FUERA DE FOCO: LAS GUERRAS NERDICAS
Versión extendida de la columna aparecida hoy en Wiken. Por cosas de espacio salió como con 1000 caracteres menos, y aunque quedó lo básico, igual se perdieron algunas buenas ideas. Como siempre se agradecen comentarios en los blog mercuriales.
NERD SET
Con tres capítulos vistos (más la espantosa película/piloto) de Star Wars: Las guerras clónicas, me declaro fuera del universo de George Lucas. Me demoré en hacerlo, pero ya no más. Siento que todo el cuentito de la fuerza, la horrenda metáfora del ángel caído en Anakin/Vader, las enseñanzas de autoayuda de Yoda no hicieron más que meterle el dedo en la boca (y estrujar las billeteras) a millones de fanáticos alrededor del mundo: mística de cajero automático, no más. Star Wars nunca fue la gran epopeya fílmica que por años pensamos, sino el germen de una mercadotecnia que va desde action figures hasta seudofilosofía en la línea de El Secreto.
Y sé que el párrafo anterior fue exagerado, pero lo hice a propósito, para hacer picar a los que aún tienen fe en George Lucas y sus muñecos digitales. Porque herir fanatismos extremos es hoy casi tan riesgoso como hablar de política o religión: son temas vedados, peligrosos incluso. Si hace años Salman Rushdie fue amenazado de muerte por el Islam cuando se burló de Mahoma, hoy escribir que Heath Ledger no se mereció el Oscar puede enfrentarte al nerdismo más extremo. Y lo sé por experiencia. El nombre mal escrito de un personaje de 24 me valió una veintena de cartas de odio a la redacción de otra revista, cuando escribí que Iron Maiden era en Chile un legitimo fenómeno de cultura pop (que lo es y no tiene nada que ver con el estilo musical) algunos metaleros me ofrecieron combos y a Fuguet prácticamente lo reventaron en los blogs de esta misma revista cuando declaró que no le interesaba ver Batman.
La velocidad de las cosas, el enemigo del nerd ya no es el atleta ni el chico popular, sino el nerd, que logró tener tribuna pública, el que se alejó del ghetto e hizo oficial años y años de conocimientos inútiles. Porque si ya es complicado conseguir tribuna, y que te paguen por ello, legitimarse entre los pares lo es aún más. Confieso que cuando era chico y leía a mis actuales colegas, anotaba en cuadernos (que perno) sus errores, porque claro, no tenía ni blog, ni facebook y ninguno de mi clan era peligroso. Ahora, en la era del 2.0, el fanático tiene voz pública, seguidores y sobre todo la egocéntrica confianza de que si algo le gusta es bueno y su un crítico le pone dos estrellas hay que crucificarlo.
¿Quién vigila a los nerds? fue la pregunta que se hizo un amigo, columnista de la competencia, a partir del debate originado entre el guionista de Los Simpson, Matt Selman y el crítico Richard Corliss de Hollywood Elsewhere por Watchmen. Mientras Selman escribió en su blog que la película de Snyder era buena por que si, una experiencia que le había cambiado la vida, Corliss pidió cordura, que estaba bien el fanatismo, pero que la película estaba lejos de ser lo que Selman estaba evangelizado. Resultado: Corliss fue prácticamente crucificado por haberse atrevido a insinuar que el filme no era bueno, porque Watchmen es una vaca sagrada y con eso basta, no hay discusión. Otro postre, hace un par de años años, la periodista Marisol Garcia escribió en una columna que el recital de Roger Waters no había pasado de ser una show tributo a Pink Floyd -otra vaca sagrada, al menos en Chile- y la comunidad progresiva nacional se le vino entera encima. Pasiones pop desatadas, siempre las ha habido, el drama es que ahora, gracias a la web estos placeres que antes eran secretos son públicos. Y legitimarlos raya en la violencia escrita. ¿Quién eres tu para estar escribiendo de lo que yo se mucho más? Es la consigna.
Y claro, no todo es malo, de alguna forma el poder del nerd set ha influido en que la crítica haya bajado esa cuota de arrogancia y de gravedad extrema para recuperar el sentido de la emoción, que al final es el gravitante básico que debe importar al momento de acceder a una obra de arte. Porque claro el fanatismo es bueno, sino no hay pasión nada vale, el problema es cuando esto se confunde con ceguera y el juicio de que algo es bueno sólo porque a mi me gusta termina ganando el partido, lo que al final es tan pedante como esas largas críticas tipo ensayo que buscan segundas, terceras o cuartas lecturas a una película que en el fondo no era más que una entretenida tontera acerca de un tipo vestido de ratón volador.
Con tres capítulos vistos (más la espantosa película/piloto) de Star Wars: Las guerras clónicas, me declaro fuera del universo de George Lucas. Me demoré en hacerlo, pero ya no más. Siento que todo el cuentito de la fuerza, la horrenda metáfora del ángel caído en Anakin/Vader, las enseñanzas de autoayuda de Yoda no hicieron más que meterle el dedo en la boca (y estrujar las billeteras) a millones de fanáticos alrededor del mundo: mística de cajero automático, no más. Star Wars nunca fue la gran epopeya fílmica que por años pensamos, sino el germen de una mercadotecnia que va desde action figures hasta seudofilosofía en la línea de El Secreto.
Y sé que el párrafo anterior fue exagerado, pero lo hice a propósito, para hacer picar a los que aún tienen fe en George Lucas y sus muñecos digitales. Porque herir fanatismos extremos es hoy casi tan riesgoso como hablar de política o religión: son temas vedados, peligrosos incluso. Si hace años Salman Rushdie fue amenazado de muerte por el Islam cuando se burló de Mahoma, hoy escribir que Heath Ledger no se mereció el Oscar puede enfrentarte al nerdismo más extremo. Y lo sé por experiencia. El nombre mal escrito de un personaje de 24 me valió una veintena de cartas de odio a la redacción de otra revista, cuando escribí que Iron Maiden era en Chile un legitimo fenómeno de cultura pop (que lo es y no tiene nada que ver con el estilo musical) algunos metaleros me ofrecieron combos y a Fuguet prácticamente lo reventaron en los blogs de esta misma revista cuando declaró que no le interesaba ver Batman.
La velocidad de las cosas, el enemigo del nerd ya no es el atleta ni el chico popular, sino el nerd, que logró tener tribuna pública, el que se alejó del ghetto e hizo oficial años y años de conocimientos inútiles. Porque si ya es complicado conseguir tribuna, y que te paguen por ello, legitimarse entre los pares lo es aún más. Confieso que cuando era chico y leía a mis actuales colegas, anotaba en cuadernos (que perno) sus errores, porque claro, no tenía ni blog, ni facebook y ninguno de mi clan era peligroso. Ahora, en la era del 2.0, el fanático tiene voz pública, seguidores y sobre todo la egocéntrica confianza de que si algo le gusta es bueno y su un crítico le pone dos estrellas hay que crucificarlo.
¿Quién vigila a los nerds? fue la pregunta que se hizo un amigo, columnista de la competencia, a partir del debate originado entre el guionista de Los Simpson, Matt Selman y el crítico Richard Corliss de Hollywood Elsewhere por Watchmen. Mientras Selman escribió en su blog que la película de Snyder era buena por que si, una experiencia que le había cambiado la vida, Corliss pidió cordura, que estaba bien el fanatismo, pero que la película estaba lejos de ser lo que Selman estaba evangelizado. Resultado: Corliss fue prácticamente crucificado por haberse atrevido a insinuar que el filme no era bueno, porque Watchmen es una vaca sagrada y con eso basta, no hay discusión. Otro postre, hace un par de años años, la periodista Marisol Garcia escribió en una columna que el recital de Roger Waters no había pasado de ser una show tributo a Pink Floyd -otra vaca sagrada, al menos en Chile- y la comunidad progresiva nacional se le vino entera encima. Pasiones pop desatadas, siempre las ha habido, el drama es que ahora, gracias a la web estos placeres que antes eran secretos son públicos. Y legitimarlos raya en la violencia escrita. ¿Quién eres tu para estar escribiendo de lo que yo se mucho más? Es la consigna.
Y claro, no todo es malo, de alguna forma el poder del nerd set ha influido en que la crítica haya bajado esa cuota de arrogancia y de gravedad extrema para recuperar el sentido de la emoción, que al final es el gravitante básico que debe importar al momento de acceder a una obra de arte. Porque claro el fanatismo es bueno, sino no hay pasión nada vale, el problema es cuando esto se confunde con ceguera y el juicio de que algo es bueno sólo porque a mi me gusta termina ganando el partido, lo que al final es tan pedante como esas largas críticas tipo ensayo que buscan segundas, terceras o cuartas lecturas a una película que en el fondo no era más que una entretenida tontera acerca de un tipo vestido de ratón volador.
Etiquetas: Fuera de Foco
1 Comentarios:
Saludos:
Creo que todos los fanatismos son sanos, mientras no hagan perder la objetividad, en fin. En todo caso el fanatismo extremo es sólo una de las formas en que se manifiesta la intolerancia, sino también adjurar de algo cuando se le rendió culto "..quema lo que has adorado y adora lo que has quemado". Creo que no hay que buscar algo en qué creer en este tipo de productos, simplemente divertirse con ellos, si es que son divertidos, y si no pasar a otra cosa.
El nerd set tiene ciertas costumbres que me llaman la atención, no las encuentro ni buenas ni malas, simplemente curiosas, como la de destruir ídolos y cambiarlos por otros cada cierto tiempo, inventar nurvos sapos y después tragárselos y hacer que el resto también se los compre (como eso de la "CF murió", la pregunta es quien lo dijo y por último si importa mucho que alguién lo dijera).
Publicar un comentario
<< Página Principal