FORTEGAVERSO

jueves, noviembre 24, 2005

SOMBRAS EN LA NOCHE

Así comenzaron LAS AVENTURAS DE DAGA Y EL BRUJO AZUL, novela de aventuras por entregas que publico mensualmente en revista Billiken.

Este post es un extracto del capítulo 1, publicado en Billiken Chile en Julio, 2005

Capítulo 1.

SE DICE QUE el tiempo más importante en una historia es su comienzo. Así, las aventuras de Daga y el Brujo Azul debieran iniciarse hace doce años, cuando el viejo mago Queipul raptó a los hijos de las Antirayenes del Curuñadi, muertas poco días antes, y los envió al mundo exterior que se extendía más allá de las montañas viejas. El anciano creía que sacando a los niños del valle, se rompería la línea de gobernantes, acabando así la anciana rivalidad que desde épocas pretéritas venía sumiendo a su pueblo en la más cruenta de las guerras.
… Pero Queipul se equivocó.
Entonces, si es cierto aquello de que el tiempo más importante en una historia es su comienzo, las aventuras de Daga y el Brujo Azul quizás debieran iniciarse muchos años después, el lunes en que Talo Gravelle le devolvió, por primera vez, un golpe a Diego Asensio y lo dejó tirado, en medio del patio del colegio ante la mirada y las risas de todos sus compañeros. Talo se sintió héroe, sobre todo frente a los grises ojos de Alma, quien desde una esquina contempló la escena con una triste expresión en el rostro. Mucho tiempo después, Talo entendería (y comprendería) la razón de la melancólica mirada de la más linda de sus compañeras de clase.
-¿Quién comenzó la pelea?-, les preguntó el inspector Gutiérrez mirándolo a los ojos. Tras el escritorio y sin levantar la cabeza, Diego y Talo no abrieron la boca. –Perfecto-, continuó el Sr. Gutiérrez, entonces tendré que suspenderlos a ambos…
Talo apretó sus puños, nervioso.
-Pensé decirles que se tomaran su tiempo en responder-, siguió el inspector-, pero entenderán que ni a mi, ni a ustedes, ni al resto de sus compañeros nos sobra. Y ya que no se comportan como dos personas maduras, voy a tratarlos como lo que son: un par de cabros chicos de trece años. Contaré hasta diez, si no hablan, tendré que suspenderlos a ambos… Diez, nueve, ocho…
Talo pensó en la forma como uno podía ser maduro a los trece años. Miró de reojo a su compañero, la persona que más odiaba en este planeta y cuando el inspector del colegio alcanzó el tres en su cuenta regresiva, dijo:
-Fui yo señor, yo lancé el primer golpe.
No era el modo correcto de madurar.
Gutiérrez miró a Diego Asensio.
-¿Es verdad, lo que su compañero dice?
-Si, es verdad, señor Gutiérrez-, mintió el muchacho de cabello corto.
-Perfecto-, continuó el inspector-, puede retirarse señor Asensio.
Diego tomó sus cosas y sin pronunciar palabra abandonó la oficina del inspector.
-¿Por qué mentiste Italo?-, le dijo Gutiérrez al chico que continuaba sentado frente a su escritorio. Talo siempre se sentía raro cuando alguien lo llamaba por su nombre completo.
-¿Por qué cree que mentí?
-No sé, dímelo tú.
-Yo…-, dudó el chico de anteojos.
-Mentir para protegerlo no va a evitar que Diego Asensio siga pegándote. Tampoco responderle con los puños…
-¿Estoy suspendido?
-No, pero hasta el viernes deberás quedarte dos horas extras en la biblioteca después de la salida.
Era lunes.