1978 (EXT. LA CUARTA CARABELA)
EL SUEÑO ES CASI SIEMPRE el mismo, sólo varía el final. Es 1978, tengo cinco años y vivo en mi pueblo natal, una pequeña ciudad de 30 mil habitantes en el sur de Chile. Son las once de la mañana, estoy en el parvulario y mi mamá va a buscarme junto a las mamás de todos mis otros compañeros. He estado viendo en televisión y escuchado en la radio que estamos a punto de irnos a guerra con Argentina. Mi madre, que es enfermera ha pasado las últimas semanas en simulaciones de campaña. Mi padre, que es pastor evangélico, ha debido tragarse su fe y acudir todos los sábados al regimiento de la ciudad a entrenarse en tiro y supervivencia en caso de guerrilla. Porque eso dicen, después de los primeros bombardeos, vendrán los comandos argentinos y los combates serán cuerpo a cuerpo. Mi mamá y todas las otras mamás de mis compañeros nos llevan por las calles. El cielo es cruzado por las estelas de vapor de los aviones que vuelan hacia el sur. Llegamos a un cruce de la línea de ferrocarril, nos detenemos para que pase un tren. Es un convoy largo, los carros son bajos y transportan encima tanques que van cubiertos por tiendas de campaña. Y sé que son carros blindados, porque se alcanzan a ver los cañones y las orugas. Junto a ellos van muchos soldados, todos jóvenes, algunos casi adolescentes. Los niños los saludamos pero sólo algunos responden, están todos demasiado muertos de miedo como para ser amables. Un amigo me dice que ayer en la tarde pasaron por la carretera camiones llevando más tanques, que eran más grandes que los que estábamos viendo. El tren se aleja y continuamos el camino, ahora hay muchos helicópteros en el cielo, escucho que una mamá le dice a la mía que los argentinos van a atacar pasado mañana, que es domingo y que esos desgraciados no respetan ni siquiera el día del señor. Nos llevan al hospital, en cuyo techo acaban de terminar de pintar unas enormes cruces para evitar los bombardeos. Mamá dice que es el edificio más seguro del pueblo, que cuando empiece la guerra, allí nos vamos a esconder. Y nos muestran el refugio, son los subterráneos del hospital, tan grandes como un estadio techado. Ordenan camillas, catres de campaña y quitan unas calderas viejas para hacer espacio. Una mamá pregunta que va a pasar si el hospital es destruido y sus ruinas se desploman sobre el subterráneo, nadie le responde, la hacen callar, le dicen que está asustando a los niños. A todos, menos a mi, que sé que en unos días más, después de que en un canal del sur los buques chilenos y argentinos estén a punto de empezar el conflicto, una marejada alejará a las naves y se firmará la paz. La guerra que debía venir, nunca llegará. Me tocan la espalda, me doy vueltas, es mi padre, pero está joven, mucho más que mamá y viste como soldado, también lleva su biblia. Pienso que no debe tener más de 16 años y me pregunto como puede estar casado con mi madre. Se inclina hasta mi altura y me da un beso corto en la frente, me dice que tenga cuidado, que hay cosas de las cuales no debo escribir, que se puede desatar una guerra. Añade que tiene que irse, le digo que no lo haga, que no me deje solo. “Elías, tu naciste solo, necesitas estar solo”. Y luego desaparece en un rincón del subterráneo del hospital.
Etiquetas: La Cuarta Carabela
5 Comentarios:
Un comentario sobre el siguiente extracto: "Llegamos a un cruce de la línea de ferrocarril, nos detenemos para que pase un tren. Es un convoy largo, los carros son bajos y transportan encima tanques que van cubiertos por tiendas de campaña. Y sé que son carros blindados, porque se alcanzan a ver los cañones y las orugas. Junto a ellos van muchos soldados, todos jóvenes, algunos casi adolescentes. Los niños los saludamos pero sólo algunos responden, están todos demasiado muertos de miedo como para ser amables. Un amigo me dice que ayer en la tarde pasaron por la carretera camiones llevando más tanques, que eran más grandes que los que estábamos viendo"
Los movimientos de tropas y sobre todo en el ejercito de Chile se realizan de Noche o antes del amanecer, nunca de dia, es por un tema de no llamar la atención, eso de que pasen trenes y las minas de los soldados tirandoles los calzones se ve en las peliculas gringas, los argentinos hicieron lo mismo.. sobre todo con las malvinas...mucha bulla y bombo..aca...todo bajo perfil..eso es estrategia...
Igual me gusto.
toda la razon, man, pero ojo con la primera frase: el sueño siempre es el mismo...
ufa, no tengo muchos recuerdos de eso, igual era chico, pero si le tome el peso con los años.
por esos dias mi papa era submarinista y no lo vi como en un año, mi vieja tambien trabajaba en la armada. el ambiente era tenso, de eso me acuerdo, pero no recuerdo por que. solo recuerdo esa sensacion de que algo andaba raro. algun dia escribire la serie de historias que mi papa conto y agrando de ese periodo, perdido en las islas del sur.
nada, solo acortarlo. saludos pancho.
pd.:esto es de algun libro que escribiste o que vas a sacar?
Eugenio, que buen testimonio. Es un extracto de una novela, que no tiene que ver con lo del 78, pero el recuerdo es parte importante en el caracter del protagonista
Yo si que me acuerdo de ese quilombo. Vivía a dos cuadras de una terminal ferroviaria. Un día siento gritos y lloriqueos de pibes y me levante de la cama a ver que onda, en eso que camino por la casa mi padre aparece y dice que había un tren larguísimo cargado de chilenos que eran expatriados a punta de FAL de nuestro país. Como era curioso, al rato después de desayunar, fui a caminar por el lugar. Hervía de milicos y colimbas y los chilenos encerrados. Eran una cantidad increíble de toda condición social, amontonados como fardos. Al rato de andar, unos colimbas me sacaron del andén a los gritos, pero la imágen me impacto. Había visto muchos niños y mujeres sufriendo porque los habían echado con lo puesto. A veces, cuando uno lee ciertos foros o blogs y ve las pelotudeces que se dicen de una guerra, es porque no tienen ni puta idea de lo horrenda que es. Nosotros ya vivimos una y sabemos lo bravo que es pelear donde no hay más derecho que matar o morir. Yo recuerdo que después de un rato, el tren partio hacia la cordillera con la gente a bordo. Con los años me enteré que eran chilenos inmigrantes muchos de los cuales los expulsaban no fuera que si entrabamos en guerra, estos sirvieran como quintacolumna. Fue terrible para esas pobres gentes vivir esa experiencia. Con el tiempo, me toco vivir lo de Malvinas, no alcance a cruzar la isla pero quien sabe, de prolongarse la guerra tal vez si,quizas no, nunca se sabe. Por entonces esperabamos un ataque de Chile mancomunados con Inglaterra asi que nos preparabamos para resistir la invasion. Años despues me entere que un tal Berrios proponía envenenar toda Buenos Aires lo cual habria decidido a los militares por la opcion nuclear. No se si sabran que la opcion nuclear no implica tirar una bomba atomica con solo desparramar desde aviones desechos radiactivos es suficiente como para despoblar ciudades completas. Ya pasado estas locuras propias de milicos hijos de puta como Videla y Pinochet, he viajado muchas veces a Chile y la verdad, es un placer admirar el progreso que ostentan, adelantos que, de haber habido guerra, quien sabe si estaria, porque no necesariamente ganar una guerra implica exito en lo social, por lo general una guerra mata lo mejor de la juventud de una nacion y deja secuelas peligrosas en quienes participan. Saludos cordiales che, desde la Patagonia Argentina.
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