FORTEGAVERSO: VELOCIDAD SLIPSTREAM

martes, marzo 18, 2008

VELOCIDAD SLIPSTREAM

Baradit y Mike Wilson ya se adelantaron, pero como esto es mafia, ahora yo tomé la batuta. En la última edición de Mira, el Slipstream tambien se toma las páginas literarias. Esta es una versión en bruto, sin tijera editorial. La foto que decora es una licencia, Northrop YF-23 el mejor avión que se farriaron los gringos, un slipstream stealth.

TODO ES SLIPSTREAM

Un revoltijo de estilos y estímulos. La velocidad del siglo XXI confunde lo real con lo fantástico en la literatura. Slipstream le llaman, buscando una definición menos peyorativa que ciencia ficción. La tendencia en boga apuntan algunos críticos, pero concretemos, esto no tiene nada de nuevo y alguna vez la llamaron realismo mágico.

Cuando en 1994 Bret Easton Ellis insertó un vampiro en su novela Los Confidentes, algunos críticos lo tomaron como una humorada. Tras American Psycho, el autor neoyorquino era dado a los extremos. Y lo del vampiro podía leerse como una metáfora a los excesos, a las drogas, a los vicios del mundo moderno. Puede ser, lo concreto es que el vampiro de Los Confidentes era un chupasangre en la más clásica de las lecturas, pálido, de colmillos afilados, sexy, habitante de una ciudad de Los Angeles definida por el autor como paraíso de nosferatus. Paréntesis. Solo meses antes de la aparición del libro de Easton Ellis, un dibujante y escritor de cómic llamado Daniel Clowes dejaba de lado las aventuras de superhéroes y odiseas cósmicas para acercarse a la herencia biográfica de las novelas gráficas de Will Eisner de fines de los 70, para presentar un cómic llamado Ghost World, acerca de dos chicas, amigas de toda la vida, paradas ante el último verano antes de entrar a la universidad. Una historia tan normal que poco tenía que ver con los códigos tradicionales de la historieta y que sin embargo vendió casi tanto como el último título de X.Men.
¿Mezcla de géneros, amenaza de una amalgama bizarra donde no hay límites, donde el realismo es al mismo tiempo fantasía, todas las anteriores acaso? Cuando el argentino Rodrigo Fresán presentó su novela Mantra, nadie se atrevió a decir que era un libro de ciencia ficción, con Tokio ya no nos quiere del español Ray Loriga y Campo de Londres de Martin Amis, ocurrió lo mismo. Novelas posmodernistas las definieron, huyendo del terror a ser encasillados en un género tradicionalmente visto como menor, para adolescentes y adultos escapistas. Nada más prejuicioso y tonto, es cosa de leer a Philip K. Dick o a William Gibson para entender que la ciencia ficción de infantil tiene menos que cero, mal que mal por ahí dicen que un país sin ciencia ficción es un país sin futuro. La frase es de hecho, del recién citado Fresán.
Pero la acelerada etiqueta de posmodernista, se encontró con un nuevo escollo hace un par de años, con la salida de tres libros fundamentales en cualquier lista. La Conjura contra América de Philip Roth, Crónica del pajaro que da cuerda al mundo de Haruki Murakami y La posibilidad de una isla de Michele Houllebecq, tres libros derechamente de fantasía y ciencia ficción, escritos por autores que tradicionalmente nada tienen que ver con el género (salvo leerlo, lo han confesado). Porque poner a Murakami en el mismo estante que Isaac Asimov puede resultar complicado, tanto en ventas como en prejuicio. Y así fue como la siempre influyente revista de libros del New York Times trajo de regreso un término acuñado por el escritor cyberpunk Bruce Sterling (Islas en la Red) –quien su vez lo robó de un video de Jethro Tull- y que básicamente es una mezcla de todo, una literatura sin géneros, donde cabe todo en una misma licuadora, desde dramas humanos a viajes por el ciberespacio. Ciencia ficción que no es ciencia ficción. O si se lo prefiere, literatura que explora lo desconocido, lo nebuloso, lo limítrofe sin aceptar etiquetas estilísticas.
Chuck Palaniuk con sus relatos de terror, Stephen King abandonando la fantasía por el drama femenino en La Historia de Lisey, Norman Mailer despidiendose con una ucronía en la cabeza de Hitler en El Castillo en el Bosque y Corman McCarthy describiendo un mundo postapocalíptico en La Carretera. El charquicán es delicioso, sin fronteras pero también con mucho de oportunismo. Puede que hoy lo de slipstream sea preciso a la hora de justificar arrebatos al purismo, como lo de Paul Auster adaptando una de sus novelas al cómic (Ciudad de Cristal) o lo de Michael Chabon haciéndose cargo de una colección de historietas de La Liga de la Justicia, pero lo concreto es que el término no es más que una mera definición de moda.
Si se toma en cuenta lo que significa y hacia donde nos lleva el slipstream, el cuento es tan antiguo como el mismo acto de narrar. La Odisea, con sus dioses, Shakespeare con sus elementos sobrenaturales, El Quijote con sus delirios de superhéroes caídos y hasta el realismo mágico de García Marquez, pasando por Cortazar y Donoso son básicamente slipstream. La fantasía siempre ha convivido bien con la realidad en la literatura, es un trato funcional o fundacional, con o sin nombre. Son socios perennes, sino cerremos los ojos y regresemos a los cuentos de infancia que a todos alguna vez nos leyeron, allí los lobos hablaban y las brujas tiraban maldiciones como quien corre tras una micro del Transantiago. Eso es slipstream, todo lo es.

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5 Comentarios:

A la/s 5:35 p. m., Blogger Mike Wilson dijo...

genial pancho! super acertado y bien escrito. lo que si insistiría es que realismo mágico parece tenderle la cama un poco mas al lector, lo hace sentirse cómodo en su mundo, mientras slipstream y todos sus manifestaciones previas parecen aferrarse más al concepto de perturbar e inquietar al lector, aunque sea con sutileza.
sin embargo, tienes toda la razón con que no es nuevo, es un fenómeno que resurge, sea slipstream, new wave, weird, new-weird, etc. a fin de cuentas es simplemente una etiqueta sin un significado muy fijo, sujeta a los caprichos del mercado y la cultura pop.
los ejemplos que provees están super acertados.
saludos!

 
A la/s 6:15 p. m., Blogger AV dijo...

no entendí q es slipstream ¿seré tonto?

 
A la/s 10:33 a. m., Blogger Baradit dijo...

para aportar a la confusión,
tengo la impresión que slipstream además tiene que ver con la rotura del compartimento estanco entre alta y "baja" cultura, o si se quiere, entre cultura y cultura pop, la interpenetración temática y estilística, mix media y búsqueda. En el fondo, aspectos que las artes plásticas manejan hace décadas. Parece que finalmente la literatura fue la disciplina de las artes que más se demoró en adoptar el ideario de la modernidad, como conjunto me refiero (siempre hay excepciones).

Humildemente replico lo indicado por Mike, más arriba, quizá lo único que habría que agregar es que si bien el perfil del slipstream es algo que ha ocurrido antes, quizá la diferencia es que hoy parece ser un fenómeno generalizado y no el aporte de un individuo.

A mi me pasa que el slipstream es el reconocimiento al tremendo hecho de que vivimos en un realidad extraordinariamente múltiple. En nuestra realidad le asignamos derecho a la existencia a los mundos que nos plantean los cómics, los videojuegos, la web 2.0, la TV, las leyendas urbanas, etc. Cuando se rompió el paradigma cultura v/s cultura pop, el derrame por lado y lado era inevitable. Y como herramienta de exploración esta "manera" se volvió super fecunda.

 
A la/s 10:40 p. m., Blogger Rodrigo Mundaca dijo...

@andreu:

acá un podcast de last citizen hablando sobre slipstream, tal vez aclare la película.

http://www.tauzero.org/files/podcast/Mike_Wilson_Slipstream.mp3

saludos

R.

 
A la/s 1:18 p. m., Anonymous Anónimo dijo...

Más etiquetas sin sentido para hablar de literatura loca y desquiciada cuando no son ninguna novedad (recuerden new wave y etc. de antaño), a ver si esta moda pasa algun dia y nos deja algo positivo (cosa que dudo).

 

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