un Portero Tricolor. Sin embargo el 20 de Julio de 1969 el astronauta norteamericano Neil Armstrong pisó la superficie lunar y con ese acto no solo marco el gran salto para la humanidad, sino el fin de los superhéroes como campeones populares. Los niños y adolescentes ya no querían ser vigilantes enmascarados de grandes, sino ir a la luna en un cohete. La carrera espacial había dejado claro que no se necesitaban ni identidades secretas ni poderes extraordinarios para convertirse en el más grande de los héroes. Mario Uso y su equipo de dibujantes intentaron darle un nuevo impulso a la Selección Tricolor, matando al veterano Ordenipatria en una de las aventuras más tristes de la historia superheroica nacional y reemplazandolo luego por Astro Chileno, el primer cosmonauta de este lado del mundo. Pero no dio resultado. Como tampoco sucedió con la magnífica boda de Señorita Tricolor con Capitán Tricolor. Evento esperado por años pero que paradójicamente, cuando sucedió, no fue aclamado por las masas. El 20 de Febrero de 1970 se disuelve la Selección nacional y se acaba nuestra edad de Plata. Pasarían diez años antes de que volviéramos a tener Superhéroes Patrios.

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