LOS 50 MEJORES DISCOS CHILENOS

Hay que decirlo, la última edición de Rolling Stone es de lo mejor que se ha hecho en periodismo musical en los últimos años. Y como colaborador, fue un honor participar dentro del colectivo que dio forma a la portada, una unión de periodistas y músicos trabajando con la idea de marcar algo de pauta en nuestras crónicas pop. Hace una semana postié lo que escribí sobre el Nº2, Alturas de Macchu Picchu, estos son las otras 4 placas de las que me tocó escribir.


22
GEPE
GEPINTO (Quemasucabeza, 2005)
¿Hay algo más pop que el folklor? Hace cuatro décadas Dylan lo entendió y con esa moral cimentó una carrera que ha sabido volarnos la cabeza. Víctor Jara y Violeta Parra también lo visionaron y Gepe reformateó la idea en códigos del nuevo siglo. Canciones buenas, pero buenas de bondad, interpretadas como quien le habla a un buen amigo. Guitarras de palo, una voz cansada y la dosis justa de electrónica. Con Gepinto, su primer trabajo en solitario, Gepe no sólo se nos vino encima como el cantautor más lúcido de su generación, sino como un latigazo sobre cómo debíamos entender y sentir la música de la tierra en esta época de neón y exceso de velocidad. Escuchar Gepinto es querer aprender a tocar guitarra. Escuchar Gepinto es un acto irreverente, en la que los sonidos más campestres del valle central podían escucharse como Depeche Mode. Tal vez Hungría, el segundo viaje del ex Taller Dejao haya ganado puntos en riesgo y apuesta, pero los dados de Gepe fueron tirados con Gepinto. De eso no hay duda.

25
LOS BUNKERS
VIDA DE PERROS (La Oreja, 2005)
El cuarto disco de la banda penquista es también el más fuerte de su discografía. Una declaración en once cortes en la que el combo de los hermanos Duran es valiente al tirar sobre la parrilla todas sus influencias. Ok, aún hay gotas de los Tres, pero también una moral a lo Elvis Costello que suena exquisita sobre un sonido barroco que funde a los Beatles con ELO. Y hay que tener cojones para no escapar de las referencias y al mismo tiempo sonar endemoniadamente originales. En Vida de Perros, el quinteto de Concepción tiene rabia, pena, escupe letras inteligentes sobre el eterno dilema de perder a la chica, enamorarse de la persona equivocada y caminar pateando piedras. Vida de Perros no se lee como una historia optimista, pero se escucha como una de las mejores colecciones de himnos con vocación pop, de esos que dan ganas de gritar a los vientos. “Llueve sobre la ciudad”, su mejor single, nació condenado a formar parte de la biblioteca de grandes canciones nacionales de todos los tiempos.

37
LOS BLOPS
BLOPS (LOS MOMENTOS) (Dicap, 1970)
Reducir el disco homónimo de Los Blops a su tema más conocido es pecar de injustos con una de las bandas fundamentales del folk rock chileno de fines de los 60. Pero tampoco puede negarse el impacto masivo de "Los Momentos", balada acústica que el tiempo ha convertido en la gran canción de fogata chilena de todos los tiempos, un clásico para hombres sensibles, al nivel de cualquier pieza de Sui Generis, Silvio Rodríguez o incluso Los Beatles. Eduardo Gatti y compañía pasaron a la historia con eso de "tu silueta va caminando", tal vez la letra más obviamente bonita de una canción pop nacional. Pero Blops (Los Momentos) tiene harto más donde escarbar. El disco, alguna vez apuntado como la pieza más burguesa de nuestro rock hippie, comparte con los primeros trabajos de Los Jaivas una búsqueda hacia los sonidos que se estaban desarrollando en Europa. Puede que "Los Momentos", la canción, remita al canto nuevo latinoamericano, pero el resto del disco es una continua y fina referencia a bandas como Procol Horum, en especial por los teclados de Juan Contreras, quien además incorporó colchones de flauta traversa a lo Jethro Tull o los primeros Genesis, grupo este último que se siente más que presente en "Atlántico" y "Maquinaria", los track finales.

49
LUCYBELL
VIAJAR (EMI, 1996)
Peces, el primer LP de Lucybell logró convertir en masivo un sonido y una estética más propia a tribus urbanas vampíricas que a festivales al aire libre. Letras y una moral noise y oscura, hicieron del más británico de los grupos chilenos una marca registrada a la cual había que poner atención. Viajar, editado un año después, no hizo más que confirmar los buenos presagios, convirtiendo a la ecuación Lucybell en una eficiente generadora de himnos de estadio, con el detalle de que estos e estructuraban en torno a sonidos sombríos y letras introspectivas. Lucybell hizo del llanto y la depresión, una cancha en la que aprendieron a golear con precisión cirujana. En la tradición pop local, el entonces cuarteto y actual trío, fue, es y será un bicho raro. La potencia de "Viajar", la simple belleza de "Carnaval", la elegancia de "Mataz" y la épica de "Si no se abrir mis manos", hicieron de Viajar un disco muy conectado con su época, moderno hasta lo insoportable y firma absoluta de la mejor época y formación de una banda, cuya rotación de integrantes no sólo se convirtió en tradición para Lucybell, sino en material virgen para escribir una de las más complejas teleseries del pop chileno.