ME GUSTO MINORITY REPORT Y QUE...
Y sin introducciones ni prologos para justificar su inclusión en el blog
Publicado en Sobras, en julio del 2002
Minority Report: Sentencia Previa
Es imposible hablar de “Minority Report” sin citar a “Blade Runner”. Y el detalle no es gratuito. Por varias razones, desde su origen común, en las letras de Phillip K. Dick, pasando por coincidencias de género (ciencia-ficcion dura) y llegando a algo tan arbitrario y subjetivo como que ambas películas representan los trabajos más maduros de sus respectivos autores fílmicos: Ridley Scott (hace 20 años) y Steven Spielberg. Porque a pesar de sus ripios y notorias falencias, “Minority Report” es por mucho la mejor película de ciencia-ficción que se ha estrenado en años. A años luz de las fantasías estelares de “Star Wars” y los delirios animés de “Matrix”, ambas respetables, pero en definitiva otra cosa. “Minority Report.” (desde ahora “MR”) no es CINE ESPECTÁCULO -ok, tiene sus ingredientes y precisamente en ellos falla- es CINE TESIS, una propuesta visual y conceptual completa. Ser adulto en un lugar comúnmente asociado a delirios infantiles y por lo mismo, injustamente, visto a menos. “MR” resulta visionaria de la misma forma como “2001” lo fue en 1968 y “Blade Runner” en 1982, asusta, enrolla, golpea. Puede que “MR” no le guste a los que andan detrás de grandes hits de entretención, puede que Jedis y Trekkies se sientan estafados ante un film que no tiene ni rayos láser, ni guiños épicos de lo que comúnmente se entiende por ciencia-ficción (y que es más bien fantasía), pero los que rayan la papa con William Gibson, Neal Stephenson, Phillip K.Dick e incluso Tarkovsky, van a peinarse, porque “MR” sintetiza lo mejor de ambos mundos, el del “blockbuster” con actores taquilleros y el del mal llamado cine arte. Perdonen los dogmáticos, pero esto está mucho más cerca del arte que pedanterías ambiciosas e ineficaces como la insoportable “Amelie” o todo lo del colectivo Dogma.“MR” es un salto en el universo de Spielberg, una pieza madura y jugada que de alguna forma extiende y mejora las deudas pendientes que el autor de “E.T.” dejó en la maravillosa y subvalorada “A.I. Inteligencia Artificial”. Tal vez el film más injustamente visto a menos del último tiempo. En “MR”, Spielberg hace uso de los mismos guiños que lo han hecho rico y famoso, pero con una perspectiva más personal y adulta que nunca. Sigue contándonos cuentos, pero ahora son cuentos adultos, cuentos con dobles y hasta triples lecturas. Su sello autoral está presente a lo largo de toda la estructura narrativa de “MR”, desde el doble -quizá triple- final, hasta detalles como el sentido del asombro, que Spielberg sabe reflejar tan bien en los ojos de sus héroes. Es cosa de recordar el jefe Brody (Roy Scheider), mirando a la cámara con terror antes que se nos muestre lo que está viendo, lo que lo asusta: el tiburón, en “Jaws”. O a Roy Neery (Richard Dreyfus) sonriéndonos y reflejando en su rostro lo que segundos después vamos a ver como espectadores: la Torre del Diablo, en “Encuentros Cercanos del Tercer Tipo”. O más cerca aún, la cara del Dr. Alan Grant (Sam Neill) al ver, antes que nosotros, el primer dinosaurio en “Jurassic Park”. El guiño se reitera en “MR”, primero cuando John Anderton (Tom Cruise) descubre que precrimen lo señala a él como culpable, después cuando entra al departamento del supuesto asesino de su hijo y contemplamos todo el lugar, a través de los ojos de Cruise y de la precog Agatha (Samantha Morton), antes de verlo con los nuestros. Pero no es el único detalle autoral de Spielberg en el que debemos poner atención. También esta la presencia del maestro, del viejo que sabe más que el protagonista, el mentor que viene desde Quint (Robert Shaw ) en “Jaws” y se encarna ahora en Burgess (Max Von Sidow), suerte de versión elegante y ciberpunk del señor Hammond (Richard Attemborough) de “Jurassic Park”. La familia, fragmentada en las primeras cintas Spielgberianas, armada y estable en el medio de su carrera, vuelve a destruirse en “Minority Report”, desorden que ya nos adelantaba el director en “A.I”, a través del amor fraternal hecho caos obsesivo en esa película. Los antihéroes buscando redención, Anderton no es más que una versión adulta del Jim (Christian Bale) de “El Imperio del Sol” y al mismo tiempo, una versión alterna al Oscar Schindler (Liam Neeson) de “La Lista de Schindler”. A Spielberg se le puede criticar muchas cosas, pero sigue siendo el mejor narrador de historias que el cine norteamericano nos ha dado en las últimas tres décadas, el único de su generación (Coppola, Scorcese, De Palma, Lucas) que todavía tiene algo que decir. Y lo dice. Digan lo que digan, valga la reduncancia, y gustos personales aparte, Spielberg es por mucho el mejor director de la industria, aunque los defensores del cine europeo y los apóstoles de lo indie quieran decirnos lo contrario.
Es imposible hablar de “Minority Report” sin citar a “Blade Runner”. Y el detalle no es gratuito. Por varias razones, desde su origen común, en las letras de Phillip K. Dick, pasando por coincidencias de género (ciencia-ficcion dura) y llegando a algo tan arbitrario y subjetivo como que ambas películas representan los trabajos más maduros de sus respectivos autores fílmicos: Ridley Scott (hace 20 años) y Steven Spielberg. Porque a pesar de sus ripios y notorias falencias, “Minority Report” es por mucho la mejor película de ciencia-ficción que se ha estrenado en años. A años luz de las fantasías estelares de “Star Wars” y los delirios animés de “Matrix”, ambas respetables, pero en definitiva otra cosa. “Minority Report.” (desde ahora “MR”) no es CINE ESPECTÁCULO -ok, tiene sus ingredientes y precisamente en ellos falla- es CINE TESIS, una propuesta visual y conceptual completa. Ser adulto en un lugar comúnmente asociado a delirios infantiles y por lo mismo, injustamente, visto a menos. “MR” resulta visionaria de la misma forma como “2001” lo fue en 1968 y “Blade Runner” en 1982, asusta, enrolla, golpea. Puede que “MR” no le guste a los que andan detrás de grandes hits de entretención, puede que Jedis y Trekkies se sientan estafados ante un film que no tiene ni rayos láser, ni guiños épicos de lo que comúnmente se entiende por ciencia-ficción (y que es más bien fantasía), pero los que rayan la papa con William Gibson, Neal Stephenson, Phillip K.Dick e incluso Tarkovsky, van a peinarse, porque “MR” sintetiza lo mejor de ambos mundos, el del “blockbuster” con actores taquilleros y el del mal llamado cine arte. Perdonen los dogmáticos, pero esto está mucho más cerca del arte que pedanterías ambiciosas e ineficaces como la insoportable “Amelie” o todo lo del colectivo Dogma.“MR” es un salto en el universo de Spielberg, una pieza madura y jugada que de alguna forma extiende y mejora las deudas pendientes que el autor de “E.T.” dejó en la maravillosa y subvalorada “A.I. Inteligencia Artificial”. Tal vez el film más injustamente visto a menos del último tiempo. En “MR”, Spielberg hace uso de los mismos guiños que lo han hecho rico y famoso, pero con una perspectiva más personal y adulta que nunca. Sigue contándonos cuentos, pero ahora son cuentos adultos, cuentos con dobles y hasta triples lecturas. Su sello autoral está presente a lo largo de toda la estructura narrativa de “MR”, desde el doble -quizá triple- final, hasta detalles como el sentido del asombro, que Spielberg sabe reflejar tan bien en los ojos de sus héroes. Es cosa de recordar el jefe Brody (Roy Scheider), mirando a la cámara con terror antes que se nos muestre lo que está viendo, lo que lo asusta: el tiburón, en “Jaws”. O a Roy Neery (Richard Dreyfus) sonriéndonos y reflejando en su rostro lo que segundos después vamos a ver como espectadores: la Torre del Diablo, en “Encuentros Cercanos del Tercer Tipo”. O más cerca aún, la cara del Dr. Alan Grant (Sam Neill) al ver, antes que nosotros, el primer dinosaurio en “Jurassic Park”. El guiño se reitera en “MR”, primero cuando John Anderton (Tom Cruise) descubre que precrimen lo señala a él como culpable, después cuando entra al departamento del supuesto asesino de su hijo y contemplamos todo el lugar, a través de los ojos de Cruise y de la precog Agatha (Samantha Morton), antes de verlo con los nuestros. Pero no es el único detalle autoral de Spielberg en el que debemos poner atención. También esta la presencia del maestro, del viejo que sabe más que el protagonista, el mentor que viene desde Quint (Robert Shaw ) en “Jaws” y se encarna ahora en Burgess (Max Von Sidow), suerte de versión elegante y ciberpunk del señor Hammond (Richard Attemborough) de “Jurassic Park”. La familia, fragmentada en las primeras cintas Spielgberianas, armada y estable en el medio de su carrera, vuelve a destruirse en “Minority Report”, desorden que ya nos adelantaba el director en “A.I”, a través del amor fraternal hecho caos obsesivo en esa película. Los antihéroes buscando redención, Anderton no es más que una versión adulta del Jim (Christian Bale) de “El Imperio del Sol” y al mismo tiempo, una versión alterna al Oscar Schindler (Liam Neeson) de “La Lista de Schindler”. A Spielberg se le puede criticar muchas cosas, pero sigue siendo el mejor narrador de historias que el cine norteamericano nos ha dado en las últimas tres décadas, el único de su generación (Coppola, Scorcese, De Palma, Lucas) que todavía tiene algo que decir. Y lo dice. Digan lo que digan, valga la reduncancia, y gustos personales aparte, Spielberg es por mucho el mejor director de la industria, aunque los defensores del cine europeo y los apóstoles de lo indie quieran decirnos lo contrario.
Arthur C. Clarke y Stanley Kubrick, partieron su trabajo en “2001” de la tesis de que una civilización suficientemente avanzada es indistingible de la magia y del concepto de religión. Y por lo tanto tiene el derecho intelectual de jugar a ser Dios con las especies inferiores. Desde esta perspectiva, el monolito de esa película es tan divino como el trío de precog de “MR”, encerrados en un templo, como síquica trinidad, usados por el hombre para adelantar el destino en su juego de ser como Dios. No es casual que el antagonista de la película, Danny Wittwer (Colin Farrell), sea un ex sacerdote, enemigo natural de la tecnología cuando esta atenta contra la fe e intenta manipular a los hombres y su destino, acaso el dogma más infranqueable de toda religión. Y esto tiene que ver con el leit-motiv más omnipresente en la narrativa de Phillip K. Dick, por lejos el autor de ciencia-ficción más lúcido de la historia, quizá porque lo suyo no eran ni las naves ni el espacio exterior, sino el desafío del hombre enfrentado a la tecnología y como esta en su avance va manipulando el habitat de nuestra especie hasta cambiarnos por completo. A modo de ejemplo, a fines del siglo XIX, las ciudades se acomodaron al ferrocarril arrastrando en este acomodo a las personas, durante el siglo XX sucedió lo mismo con el auto y lo más probable es que en el XXI lo que conocemos evolucione en torno a algún nuevo método de transporte, como el Mag-Lev propuesto en “MR”. Y entrando en lo cotidiano, solo piensen como nos cambió la vida desde que entramos en la aceleración electrónica de Internet. Phillip K. Dick inventó el cyberpunk en los 60s, antes que se llamara así. Phillip K. Dick es autor de ciencia-ficción sólo por una absurda formalidad, como me dijo Fresán en una entrevista, “honestamente creo que está por encima de Bukowsky y Fitzgerald, es el verdadero novelista social de norteamerica… y quizá el único autor de ese país durante el siglo XX, realmente grande. El único que con Twain y Melville seguirá siendo válido en doscientos años más”. Tal vez Fresán tenga razón, tal vez no, lo cierto es que esa agobiante doble dualidad de hombre v/s tecnologia y tecnología v/s divinidad, que tanto obsesionó al escritor de “Los Androides Sueñan con Ovejas Eléctricas” y “El Hombre en el Castillo” esta muy bien reproducida en “MR”. Detalles como el escanéo ocular, la publicidad personalizada, la vigilancia de las calles y la misma posibilidad de acusarte de un crimen antes de cometerlo, obviando la alternativa de que este no suceda, son reflejos de ese tecno fascismo que K.Dick (y Kubrick en el personaje de Hall 9000) nos comenzó a advertir desde los sesenta. Ciencia-ficcion de la dura, ciencia-ficción para pensar.
“MR” es tal vez el estreno más interesante del año y la película más inteligente que Spielberg y la industria gringa nos ha regalado en años. Lástima que en su afán de romper la taquilla termine fracasando. Cruise está perfecto como un antihéroe futurista a medio camino entre la novela negra y el futurismo, suerte de primo hermano del Rick Deckard (Harrison Ford) de “Blade Runner”, pero manda todo a la chucha cuando se las da hombre de acción y rompe el ritmo de film con persecuciones, balazos sónicos y peleas con cable. Secuencias deliciosas pero que atentan contra lo que en verdad nos quiere contar la película. Vale, hay que vender, lástima que en este caso, el vértigo termine cagando un film que pudo ser sencillamente perfecto. Ser “2001” o “Duro de Matar” esa es la cuestión. Spielberg quiso acercarse a la primera alternativa y se nota que por ahí va lo que nos quiere relatar, lata que las exigencias de la industria (no quiero pensar en el ego de Cruise porque desde “Jerry Maguire” que está en mi top 10 de actores) lo hayan obligado a mezclar el cóctel con un cine de acción que en este caso, no cuajó, no revolvió bien y por poco manda al baño todo lo bueno. “MR” es una película grande, una visión ambiciosa y un trabajo preciso en la filmografia de un director preciso. Cinco estrellas de cinco.
2 Comentarios:
jajajajja
agosto 15
es la fecha
pero parece que Gomez, nuevo head de Planeta quiere adelantar
Encuentro que "Minority Report" es mala, la vi entera una sola vez hace tiempo, pero recuerdo que encontré que todo lo que pasa después de que el personaje de Tom Cruise es puesto en hibernación es una mierda (la manera en que su esposa lo liberaba recuerdo que era re mula). Antes de eso la película era más o menos, hasta tenía algunas escenas interesantes, pero ese último pedazo hace que todo se desmorone. O sea, el hecho de que COLIN FARREL sea uno de los puntos altos de la película dice harto de la calidad de ésta.
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