FORTEGAVERSO: CHILE EN EL SIGLO XX (2 PARTE)

lunes, febrero 09, 2009

CHILE EN EL SIGLO XX (2 PARTE)

Entregas anteriores

PRESENTACION


A luchar por la justicia…
Máximo Metrópolis

EL EX SUPERHÉROE Hollis Manson lo sostiene en el primer capítulo de su excelente autobiografía, Detrás de la Máscara : la fecha más importante en la historia del siglo XX fue el 1 de Junio de 1938, cuando en el Nº 1 de la revista Action Comics se presentó al público un personaje llamado Superman. Aquel fue el día en que el mundo conoció la palabra y el concepto de superhéroe. Y desde entonces las cosas nunca más fueron las mismas. Un año después, tontos –un poco locos, un poco enfermos, un poco ambos– comenzaron a vestir disfraces de colores y a defender con sus propias manos los valores de la verdad y la justicia en las grandes capitales del mundo. La mayoría no duró mucho. Cayeron por sus propios errores y balas perdidas (también directas) de los villanos que intentaron atrapar. Así, mientras DC Comics y otras editoriales le hacían creer al mundo que los vigilantes disfrazados, con poderes extraordinarios, eran cosa de tintas, imaginación e historias de escritores y dibujantes, las actas policiales de Nueva York, Londres, París, Ciudad de México y Buenos Aires escribieron una historia secreta muy distinta, la de los verdaderos superhéroes. Anónimos multicolores que desde las sombras de sus ciudades redactaron una peculiar y particular lucha entre el bien y el mal.
Y Santiago de Chile no fue la excepción.
No quiero extenderme en los detalles de la historia superheroica nacional, hacerlo sería quitar parte del encanto del libro que usted, estimado lector, tiene en sus manos. Tampoco es mi propósito, ya que cuando los autores de este texto, cuya lectura recomiendo con mucho placer, me pidieron que los presentara, pensé en hacer un breve resumen de mi propia experiencia como vigilante urbano, término que siempre me ha parecido más acertado que el de superhéroe, que tanta burla acarrea. Ser vigilante en Chile entre 1941 y 1988 no sólo fue una labor más que digna, sino, como este mismo ensayo lo sostiene, constituyó el modo en que un grupo de anónimos y soñadores escribieron su propio capítulo en la historia de nuestro país.
Alessandri, Ibáñez del Campo, Frei, Allende, Pinochet y Aylwin son apellidos relacionados con nuestra continuidad política. Ninguno de ellos, estoy seguro, será para los historiadores del futuro más importante que identidades como la de El Sereno, Caupolicán, Miss Chile, y todos los que usaron las máscaras de Ordenipatria y General Chile. Nuestros disfrazados fueron nuestros dioses. Nuestra mitología y nuestros titanes.
En 1981, cuando los eventos políticos del régimen militar habían reducido a nuestros vigilantes a instrumentos del gobierno de turno, tuve la idea de invertir parte de mi fortuna personal en la creación de un nuevo equipo de disfrazados. Uno que abrazara la vieja tradición superheroica nacional y que fuera capaz de devolverle a Chile esos sueños de capas y máscaras que tanta grandeza le dieron en las décadas de los 40 y 60. Fue un trabajo duro, nos enfrentamos a muchos y nuevos enemigos, pero conseguimos brillar. Cabe agregar lo injusto que resultó. a pesar de nuestra independencia, que se nos tachara de aliados del pinochetismo. Si, es verdad, en nuestras filas había simpatizantes de los militares, como quien escribe estas líneas, pero ello nunca manchó nuestro propósito principal, el de luchar por la justicia en las calles violentas de nuestras ciudades. Nos quisieron y nos odiaron, ¿pero acaso con Cristo no sucedió lo mismo?
En 1981 Máximo Mendoza se convirtió en Máximo Metrópolis. En 1989, Máximo Metrópolis se convirtió en mi verdadero nombre y en sello de mis empresas y de mi carrera política, cuyo éxito, como siempre lo he declarado, está dedicado a la docena de hombres y mujeres que junto a mi, no tuvieron miedo a la hora de ponerse un antifaz y una capa para defender sus ideales. Jamás he sentido vergüenza de aceptar lo que fui y lo que soy. De más está recalcar que he pagado precios altísimos por esta actividad, como la vida de mi buen amigo Jaime Guzmán, quien recibiera una bala disparada en mi contra, en abril del 91. Pero ha pesar de lo anterior (y de otras tantas cosas), de volver a nacer lo haría de nuevo, con todo el amor que le profeso a mi gente y a mi patria.
Santiago de Chile ya no está disfrazada, pero desde las sombras de sus calles, no me cabe duda, ángeles anónimos esperan su momento para alzar sus máscaras y colores. Tal vez este libro los aliente a no perder más tiempo. Si necesitan apoyo, saben donde encontrarlo. Ya conocen lo que siempre he dicho, lo que siempre he gritado…
¡Disfrázate Santiago!

M.M.
Santiago. Septiembre, 2013

Etiquetas: