FORTEGAVERSO

viernes, mayo 12, 2006

H-SUR Y AMIGOS: MI VIDA POR UNA BANDA
Una banda tributo no es chiste ni debe mirarse a menos. Es un acto de pasión, de entrega y fanatismo por un grupo que nos marcó de por vida. Está es la versión completa del depacho que firme para RS de la noche de tributos organizada en el marco del último ciclo Cristal en Vivo.
Publicado en Rolling Stone, Abril 2006
Fiesta de diasfraces

H-Sur, The End y Dios Salve a la Reina (DSaLR). Pista Atlética Estadio Nacional, Santiago. 23 de Marzo
3 Estrellas


Tres bandas tributos, dispares calidades y un par de horas en las que un montón de buenos músicos imitaron sobre el escenario a sus héroes de infancia. Una fiesta de disfraces sin disfraces.

Ocho de la noche en punto, las luces se apagan y comienza a escucharse la fanfarria de “Los Tres Chiflados”, misma que abre el disco en vivo A Show of Hands de Rush. Y a partir de esos acordes, el resto son ochenta minutos sin concesiones, Rush según cuatro chilenos que bordean los treinta años y que sobre el escenario dan todo de si a la hora de interpretar a sus campeones de adolescencia. Fallas de sonido en “The Spirit of the Radio”, de voz en “Limelight” y de secuencias y teclados en “Subdivisions”, nada tan terrible si uno tiene claro que el grupo que está adelante no es Rush, sino H-Sur, la más profesional de las bandas tributo chilenas. En esta lectura, el grupo es una máquina muy bien aceitada, la voz de Antonio Godoy (bajo) trata de alcanzar los registros más agudos de Geddy Lee y el monstruoso kit de percusión de Michael Dumay, sumado a su matemática habilidad, hacen que a ratos –y a ojos cerrados- uno sienta que realmente está ante Neil Peart. H-Sur, supo pasearse a través de “Xanadu” –en la que el guitarrista Nicolás Figueroa lució un instrumento doble mango de 6 y 12 cuerdas- y joyitas de la época Grace Under Pressure, como “Red Sector A” y “Distant Early Warning”. El debut de los Rush locales en la Pista Atlética finalizó con un extenso medley que fundió “YYZ” –solo de batería incluido- con “2112: The Temples of Syrinx”, “Tom Sawyer”, “In The Mood” y “Grand finale”, epílogo de la suite “2112” y de los primeros convocados en esta peculiar noche.
Anticipados como uno de los mejores tributos del mundo a Pink Floyd, la verdad es que lo de The End fue lo más débil de la noche. Una cosa es tratar de duplicar con fidelidad el escenario de los homenajeados (como el uso de una réplica de mr. screen, la clásica pantalla circular que Pink Floyd ha utilizado en vivo desde 1974) y otra muy distinta es entender la moral musical de lo que se tributa, cancha en la que los once trasandinos –banda, más saxofonista y tres coristas- dieron votes casi vergonzosos. Pink Floyd es quizás la banda más seria y densa de la historia del rock y con eso en mente, no hay lugar para coreografías, gritos y posturas a lo heavy metal. El vocalista, Gurgui Moffat, estaría más cómodo en un homenaje a Iron Maiden y tan sólo el guitarrista Matías Dietrich, con su correcta interpretación de los solos de David Gilmour, salva al conjunto de ser un grupo de pub con buenas luces. El setlist de The End largó con “Shine on you crazy diamond”, seguido de “The Happiest Days of Our Lives/Another Brick in the Wall. Parte 2”, que marcaron la tónica de un repertorio sin mayores sorpresas, inclinado en demasía al material de The Wall y Dark Side of the Moon, donde “Coming back to Life”, la solitaria aparición de The Division Bell fue la excepción.
Pregunta, ¿qué es una buena banda tributo? ¿Un grupo que da su toque personal a las canciones de sus ídolos o quienes los duplican hasta el límite de la clonación? Si la alternativa es la primera, H-Sur fue lo mejor de la reunión. Si se elige la dos: Dios Salve a la Reina (DSaLR) constituyo el plato más fuerte de la jornada. Porque sin exagerar los miembros de DSaLR no tributan a Queen, tratan de ser ellos, con trajes, instrumentos y peinados incluidos. El cuarteto argentino suena más fiel a Queen que la versión con Paul Rodgers que Brian May y Roger Taylor andan girando en el hemisferio norte. La voz y el piano de Pablo Padín remite al Freddy Mercury de la época de Jazz y Flash Gordon, mientras los gestos y la técnica en guitarra de Francisco Calgary saben exagerar ese sinfonismo épico que May perdió el día en que interpretó “We Will Rock You” junto a Five. Desde la mirada de la imitación más fiel, DSaLR debe estar entre las tres mejores bandas tributos del mundo. Lo suyo es un homenaje religioso al grupo de sus pasiones, buscando en la fidelidad no sólo inclinarse ante sus dioses sino incluso superarlos, no es menor el detalle que mientras los reales Queen usaban pistas grabadas para los coros de “Bohemian Rhapsody” y “Flash”, DSalR corre con bríos propios interpretando ellos mismos la polifonía vocal de ambos temas. Con un setlist de lujo, que sigue milimétricamente lo hecho en el tour de The Game/Hot Space de 1982, lo de DSalR no sólo golea en lo musical, sino también en la actitud, Padín trata de ser Mercury, imita sus gestos, repite sus líneas de diálogo, trata a sus compañeros de banda como si fueran los reales y lo más importante, transporta al público a la experiencia concreta de estar frente a Queen en vivo, con todo lo serio y divertido que ello acarrea.
Una noche de extremos, que se paseó entre el delirio absoluto (DSaLR), la potencia con calidad (H-Sur) y también –por desgracia- la mediocridad pretenciosa (The End).