FORTEGAVERSO

lunes, junio 12, 2006

AUTOPISTAS DEL SUR
El filósofo y antropólogo José Bengoa lleva años teorizando acerca de los mapuches y como estos conformaban una cultura fluvial. Sus reflexiones echan por tierra décadas de conceptos errados respecto de nuestro pueblo autóctono. Hace un año lo entreviste para la revista CA y esto fue lo que me dijo.
Publicado en CA, mayo 2005

En los ríos de la frontera

Según Bengoa, Chile, como nación se fundó a partir de una sociedad ribereña. Más que un pueblo de la tierra, los Mapuches se conformaron como una etnia fluvial, que creció y vivió según el curso de los ríos. Donde los puentes, junto con progreso, detonaron una fuerte dualidad entre integración y diversidad.

Sostiene José Bengoa, que los mapuches crecieron bajo una visión cosmológica estructurada en torno a la relación entre el agua y la tierra. Los ríos, el mar, la lluvia, los bosques y campos conformaron los límites de su universo y su panteón divino. “Cada invierno, se podría decir, los habitantes del sur observaban la lucha mítica entre las culebras Cai Cai y Tren Tren. El cielo se llenaba de aguas que caía implacable sobre la tierra. Las vegas o tierras bajas se inundaban y sólo quedaba al aire, las copas de los árboles y las puntas de los palos de los cercos. Los ríos se transformaban en torrentes y nadie osaba cruzarlos. Cada año Cai Cai trataba de apropiarse del territorio mientras Tren Tren, lograba que esto no ocurriera” (Historia de los Antiguos Mapuches del Sur, Catalonia, 2003. Pp, 43). El párrafo anterior ilustra el choque de estas fuerzas en la mitológica figura de dos serpientes ancestrales, las que en su eterna lucha mantenían el equilibrio universal. En esta perspectiva la colisión de Cai Cai-Agua contra Tren Tren-Tierra no era una precisamente una batalla, sino el lazo que unía el cielo-paraíso con la tierra, conformada ésta por el barro esencial de donde surgió el hombre.
Los mitos, la cosmogonía, se entiende como la transfiguración de los elementos que rodean una sociedad humana a través de figuras arquetípicas. Esta visión del orden primordial mapuche nos refiere una cultura profundamente marcada por el ciclo vital de la naturaleza que la rodeaba. Los mapuches crearon su espacio delimitado por ríos, del Bío Bío al Toltén. Estos torrentes marcaron su frontera y también su supervivencia. Según Bengoa, esto nos hace entender la cultura mapuche como una sociedad ribereña, fluvial. “Los ríos organizaron el territorio mapuche, lo trazaron, lo dividieron y también lo llenaron de vida y movimiento. Por los ríos surgieron las comunicaciones, su modo de contacto con sus semejantes. En este hábitat, los habitantes ancestrales del sur aprendieron a ser pescadores mucho antes agricultores”.
-Fenómeno que se entiende por la morfología de la zona al sur del Bío Bío
“Exacto. Pero para comprenderlo mejor hay que hacer un esfuerzo de reconstrucción. Lo que hoy son débiles arroyos, fueron, hasta hace un par de siglos, ríos caudalosos. La Araucanía, al sur del Bío Bío, era un entramado intrincado de esteros, ríos y lagunas. A sus orillas se asentaron viviendas, comunidades organizadas. Los ríos de la frontera delinearon la geografía humana, la geografía ribereña. Puede sonar grandilocuente en la idea teórica, pero lo que yo sostengo en mi libro es una cuestión bien sencilla, al menos desde una perspectiva superficial. Básicamente me puse a pensar en como funcionaba una sociedad antes de que hubiesen caballos, cosa no fácil de visualizar porque uno piensa que estos existieron siempre. Entonces comencé a estudiar los ríos del sur, que si te fijas son bien distintos de los del norte y los de la zona central. Piensa en el Toltén y compáralo con el Aconcagua, trata de hacer el ejercicio. Mientras los ríos del norte son tormentosos, formados por los deshielos, dispuestos a arrasar todo en las crecidas, llenos de piedras y lodo; sus homólogos de la Frontera resultan caudalosos, calmos, vastos, navegables. Son ríos que cuando llegan al valle tienen esa idea de reposar, acoger, descansar”.
-Y con ello convertirse en hábitat para los habitantes de las riberas
“Ahí precisamente iba. Teniendo en cuenta la morfología de los ríos al sur del Bío Bío, comencé a relacionarlo con el estudio de las canoas mapuches. Con hechos como que las urnas funerarias de los indígenas de la Frontera tuvieran forma de bote. Nada es casual en el estudio antropológico. Vas sumando elementos. La idea de estas canoas féretros me parecido fascinante, es la concreción de la figura mitológica y arquetípica del río como paso entre la vida y la muerte. El panteón mitológico mapuche, siempre ha estado fuertemente enredado con el concepto ribereño, con el dominio primordial del lafquen (lagos y mares). Hay leyendas que nos narran de grandes ríos en la tierra y el cielo. Tren Tren y Cai Cai, el ying y el yang mapuche, son culebras y las culebras si lo piensas tienen forma de río. Esta unión de elementos acuáticos revela que los pueblos del sur, más que recolectores y agricultores fueron fluviales. Los mapuches eran una sociedad que navegaba a través de estos grandes ríos, los usaba para conectar su cultura, vivir, crecer y alimentarse. Los ríos fueron para los mapuches un concepto de fe, de supervivencia y crecimiento”.
-El río como lugar de encuentro
“Que en arquitectura podríamos definir como el espacio público precolombino”.
-Esta idea, la de los mapuches como sociedad ribereña, echa abajo muchos conceptos que uno tiene preconcebidos respecto del pueblo mapuche. Partiendo por su nombre, que como sabemos significa pueblo de la tierra.
“Cambia, más que echar abajo. Yo no soy tan intransigente, y lo veo como un complemento, como una pincelada que nos ayuda a entender más sobre nuestros pueblos ancestrales del sur. La idea de los mapuches como Pueblo de la Tierra, debe entenderse por la tierra como idea genérica, una idea que incluye a los ríos, lagos, la lluvia. La tierra mapuche es su cosmos y como ya hemos visto, este cosmos se encuentra marcado y delimitado por el agua. El pueblo mapuche era una cultura de la pesca, del río, del mundo acuático y permanente. Piensa en el poncho como vestimenta básica indígena. Es ropa de agua, ropa para sortear la lluvia y vadear ríos. Y sobre todo piensa en la geografía al sur del Bío Bío. Los mapuches estuvieron asentados en una región cruzada continuamente por ríos, poblada de lagos y cascadas. La historia de la humanidad está hecha, constituida por el modo en que las distintas sociedades se adaptaron y adaptaron –valga la redundancia- el medio que los rodeaba. En esta perspectiva resulta lúcida la imagen de una canoa mapuche saliendo de lo que hoy es Puerto Saavedra, subiendo a través del Río Imperial, metiéndose por Quepe, para coger luego el Cautín y llegar así hasta la zona andina de Curacautín. Los ríos constituyeron una ruta, un medio de comunicación y conexión para una cultura que, como ya anticipamos, no sabía del uso del caballo”.
-En la que ríos y afluentes conformaron una especie de autopista natural
“Claro, en un metáfora moderna. Piensa en lo que ocurrió a la llegada de Pedro de Valdivia a la zona de Concepción. Las tribus de la zona se alertaron ante la presencia de estos extraños y se replegaron como una gran fuerza para evitar el avance español. La sociedad mapuche no estaba estructurada en grandes ciudades, sino en pequeños grupos desparramados a lo largo de la selva de la Frontera. ¿Cómo fue entonces que consiguieron comunicarse? ¿Cómo se juntaron tan rápidamente? Caminando es imposible. Puede sonar ridículo, pero la única explicación es que los mapuches bajaron en patota a bordo de grandes canoas. Sólo así consiguieron adelantarse al paso de los caballos y conformar una barrera eficiente a la invasión. De hecho hay relatos del mismo Pedro de Valdivia sobre grandes botes mapuches cruzando el entonces caudaloso río Imperial”.
-Resulta difícil imaginarse grandes canoas mapuches. Uno como que tiene la idea de botes pequeños, con no más de un remero…
“Todo lo contrario. Piensa en las canoas fúnebres. Estamos hablando de un bote de más de dos metros de largo, construido con un fin particular. En la época de la llamada pacificación de la Araucanía, a fines del siglo XIX, hay relatos de canoas mapuches en las que subían hasta tres vacas. El propio Vicente Pérez Rosales describe un bote mapuche impulsado por más de 30 remeros, tamaño similar al de un drakar vikingo. Si uno se pone en una perspectiva evolucionista, pensando que estas personas eran muy primitivas, poco creadoras, medias “tontonas”, no se puede imaginar este tipo de vida. Pero lo cierto es que estamos hablando de una cultura bastante avanzada en lo referente a uso del recurso fluvial como elemento básico en su desarrollo cultural. Hace pocos años, fue recuperada del fondo del lago Lanalhue, en la zona de Arauco, una canoa ceremonial mapuche que denota una elaborada técnica de construcción. Reliquia que en estos momentos esta siendo recuperada y restaurada en Cañete. Y esto no deja de ser menor, ya que su sólo existencia nos revela que la sociedad ribereña mapuche estuvo lejos de ser un fenómeno improvisado. Los ríos de la frontera unieron a los mapuches, fueron su medio natural de comunicación y comercio. Estructuraron el flujo sociocultural entre la cordillera de los Andes y el océano, facilitaron ritos ceremoniales y festivos. Se hablaba de grandes fiestas, con gentes moviéndose en estas canoas para llegar a determinados puntos de celebración. Hasta antes de 1880, los ríos de la Frontera movían a más de un millón de personas. Y a propósito de estas fiestas que recién mencionaba. En la zona de Angol se han encontrado unas vasijas enormes, de casi un metro de alto, en la cual los mapuches transportaban alimentos y bebidas desde el área precordillerana de Curacautín. El único modo de llevar estos artilugios a través de casi 90 kilómetros era en balsa. Las usaron hasta que los españoles y chilenos impusieron el caballo en la zona, ahí fueron reemplazadas por sacos de piel, mucho más cómodos para colgarse de la grupa de una bestia”.
-¿Murió con el caballo la sociedad ribereña mapuche?
“No. La sociedad ribereña fue desapareciendo cuando los ríos dejaron de ser lugares de encuentro y se transformaron en fronteras”.
-Pero esto es tan ancestral como el concepto de la sociedad ribereña. Recordemos que desde tiempos previos a la conquista, se hace referencia de que el país mapuche estaba delimitado por las fronteras naturales del Bío Bío al norte y el Toltén al sur.
“Si, es verdad. La frontera ribereña viene prácticamente del origen del pueblo Mapuche. Sólo que con la llegada de los españoles y hasta la llamada pacificación de la Araucanía, esta idea de frontera física se convirtió en una separación sociopolítica. El río se transformó en una frontera que separaba un lugar rico de otro pobre. Pensemos en el Bío Bío: al norte la floreciente Concepción, al sur, el estado salvaje. Los ríos establecían fronteras muy duras. El Bío Bío va a ser, no por casualidad, por tres siglos la frontera casi natural de nuestro país”.
-Puede decirse que tras la llegada de los españoles, el río se convierte en un factor de discontinuidad territorial.
“Lo que sería un problema fundamental para nuestro país, desde la conquista hasta nuestros días. Déjame retroceder un poco en esta idea. Lo primero que se me viene a la cabeza es el tema de las distancias. El sur de Chile fue, a lo largo de la historia un lugar extremadamente lejano. Esa es la primera constatación, la primera certeza. Y esta lejanía estaba dada por la distancia, por los kilómetros, millas, leguas y la existencia de un sin número de ríos que dificultaban enormemente el paso hacia el sur. Hay que recordar que Pedro de Valdivia se demoraba tres meses en cubrir desde la zona central hasta el sur. No es casual que esta situación de discontinuidad territorial, originada por los ríos se transformara en una obsesión chilena…”
-Y ahí aparece la idea del puente
“Que es el concepto de progreso que ha imperado hasta nuestros días. Velo desde esta mirada, se pretende conmemorar el bicentenario con un puente sobre el canal de Chacao. Que muestra más patente de la obsesión ideológica de integración nacional versus la diversidad territorial. Y acá no deja de ser interesante la comparación con la sociedad ribereña mapuche. Mientras nuestros pueblos ancestrales se movieron al ritmo, de acorde a los ríos, nuestro avance como cultura occidental optó por salvarlos, convertirlos en obstáculos, destinados a ser superados por puentes. Pero lo más curioso de este fenómeno es que a pasar de estar en las antípodas de la relación mapuche con los ríos, las llamadas ciudades de la Frontera fueron estructurándose también en torno a éstos. Los mismos ríos que constituyeron el flujo comunicacional de los mapuches, se hicieron fundacionales para los pueblos surgidos a partir de los fuertes de la época de la llamada pacificación de la Araucanía en 1880. Ciudades como Nacimiento, Traiguén, Victoria, Curacautín y Temuco nacieron a partir de asentamientos militares levantados siguiendo las líneas de ríos como el Cautín, el Laja y el Chol Chol”.
-Una extensión del concepto de sociedad ribereña.
“Podríamos decir que sí. De hecho la mayoría de los pueblos de la frontera se armaron en torno a la idea de una costanera. Es más, todo el plan Bicentenario del Ministerio de Obras Públicas se sustenta en hacer costaneras por todas partes. En torno a qué ríos, ni idea…”

Arauco domado, integración v/s diversidad
Según José Bengoa, para entender el proceso que llevó a la llamada pacificación de la Araucanía, hay que visualizar el estado de la nación chilena desde la época de la conquista hasta la segunda mitad del siglo XIX. “Apenas quedaba una franja entre el Malleco y el Toltén, donde el Estado no tenia acceso ni jurisdicción. Una región en la que vivían los Mapuches en forma libre. Estamos hablando de la década de 1870, una era en que se da en Chile un hecho común a lo que sucedía en otros lados del mundo, como el avance hacia el oeste norteamericano, el llamado far west, la conquista del territorio virgen del Canadá y Australia, las políticas argentina para con la Patagonia”.
“Producto de las transformaciones de la economía mundial, del auge del trigo, se transita por un momento de expansión de las fronteras. Y por supuesto los indígenas, que vivían en el lugar, eran vistos como salvajes improductivos. Estábamos en el peak del evolucionismo. Los indígenas eran vistos como primitivos y salvajes. Entre 1850 y 1930, la intelectualidad progresista no tenía puntos de encuentro con los nativos. Eran vistos como un estorbo a los afanes expansionistas, que fue la visión que se tenía de los mapuches al sur del Malleco. Claro, también hubo gente muy querendona, muy pro-indígena, como los capuchinos, pero incluso ellos pensaban que había que integrarlos lo más rápido posible, evangelizarlos y educarlos. La idea de la diversidad no tenía cabida. De hecho aun no la tiene. Y esto, a fines del siglo XIX, ocasionó un desastre cultural del cual aún no nos reponemos: la llamada pacificación de la Araucanía”.
-¿Un genocidio?
“No sé si me atrevería a unirme a esa hipótesis, que tiene bastantes adeptos. Por razones bastante obvias, por lo demás. En lo concreto momentos claves en la ocupación de la Araucanía. El más duro, de mayor violencia, se dio con la aparición de tres elementos técnicos claves: el fusil de repetición (Winchester), el tren y el telégrafo. Antes de eso, el ejército no tenía una superioridad militar clara frente a los indígenas. Había un equilibrio que se mantuvo hasta 1880. Hasta entonces, y desde la conquista, la guerra era muy violenta. A la antigua. Se le quemaban los campos a los mapuches, las sementeras, las casas. Fue una guerra de arrasamiento. En mis archivos tengo informes de la época: las cifras de caballos, vacas, ovejas robadas a los indígenas, miles y miles de animales que les quitaron sólo para matarlos de hambre. Después vino el 81, que es cuando aparecen Gregorio Urrutia y Manuel Recabarren. Con ellos cambian las políticas “pacificadoras” y por primera vez entra un ejército regular a la zona, con zapadores que hacen caminos y una moral distinta a las de antes. Mientras las antiguas avanzadas entraban y salían, estas se instalaron y prepararon el terreno para la llegada de los colonos que en ese instante venían viajando desde Europa. ¿Qué pasa con los mapuches entonces? Que ya no eran la raza principal de la zona, tal “honor” lo tenía ahora el ejército. Y como tal, el ejército empezó a imponer políticas de repartición de tierras, que fue bastante atarantado, ya que la orden emitida desde Santiago era ordenar lo más rápidamente posible a los indígenas de la zona. Es ahí cuando surge la idea de reducirlos y erradicarlos en pequeños lugares y ahí empieza el desorden, las contradicciones, el robo y la situación conflictiva que dura hasta el día de hoy. Este es el origen del mayor desastre ocurrido en el sur, la manera de erradicar a los indígenas establecerlos en una situación de conflicto que no tiene fácil arreglo”.
-Y volviendo a la idea de la sociedad ribereña. ¿Qué pasa con los ríos en esa época?
“Pasa que llega el ferrocarril y con él, gente como Verniory. Ingenieros de una edad industrial que al verlos como obstáculos al progreso van armando una red de puentes que superan los cursos de agua y enlazan la entonces salvaje Frontera, el territorio de la sociedad ribereña, con el centro del país. La inauguración del viaducto del Malleco constituye un hecho fundacional de lo que ocurriría con los ríos del sur. La sociedad industrial del siglo XIX poseía la ciencia y los recursos para vencer los ríos, cruzarlos por encima…”
-Suena dura esa visión sobre los puentes…
“Que no se malentienda. No soy contrario a la construcción de esta línea de puentes entre el Malleco y el Toltén. Los puentes son algo bueno, una figura de progreso que une dos puntos apartados. Lo que me parece complicado son las políticas con las cuales se ordenó la construcción de estas obras. Y que creo son las mismas que imperan hasta hoy en día. Lo que más me evocan los puentes son esa obsesión por la unidad, que ha sido un detalle permanente para el estado chileno. Hay una idea imperante de conquista de la naturaleza, de poder. Obviamente los territorios se organizan en función de ciertas ideas de poder, ideas políticas que no son neutrales. Al pensar sobre los puentes, uno no sólo puede pensar sobre la necesidad de construirlos para salvar obstáculos. Hacerlo es una mirada ingenua y neutral. Uno tiene que pensar en cual es la idea de poder político, de unidad territorial, que está tras del hecho de decidir dónde y como levantar un puente. ¿Cual es la idea que está allí? Me temo que simplemente control territorial”.
-Que nos lleva a la dualidad de integración versus diversidad, que mencionamos antes…
“No hay consideración de que un territorio nacional puede ser diverso, como no la hay tampoco con la cultura. La integración es la expresión de la homogeneidad chilena, del centralismo estatal. La no diversidad se expresa también en términos territoriales, en la costilla que organiza el país, que lo ha estructurado desde siempre. Se podría pensar de otra manera el territorio, por ejemplo lo que sucede hoy con el proyecto del Puente en Chiloé. En vez de levantar un proyecto tan megalómano, la real preocupación bicentenaria debiera centrarse en dotar a las islas del archipiélago chilote de buenos hospitales, universidades y aeropuertos. El puente, como figura política, es resultante de una idea que está en la cabeza de los que tratan de resolver el país. Si esté país se hubiera resuelto, valga la redundancia, como un país federalista, te aseguro que los puentes hubiesen sido hecho en otro lugares, con otra moral. Quizás continuado con la ética de la sociedad ribereña. Con federalismo, con grandes focos regionales, el sistema de comunicación sería distinto y en esta lectura los puentes no estarían en los mismos lugares que hoy. Tendrían una real función comunicadora, ajena al ideal integracionista de atar todo a un gran cordón central. En esa perspectiva, que puede extrapolarse a lo ocurrido con la línea de puentes de la Frontera, la idea del viaducto se hace fácil, simple. Apenas un construcción, un trámite”.