BUENAS PELICULAS, PELICULAS BUENAS
Version extendida de la columna publicada hoy en Wiken. Como siempre agradezco coments en los blogs mercuriales.
LA BUENA MANIPULACION
Había escuchado decir que El curioso caso de Benjamín Button equivalía a la carrera de David Fincher lo que El gran pez a la de Tim Burton. Un oasis necesario, un viaje interior, una explosión de emoción y colores, agreguen el adjetivo que quieran. Como aun no la he visto me quedé con la idea. Y en la idea parece ser una buena película, o mejor dicho una película buena, que es parecido pero no lo mismo.
–¡Pamplinas!– se exaltó un amigo, crítico cinematográfico, cuando le hice la comparación. –Vi la película el otro día y es raquítica, debilucha, nada nuevo, solo bonita y con demasiada crema dulce. Tramposa como pocas, charquicán para las masas, gringa como letra de country. Pero a ti te va a gustar porque a ti te gustó El gran pez.
¬–¿Es malo que me haya gustado?
¬–No, pero es inflar algo que no es ni la mitad de bueno de lo que la gente cree.
–No es inflar, es reconocer un valor en una obra más allá de los criterios estéticos. Además el country no es malo, deberías ver Nashville de Robert Altman, entenderías muchas cosas.
Y es verdad, me gustó El gran pez. De hecho me gustó mucho, y por lo mismo estoy conciente de que no es una gran película, está lejos de serlo, pero vaya que tiene momentos perfectos y puñaladas emotivas, pequeños instantes que te arrugan la guata y que en el fondo marcan la diferencia entre una buena película y una película buena, buena de bondadosa. Billy Wilder decía que no existían las películas excelentes, que el cine tenía demasiadas fallas para ser perfecto en 90 minutos, sino los grandes instantes cinematográficos: cada vez estoy más de acuerdo con el viejo. También que el cine (y las artes narrativas en general) debía partir emocionando, no queriendo cambiar al mundo: amén.
–Tal vez El gran pez no sea esa gran obra– continué –pero tiene sentimientos, logra identificarse con su público y eso, en las restas, es una virtud artística más relevante que la calidad narrativa, argumental, vanguardista o lo que quieras.
Tampoco soy ciego, es obvio que cintas como Garden State, On the wild o Juno, están hechas con caramelo, con un oportunismo que en el análisis profundo (grave e insoportable) puede parecer vergonzoso pero que a la larga resulta tan mágico como un beso quinceañero. Pensemos en Pequeña miss sunshine, noventa minutos de lugares comunes del cine indie americano: personajes creados para simpatizar, humor hecho a la medida de Sundance, instantes de calculadora, una banda sonora que te hace latir el corazón en el momento justo y epifanías armadas con moral de autoayuda onda El secreto, por algo a todo el mundo le gustó, porque en su supuesta visión de autor no había más que galletas con leche, o sea papel picado de buenas intenciones, algo que todos necesitamos y que todos queremos oír de vez en cuando.
Hay dos películas que me gustan mucho, Blade Runner y Say Anything, sé que la primera es mejor película, pero si tuviera que elegir una de ellas para llevarme a una isla desierta prefiero lejos la de Cameron Crowe, porque es como irse acompañado de una buena persona. Y un buen tipo es siempre mejor companía que alguien odiosamente inteligente, es cosa de aritmética básica, como la certeza de que una hamburguesa con papas fritas siempre será más rica que el plato más premiado del mejor restaurante de Santiago. Quizás por eso a medida que crecimos cambian tanto nuestros gustos y nos damos cuenta que Darren Aranovski no era tan bueno como pensabamos y que hay más placer en repetirse Breakfast club que Los buenos muchachos o El señor de los anillos. ¿Estoy tan errado? No lo creo, por algo todo Chile lloró con la escena de la sopa en Los 80 y en esos treinta segundos se olvidaron de ese otro fenómeno televisivo del año pasado llamado El señor de la Querencia. Por algo la mejor película de David Lynch no es Terciopelo Azul ni Mullholand Drive sino Una historia sencilla.
–El gran pez, El curioso caso… –bramó mi amigo –y todas las de Cameron Crowe son pura mentira, engaños supuestamente autorales, cuando no son más que acuarelas de naturaleza muerta.
–¿En tu casa no habían de esas acuarelas?
–Si.
–Bueno, ahí tienes tu respuesta.
–Pura manipulación emocional.
–Buena manipulación, que es otro cuento.
¬–¿Es malo que me haya gustado?
¬–No, pero es inflar algo que no es ni la mitad de bueno de lo que la gente cree.
–No es inflar, es reconocer un valor en una obra más allá de los criterios estéticos. Además el country no es malo, deberías ver Nashville de Robert Altman, entenderías muchas cosas.
Y es verdad, me gustó El gran pez. De hecho me gustó mucho, y por lo mismo estoy conciente de que no es una gran película, está lejos de serlo, pero vaya que tiene momentos perfectos y puñaladas emotivas, pequeños instantes que te arrugan la guata y que en el fondo marcan la diferencia entre una buena película y una película buena, buena de bondadosa. Billy Wilder decía que no existían las películas excelentes, que el cine tenía demasiadas fallas para ser perfecto en 90 minutos, sino los grandes instantes cinematográficos: cada vez estoy más de acuerdo con el viejo. También que el cine (y las artes narrativas en general) debía partir emocionando, no queriendo cambiar al mundo: amén.
–Tal vez El gran pez no sea esa gran obra– continué –pero tiene sentimientos, logra identificarse con su público y eso, en las restas, es una virtud artística más relevante que la calidad narrativa, argumental, vanguardista o lo que quieras.
Tampoco soy ciego, es obvio que cintas como Garden State, On the wild o Juno, están hechas con caramelo, con un oportunismo que en el análisis profundo (grave e insoportable) puede parecer vergonzoso pero que a la larga resulta tan mágico como un beso quinceañero. Pensemos en Pequeña miss sunshine, noventa minutos de lugares comunes del cine indie americano: personajes creados para simpatizar, humor hecho a la medida de Sundance, instantes de calculadora, una banda sonora que te hace latir el corazón en el momento justo y epifanías armadas con moral de autoayuda onda El secreto, por algo a todo el mundo le gustó, porque en su supuesta visión de autor no había más que galletas con leche, o sea papel picado de buenas intenciones, algo que todos necesitamos y que todos queremos oír de vez en cuando.
Hay dos películas que me gustan mucho, Blade Runner y Say Anything, sé que la primera es mejor película, pero si tuviera que elegir una de ellas para llevarme a una isla desierta prefiero lejos la de Cameron Crowe, porque es como irse acompañado de una buena persona. Y un buen tipo es siempre mejor companía que alguien odiosamente inteligente, es cosa de aritmética básica, como la certeza de que una hamburguesa con papas fritas siempre será más rica que el plato más premiado del mejor restaurante de Santiago. Quizás por eso a medida que crecimos cambian tanto nuestros gustos y nos damos cuenta que Darren Aranovski no era tan bueno como pensabamos y que hay más placer en repetirse Breakfast club que Los buenos muchachos o El señor de los anillos. ¿Estoy tan errado? No lo creo, por algo todo Chile lloró con la escena de la sopa en Los 80 y en esos treinta segundos se olvidaron de ese otro fenómeno televisivo del año pasado llamado El señor de la Querencia. Por algo la mejor película de David Lynch no es Terciopelo Azul ni Mullholand Drive sino Una historia sencilla.
–El gran pez, El curioso caso… –bramó mi amigo –y todas las de Cameron Crowe son pura mentira, engaños supuestamente autorales, cuando no son más que acuarelas de naturaleza muerta.
–¿En tu casa no habían de esas acuarelas?
–Si.
–Bueno, ahí tienes tu respuesta.
–Pura manipulación emocional.
–Buena manipulación, que es otro cuento.
Etiquetas: Cine, Fuera de Foco
6 Comentarios:
No he visto la última película de David Fincher, al igual que tú... pero, no puedo estar más de acuerdo con tu comentario... como cinéfilo, hace tiempo que no leído un artículo que me identificara tanto
Creo que hemos estamos hablando de lo mismo...cada vez admiro menos el despliegue intelectual por el emotivo, "manipulador" y todo...al fin y al cabo, un detalle que transmita genuina emoción siempre va valer más que la mejor redactada de las ideas. Ahora, si haces las dos cosas a la vez, eres un Genio, como McCartney o Woody Allen.
De a poco escribo mi "propuesta para novela juvenil de aventuras". Espero que mi borrador pueda robarte algo de tiempo y puedas darme algun comentario útil. En una de esas puede que hasta te guste.
Un buen verano para usted.
F.
Es verdad: valoramos un filme en términos de provocación. Ya sea que despierte conciencia, nos haga reflexionar, nos humille, nos haga soñar, nos aterre, nos dé esperanza, nos dé viñetas de nuestra vida pasada o presente, o de nuestra realidad.
Yo he llegado a la conclusión de que mis filmes favoritos tienen que ver con la interacción entre sus personajes, por sus relaciones humanas, ya sea en Sci-Fi, seudohistórica, documental, western, fantasía, pulp, etc. Son esos momentos los que más me llaman la atención, y hacen de una película una experiencia que quiera repetir, al menos, una vez más.
Cierto. Todo muy cierto, salvo lo de repetirse El Señor de los Anillos. Me encanta “El Gran Pez”. Mañana voy a ver “El curioso caso de Benjamín Button” y la verdad es que tengo muchas expectativas. Todo lo que veo, leo o escucho me gusta o no en base a lo que provoca en mis emociones. Si me alegra, si me entristece, ¡si me sorprende! Si me hace vibrar, etc. No me importa si son obras maestras en el sentido técnico o intelectual, basta con que dejen una huella en mí.
Saludos ;D
Vero Manríquez
En general, buena columna (aunque la analogía de la hamburguesa me pareció desafortunada; disfruto una buena hamburguesa con papas fritas tanto como cualquiera, pero he comido algunas que dejaban bastante que desear), pero me parece que faltó darle unas vueltas más a la idea central, para no meter en el mismo saco películas de distinta índole.
Una cosa es la emoción genuina y honesta, y otra son los lugares comunes, los clichés, la sensiblería y el sentimentalismo barato. O sea: por un lado están los directores cuya mayor preocupación es comunicar: una historia, personajes, una idea, un estado emocional, lo que sea; los narradores. Los que nos emocionan con el contenido que nos transmiten, en vez de apelar a trucos baratos. Y por otro lado están los que se preocupan más por la reacción que los espectadores van a tener a sus imágenes, que por lo que hay detrás de éstas. Los que buscan causar una emoción que ellos mismos no sienten; los prestidigitadores, con una mano en la baraja y otra en el espectador, desviando su atención con trucos mientras le pasan gato por liebre.
¿Cómo distinguir a unos de otros? A veces es fácil, cuando el prestidigitador no espera demasiada actividad mental por parte del espectador y la manipulación es llevada a cabo de manera burda y simplona. En estos casos, la reacción del espectador puede ir desde la indiferencia hasta la indignación al ver cuánto se subestima su inteligencia. También hay casos excepcionales, en que la manipulación es evidente, pero es realizada con gracia y de manera simpática, y uno acepta seguir la corriente y jugar a emocionarse, siendo consciente, no obstante, de los hilos de los cuales está tirando el director (a propósito, esto es lo que a mí me pasa con Big Fish, película que me cae bien, pero que encuentro que en la recta final no soportó que el abismo le devolviera la mirada, y como resultado arrugó en explorar su tema central hasta las últimas consecuencias, y en lugar de eso se fue a la segura y se sacó el pillo con un final que, aunque simpático y efectivo, es tremendamente complaciente con el espectador).
Otras veces es difícil y hasta subjetivo distinguir la emoción real del sentimentalismo chanta. Me parece que la clave la tiene la sabia Sarah Beach cuando dice:
“Clueless although very lightweight (intentionally so), is still very genuine about the emotional content. Something like Tearms of Endearment and Steel Magnolias wallows in emotional manipulation. "I'm going to make you care about these folks and then wring your guts with really sad stuff happening to them." In the Second Class of stories, the emotional content is all about making the audience feel things. It's not really about the characters feeling things, except to make the audience weep in sympathy. In Steel Magnolias, for a gal that's lived just about all her life with diabetes and its consequences, Shelby is the height of stupid - and yet we're suppose to want her to have everything she wants, and weep when she dies.
Genuine emotion. That's what sells the original Lethal Weapon. You think it did well theatrically because guys kept going back? Get real: not only was Mel at his best eye-candy stage, but the characters were geniune and engaging. I saw it 7 times in the theater. Heh.”.
Me gusta la lista de pelis, mi favorita es el curioso casa de benjamin la ame, me gusta ver series en linea desde mi pc o tv, es mi hobbie, puedo pasar horas y terminar muchas temporadas en un fin de semana.
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