EL ETERNAUTA POR PAZ SOLDAN
Tomado de El Río Fugitivo de Paz Soldan, y sin permiso del autor, pero confío en la buena onda y la hermandad eternautica.
50 AÑOS DE EL ETERNAUTA
Lo confieso: yo fui uno más de esos tantos lectores que, adiestrados por las historietas norteamericanas, creían que El eternauta era un superhéroe creado por el argentino H. G. Oesterheld, con dibujos de Solano López. Recién hace un par de años se disipó mi duda, cuando pude, al fin, leer El Eternauta. Lo que no sabía era que la edición que cayó en mis manos era una alternativa que Oesterheld publicó en 1969, con dibujos de Breccia. Recién ahora, cuando esta obra clásica de la historieta latinoamericana cumple 50 años, pude leer el texto original. Más vale tarde que nunca.
Mi confusión es explicable: como si se tratara de mensajes de los mundos paralelos en que soñaba Oesterheld, las diferentes versiones de El Eternauta, y las historias que parten de la trama principal, proliferan sin descanso. Están las tres guionizadas por Oesterheld: la original, publicada en la revista Hora Cero; la politizada, con Breccia; y El Eternauta II de 1976, con dudas sobre la autoría de la parte final publicada en 1977, ya que para ese entonces Oesterheld, afiliado a la organización guerrillera montoneros, había sido “desaparecido” por el gobierno militar de Videla. Están las ramificaciones: Tercera parte, El mundo arrepentido, Odio cósmico, El regreso. Una saga cuyo punto máximo sigue siendo el texto de 1957, aquel canonizado siete años atrás, cuando Ricardo Piglia y Osvaldo Tcherkaski lo incluyeron en su colección de clásicos de la literatura argentina.
En su prólogo a El Eternauta, Oesterheld menciona que su obra es su “versión del Robinson”. Pero aquí se trata de un Robinson contemporáneo, alguien que tiene familia y amigos y que está “rodeado, preso, no ya por el mar sino por la muerte”. Ese hombre es Juan Salvo, que se le aparece en la primera página de la historieta a su creador, Oesterheld, en un guiño en ese entonces todavía fresco pero que ahora, usado y abusado por Paul Auster y compañía, irrita: ¡ya basta de personajes que hablan con su creador! Salvo aparece como un viajero en el tiempo llamado el “eternauta”, pero lo que quiere contarle a Oesterheld no son las aventuras de un superhéroe sino más bien cómo Salvo llegó a convertirse en el “eternauta” (es decir, cómo un hombre común, sin poderes especiales, hizo proezas heroícas en procura de salvar a la humanidad).
Salvo comienza contando la historia desde el momento en que “era dulce la vida aquella noche helada, en mi chalecito de Vicente López, cálido como un nido…” Esa noche, en Buenos Aires, cae una nevada fatal: quienes entran en contacto con los copos de nieve mueren al instante. Salvo y sus amigos procurarán entender por qué ocurre esa nevada; pronto descubrirán que se trata de una invasión extraterrestre. La organización de la resistencia, la lucha contra los invasores, las batallas en la autopista General Paz y en el estadio de River Plate, van ocurriendo a través de un admirable flujo narrativo: Oesterheld entendía como pocos el arte de hacer que cada palabra ayudara al avance sostenido de la historia.
Han transcurrido cincuenta años, pero todavía sorprende encontrar una ciudad latinoamericana como escenario de una obra de ciencia ficción. De hecho, todavía sorprende encontrar una obra maestra latinoamericana de la ciencia ficción. Los dibujos expresivos de Solano López, y la locuacidad de Oesterheld (excesiva para un guionista de historietas: hay dibujos que parecen abrumados por la cantidad de palabras en el cuadro), se aliaron para lograr una historieta de continuadas vueltas de tuerca –múltiples capas de invasores: los “cascarudos” son controlados por el “mano”, que a la vez es controlado por los “Ellos”--, sin muchos descendientes más allá de su propio mundo endogámico: El eternauta, curiosamente, influyó más en la historieta europea que en la latinoamericana.
Como toda gran obra, El Eternauta funciona en múltiples niveles: se la puede leer de manera literal, pero también permite lecturas alegóricas. De hecho, las diferentes versiones de El Eternauta son una suerte de literalización de la alegoría: en el texto de 1957, los invasores podían ser vistos fácilmente como los militares, invadiendo el país en uno más de sus golpes de estado. Hacia 1969, un Oesterheld más politizado entrega un Eternauta “antiimperialista”, mientras que el de 1976 es un Eternauta “montonero”, en el que el pueblo, guiado por Salvo, le gana la partida al gobierno y sus abusos. La vida de Oesterheld acompaña esos cambios: nacido en 1919, en la década del 50 se convirtió en el más importante guionista de historietas en la Argentina, gracias a El Eternauta y a su colaboración con el gran Hugo Pratt en obras como Sargento Kirk y Ernie Pike. En los años 60, Oesterheld siguió produciendo obras importantes como Mort Cinder y Sherlock Time, a la vez que su compromiso político con la izquierda revolucionaria se mostraba en una biografía del Che adaptada a la historieta y publicada en 1968. En los setenta, época de la lucha contra las dictaduras militares, se unió a los montoneros junto a sus cuatro hijas y se convirtió en el jefe de prensa de la organización. Amenazado en 1976 por el gobierno de Videla, pasó a la clandestinidad. En abril de 1977 fue, junto a sus hijas, secuestrado por los militares. Los cinco continúan desaparecidos.
Mi confusión es explicable: como si se tratara de mensajes de los mundos paralelos en que soñaba Oesterheld, las diferentes versiones de El Eternauta, y las historias que parten de la trama principal, proliferan sin descanso. Están las tres guionizadas por Oesterheld: la original, publicada en la revista Hora Cero; la politizada, con Breccia; y El Eternauta II de 1976, con dudas sobre la autoría de la parte final publicada en 1977, ya que para ese entonces Oesterheld, afiliado a la organización guerrillera montoneros, había sido “desaparecido” por el gobierno militar de Videla. Están las ramificaciones: Tercera parte, El mundo arrepentido, Odio cósmico, El regreso. Una saga cuyo punto máximo sigue siendo el texto de 1957, aquel canonizado siete años atrás, cuando Ricardo Piglia y Osvaldo Tcherkaski lo incluyeron en su colección de clásicos de la literatura argentina.
En su prólogo a El Eternauta, Oesterheld menciona que su obra es su “versión del Robinson”. Pero aquí se trata de un Robinson contemporáneo, alguien que tiene familia y amigos y que está “rodeado, preso, no ya por el mar sino por la muerte”. Ese hombre es Juan Salvo, que se le aparece en la primera página de la historieta a su creador, Oesterheld, en un guiño en ese entonces todavía fresco pero que ahora, usado y abusado por Paul Auster y compañía, irrita: ¡ya basta de personajes que hablan con su creador! Salvo aparece como un viajero en el tiempo llamado el “eternauta”, pero lo que quiere contarle a Oesterheld no son las aventuras de un superhéroe sino más bien cómo Salvo llegó a convertirse en el “eternauta” (es decir, cómo un hombre común, sin poderes especiales, hizo proezas heroícas en procura de salvar a la humanidad).
Salvo comienza contando la historia desde el momento en que “era dulce la vida aquella noche helada, en mi chalecito de Vicente López, cálido como un nido…” Esa noche, en Buenos Aires, cae una nevada fatal: quienes entran en contacto con los copos de nieve mueren al instante. Salvo y sus amigos procurarán entender por qué ocurre esa nevada; pronto descubrirán que se trata de una invasión extraterrestre. La organización de la resistencia, la lucha contra los invasores, las batallas en la autopista General Paz y en el estadio de River Plate, van ocurriendo a través de un admirable flujo narrativo: Oesterheld entendía como pocos el arte de hacer que cada palabra ayudara al avance sostenido de la historia.
Han transcurrido cincuenta años, pero todavía sorprende encontrar una ciudad latinoamericana como escenario de una obra de ciencia ficción. De hecho, todavía sorprende encontrar una obra maestra latinoamericana de la ciencia ficción. Los dibujos expresivos de Solano López, y la locuacidad de Oesterheld (excesiva para un guionista de historietas: hay dibujos que parecen abrumados por la cantidad de palabras en el cuadro), se aliaron para lograr una historieta de continuadas vueltas de tuerca –múltiples capas de invasores: los “cascarudos” son controlados por el “mano”, que a la vez es controlado por los “Ellos”--, sin muchos descendientes más allá de su propio mundo endogámico: El eternauta, curiosamente, influyó más en la historieta europea que en la latinoamericana.
Como toda gran obra, El Eternauta funciona en múltiples niveles: se la puede leer de manera literal, pero también permite lecturas alegóricas. De hecho, las diferentes versiones de El Eternauta son una suerte de literalización de la alegoría: en el texto de 1957, los invasores podían ser vistos fácilmente como los militares, invadiendo el país en uno más de sus golpes de estado. Hacia 1969, un Oesterheld más politizado entrega un Eternauta “antiimperialista”, mientras que el de 1976 es un Eternauta “montonero”, en el que el pueblo, guiado por Salvo, le gana la partida al gobierno y sus abusos. La vida de Oesterheld acompaña esos cambios: nacido en 1919, en la década del 50 se convirtió en el más importante guionista de historietas en la Argentina, gracias a El Eternauta y a su colaboración con el gran Hugo Pratt en obras como Sargento Kirk y Ernie Pike. En los años 60, Oesterheld siguió produciendo obras importantes como Mort Cinder y Sherlock Time, a la vez que su compromiso político con la izquierda revolucionaria se mostraba en una biografía del Che adaptada a la historieta y publicada en 1968. En los setenta, época de la lucha contra las dictaduras militares, se unió a los montoneros junto a sus cuatro hijas y se convirtió en el jefe de prensa de la organización. Amenazado en 1976 por el gobierno de Videla, pasó a la clandestinidad. En abril de 1977 fue, junto a sus hijas, secuestrado por los militares. Los cinco continúan desaparecidos.
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1 Comentarios:
Dato aparte, me da bronca que se ensalse a Miller y no se le conozca ni la 4ta parte de lo de Breccia!!!
Por que los menciono a los 2, razones sobran..
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