EL AÑO DEL SUPERHEROE
Versión completa de la columna de hoy en el Wiken. Como siempre se agradecen comentarios en los blogs mercuriales.
EL NUEVO WESTERN
El reciente lanzamiento en DVD (y Blue Ray) de Batman: El Caballero de la Noche, consolida el año en que el cine-cómic dejó de ser el hermano freak del fantástico y se convirtió en un género con sustantivo propio. Y nadie estuvo ajeno al fenómeno: las películas más taquilleras vinieron de los archivos de Marvel, DC, Image y Dark Horse, los filmes más anticipados del 2009 se acercan con la misma rúbrica y en Chile, Mirageman y Santos cogieron su propia mascada de las capas y los antifaces.
El cine-cómic es básicamente el nuevo western: culturalmente norteamericano, pegado con un simplista ideal de justicia, de moral fascista (asumida por sus propios cultores y personajes), extremadamente macho y catalizador del lado más infantil del hombre adulto. Y tal como sucedió cuando el “oeste” se independizó del cine de aventuras, de la mano de autores como John Ford, es probable que directores como Zack Snyder o el multifacético Frank Miller sean estudiados a futuro como las cabezas pensantes del género, los Howard Hawks de los superhéroes. Y que piezas como las dos Batman de Christopher Nolan (por mucho que algunos se horroricen) sean equivalentes a El Tesoro de la sierra madre o a Río bravo. No nos miremos la suerte entre gitanos, en la época de oro del far west estos filmes también eran juzgados (y prejuzgados) como escapismo barato. Mal que mal, así como hoy la taquilla se dicta adaptando un formato tan desechable como una historieta, en los 40 y 50, los “vaqueros” eran tomados del pulp, en esos tiempos lo más rasca de la “literatura barata y popular”, en una escala incluso inferior a las tiras cómicas.
No es menor el dato que hoy, quienes compran historietas y novelas gráficas tienen sobre 35 años y que para la nueva generación, íconos como Iron-Man, Spider-Man o los X-Men fueron conocidos directamente por sus adaptaciones al cine y videojuegos. Joe Quesada, cabeza de Marvel decía, no con desgano, que para los muchachos de 15 años, su editorial ya no era la legendaria “casa de ideas de Stan Lee” sino una “imprenta de revistas” que llevaba al papel las aventuras de los héroes cinematográficos.
Ahora, si el cómic es el nuevo western y el western tuvo una carrera más bien corta en la cresta de la taquilla, ¿cuanta vida le queda? Tal vez la respuesta esté en marzo del próximo año, cuando se estrene la que para Enterteinment Weekly es la película más anticipada del 2009: Watchmen, cuyo segundo trailer saturó la red la semana pasada. En 1985 la dupla formada por el escritor Alan Moore y el dibujante Dave Gibbons publicó esta piedra angular del género, incluida en el canon de las 100 mejores obras literarias del siglo XX. El detalle es que esta novela gráfica no nació como una forma de llevar a los superhéroes a una categoría más alta, sino para matarlos. La idea de Moore era darle la estocada final a esta mitología pop, algo tan rotundo que fuera inimaginable seguir haciendo historias de este tipo. Pasó todo lo contrario: la industria se pobló de vigilantes con taras psicológicas, ultraviolentos, con más dilemas existenciales que superpoderes. Forma en la que justamente garantizaron su paso (y éxito) al cine.
Moore es el más crítico con el legado de su obra, incluso ha renegado un par de veces de ella, declarando que no quiere saber nada de Watchmen, menos de la película, proyecto al cual ha declarado su odio más visceral, pidiendo incluso que se saque su nombre de los títulos. Pero en este rechazo, el barbudo escritor inglés, tuvo su momento de luz. Entrevistado por la revista inglesa SFX volvió a subrayar su repudio al filme de Zack Snyder, pero concluyó: “tal vez salga algo bueno y no hagan más cintas de este tipo. Lo que yo pretendía en las historietas, quizás se cumpla en el cine”. Y Moore es profético, quien sabe, tal vez Watchmen se convierta en el equivalente a La pandilla salvaje la última “de vaqueros canónica” de este nuevo western. Lástima que Snyder no sea precisamente Peckinpah.
El reciente lanzamiento en DVD (y Blue Ray) de Batman: El Caballero de la Noche, consolida el año en que el cine-cómic dejó de ser el hermano freak del fantástico y se convirtió en un género con sustantivo propio. Y nadie estuvo ajeno al fenómeno: las películas más taquilleras vinieron de los archivos de Marvel, DC, Image y Dark Horse, los filmes más anticipados del 2009 se acercan con la misma rúbrica y en Chile, Mirageman y Santos cogieron su propia mascada de las capas y los antifaces.
El cine-cómic es básicamente el nuevo western: culturalmente norteamericano, pegado con un simplista ideal de justicia, de moral fascista (asumida por sus propios cultores y personajes), extremadamente macho y catalizador del lado más infantil del hombre adulto. Y tal como sucedió cuando el “oeste” se independizó del cine de aventuras, de la mano de autores como John Ford, es probable que directores como Zack Snyder o el multifacético Frank Miller sean estudiados a futuro como las cabezas pensantes del género, los Howard Hawks de los superhéroes. Y que piezas como las dos Batman de Christopher Nolan (por mucho que algunos se horroricen) sean equivalentes a El Tesoro de la sierra madre o a Río bravo. No nos miremos la suerte entre gitanos, en la época de oro del far west estos filmes también eran juzgados (y prejuzgados) como escapismo barato. Mal que mal, así como hoy la taquilla se dicta adaptando un formato tan desechable como una historieta, en los 40 y 50, los “vaqueros” eran tomados del pulp, en esos tiempos lo más rasca de la “literatura barata y popular”, en una escala incluso inferior a las tiras cómicas.
No es menor el dato que hoy, quienes compran historietas y novelas gráficas tienen sobre 35 años y que para la nueva generación, íconos como Iron-Man, Spider-Man o los X-Men fueron conocidos directamente por sus adaptaciones al cine y videojuegos. Joe Quesada, cabeza de Marvel decía, no con desgano, que para los muchachos de 15 años, su editorial ya no era la legendaria “casa de ideas de Stan Lee” sino una “imprenta de revistas” que llevaba al papel las aventuras de los héroes cinematográficos.
Ahora, si el cómic es el nuevo western y el western tuvo una carrera más bien corta en la cresta de la taquilla, ¿cuanta vida le queda? Tal vez la respuesta esté en marzo del próximo año, cuando se estrene la que para Enterteinment Weekly es la película más anticipada del 2009: Watchmen, cuyo segundo trailer saturó la red la semana pasada. En 1985 la dupla formada por el escritor Alan Moore y el dibujante Dave Gibbons publicó esta piedra angular del género, incluida en el canon de las 100 mejores obras literarias del siglo XX. El detalle es que esta novela gráfica no nació como una forma de llevar a los superhéroes a una categoría más alta, sino para matarlos. La idea de Moore era darle la estocada final a esta mitología pop, algo tan rotundo que fuera inimaginable seguir haciendo historias de este tipo. Pasó todo lo contrario: la industria se pobló de vigilantes con taras psicológicas, ultraviolentos, con más dilemas existenciales que superpoderes. Forma en la que justamente garantizaron su paso (y éxito) al cine.
Moore es el más crítico con el legado de su obra, incluso ha renegado un par de veces de ella, declarando que no quiere saber nada de Watchmen, menos de la película, proyecto al cual ha declarado su odio más visceral, pidiendo incluso que se saque su nombre de los títulos. Pero en este rechazo, el barbudo escritor inglés, tuvo su momento de luz. Entrevistado por la revista inglesa SFX volvió a subrayar su repudio al filme de Zack Snyder, pero concluyó: “tal vez salga algo bueno y no hagan más cintas de este tipo. Lo que yo pretendía en las historietas, quizás se cumpla en el cine”. Y Moore es profético, quien sabe, tal vez Watchmen se convierta en el equivalente a La pandilla salvaje la última “de vaqueros canónica” de este nuevo western. Lástima que Snyder no sea precisamente Peckinpah.
Etiquetas: Cine, Comics, Fuera de Foco
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