FORTEGAVERSO

jueves, junio 24, 2010

LA NOVELA GRAFICA CHILENA CONTRAATACA

Consagrado por autores como Frank Miller y Alan Moore, el género comienza a despegar en el país. Narradores tan diversos como Francisco Ortega, Roberto Ampuero, Jorge Baradit y Ramón Díaz Eterovic debutan en este formato.

21 de mayo de 1879. El monitor Huáscar y el acorazado La Independencia entran en la rada de Iquique. Encuentran a la Esmeralda y la Covadonga abandonadas. Hunden a las naves chilenas, pero no hay cuerpos. "¿Dónde demonios se metieron los chilenos?", se pregunta Miguel Grau. De pronto escucha un ruido atronador y una sombra gigantesca cubre al Huáscar. El almirante peruano mira al cielo. No lo puede creer. Un buque de guerra vuela sobre ellos y desde él le ordenan: "¡Comandante Grau, le habla el capitán Carlos Condell del blindado aéreo Cochrane exigiendo la inmediata rendición de sus buques!".
El Cochrane es la primera aeronave blindada de la historia. Un prodigio de ingeniería que funciona con metahulla, un poderoso mineral hallado en Chile después de un terromoto que asoló el Golfo de Arauco. Una fuente energética capaz de torcer el rumbo de la historia.
Así arranca 1899, novela gráfica de Francisco Ortega y el dibujante Nelson Daniel. El libro imagina una historia de Chile alternativa, con elementos de ciencia ficción y thriller. Agendado para noviembre por Mythica Ediciones, es uno de los títulos que protagonizan un mini boom del género en el país.
Consagrada por autores como Alan Moore, Frank Miller y Neil Gaiman, la novela gráfica es hoy uno de los productos más atractivos en EEUU y Europa. Sin ir más lejos, hace poco salió la versión gráfica de Crepúsculo de Stephanie Meyer. Ahora, el género despega en Chile: a 1899 se agrega una serie de proyectos de autores tan diversos como Roberto Ampuero, Jorge Baradit y Ramón Díaz Eterovic.
El autor de Cayetano Brulé debutará en este formato con dos libros. Reclutado por Mythica, sello chileno especializado en cómic, entregará un relato policial ambientado en Valparaíso. En paralelo, publicará una adaptación de su novela ¿Quién mató a Christian Kustermann? con Editorial Norma. Ambos en 2011.
Mythica será el editor también de Karma police, de Jorge Baradit con gráfica de Martín Cáceres. Es la historia de una agencia policial que investiga crímenes en vidas pasadas. Karma police, dice Baradit, tendrá la lógica del DVD, "con todos los extras, finales alternativos, making off, comentarios de los autores, storyboards, bocetos y fichas de personajes". Para eso ha convocado a una docena de ilustradores, entre ellos Gonzalo Martínez, Gabriel Rodríguez y Nelson Daniel.
El dibujante Gonzalo Martínez acaba de ilustrar Quique Hache detective, de Sergio Gómez, y Celeste Buenaventura, la hija del Trauko, con guión de Marco Rauch. Y es uno de los responsables de Heredia, proyecto que llevará a viñetas al detective de Díaz Eterovic. En él participan también los ilustradores Claudio Romo, Félix Vega y Demetrio Babul, entre otros, con los guionistas Cristian Petit y Carlos Reyes. El libro será publicado en septiembre por Lom y "reunirá cinco historias de Heredia, adaptaciones de cuentos, más una historia que unirá al conjunto de los relatos", cuenta su autor (más información en http://ergocomics.cl/heredia).
Y no es todo. Luego de publicar Road story, de Alberto Fuguet y Gonzalo Martínez, y la versión gráfica de Quique Hache, el sello Alfaguara continuará explorando el formato. Aunque aún no es masivo, "la reacción es muy positiva, gustan mucho", dice la editora Andrea Viu. Lo mismo hará Norma: "Tenemos otros proyectos en espera, incluso intentar sociedades con editoriales de cómic independientes", dice el editor Sergio Gómez.
"En Chile hay material de sobra. Adaptar novelas, cuentos, recontar nuestra mitología, jugar con la historia, las posibilidades son infinitas", dice Francisco Ortega, quien también adaptó la historia de la ballena Mocha Dick. "Tenemos herencia (Mampato, Peneca) y presente: Gabriel Rodríguez está considerado uno de los 10 mejores narradores gráficos hoy en la industria gringa. Da para armar un tremendo futuro".

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martes, junio 22, 2010

EL HELICOPTERO CARDOEN: TECHNOTHRILLER MADE IN CHILE



En 1984 Carlos Cardoen, empresario osado y con visión, encarga un informe de ingeniería al Dr. RM González, en el que se estudiaría la factibilidad de su idea de modificar para uso militar un helicóptero de uso civil. En esa oportunidad se trataba del aparato alemán MBB BO-105. Tras los respectivos análisis, y procesos de pruebas preliminares, que incluyeron visitas a una planta en España que armaba los BO-105, para familiarizarse con su estructura, se acuerda desarrollar una de las dos variantes propuestas por RM González en el informe, lo que dió paso a la construcción de un mock-up (maqueta escala real) de la futura aeronave.
Durante FIDA '86 el mock-up fué presentado a la Junta Militar de Gobierno en el stand de Industrias Cardoen. El resto de la historia acá.




Hacía tiempo que andaba tras esta historia, que tiene más vueltas que novela de Tom Clancy. Primer mundo, versus tercer mundo, incluso le viene con asesinato, recordemos la muerte del periodista inglés que vino a FIDAE a reportear el "Lobo del Aire" de Cardoen y que apareció colgando en la ducha de una habitación del Hotel Carrera. Pero más allá de los recuerdos, del rumor, mucha información no había al respecto, hasta que Felipe R. Gonzalez, estudiante de Coquimbo (y tal vez emparentado con el Dr. González, ingeniero del proyecto) decidió revelar el relato nunca contado de este caso. Su blog, en actualización mensual, es como para novela de espionaje. En serio.

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martes, marzo 02, 2010

LA REVANCHA DE LAS HISTORIETAS


Las editoriales renacen de la mano del manga, viejos éxitos y el talento local. Radiografía de un sector que supo ser de consumo masivo.

Por Francisco de Zárate
En 1957 un manto blanco se posó sobre una Buenos Aires invadida por extraterrestres y marcó el que para muchos fue uno de los momentos cúlmines del cómic local. Juan Salvo, El Eternauta, daba su primer paseo frente a los cientos de miles de argentinos que, antes de la popularización de la TV, consumían sus aventuras en el kiosco y con forma de revista de historietas.

Después de varias metamorfosis, que incluyeron su casi completa extinción durante la convertibilidad, la industria local del cómic vive años de recuperación: 240 publicaciones en 2009 o, lo que es lo mismo, 24 veces los 10 títulos que vieron la luz durante 1999, según el portal Librosar de la Cámara del Libro.

A la ya clásica razón del fin del uno a uno, que favorecía la importación y dificultaba la edición local, hay que sumarle, en el caso del cómic, otros factores. El primero de ellos, el imprescindible, es la reserva de talento. Como recuerda Daniel Divinsky, de Ediciones de la Flor (publica Mafalda y Gaturro, entre otros hits), la escuela de historietistas que en la Argentina aprendieron de maestros como Alberto Breccia y Hugo Pratt en aquella edad dorada de mediados del siglo XX, no dejó de evolucionar, aunque “en los años 90, para sobrevivir, muchos tuvieran que trabajar para el exterior”.

El espaldarazo de los medios de comunicación, con las colecciones de cómics que en los últimos años distribuyeron los diarios Clarín y La Nación, y la reaparición en 2006 de la revista especializada Fierro, también contribuyeron al resurgir, según Luciano Brom, del festival Viñetas Sueltas. El festival, uno de los referentes del sector junto con Animate y El salón del Cómic, es otra prueba del auge: “En 2009, tuvimos 10 exposiciones de autores; un año antes, sólo habían sido 4”.

Aunque a los de la vieja escuela les duela, el otro gran responsable es el cómic japonés. Lo que se conoce como manga, que con una estética común agrupa géneros narrativos muy diversos, es el gran motor del crecimiento. En las cuentas de La Revistería, una de las principales distribuidoras, representa el 70% de las ventas, seguido por el cómic estadounidense de superhéroes y por la historieta nacional, que se dividen a partes iguales el resto. Para lo que llega de Europa sólo quedan migajas, algo que Ricardo Villareal, de La Revistería, se explica porque “casi todo se imprime en España y es demasiado caro”.

Si este problema no afecta al manga es porque los japoneses no tienen inconveniente en ceder los derechos y permitir que editoriales argentinas traduzcan, adapten e impriman sus historias. Nicolás González, de la editorial Larp, explica por qué: “Todos los licenciatarios del mundo, incluyendo EE. UU., no llegamos al 2% de sus ventas en Japón”.

González es el responsable de introducir en el país a Naruto, el personaje que heredó de Dragonball (Ed. Ivrea) el primer lugar en el corazón de los aficionados. En su opinión, el género triunfa porque, a diferencia de los superhéroes estadounidenses, construye a sus personajes en torno al concepto “gente común con una habilidad especial”, lo que facilita la identificación: “Nosotros comenzamos en 2008 con 1.000 libros al mes y un año después ya estábamos en 7.000”.

Claro que otra diferencia entre el éxito del superhéroe y el del hombre común es, de nuevo, el sistema de licencias: la gigantesca DC (Batman y Superman) vendió los derechos en español para todo el mundo a Planeta DeAgostini, en España, lo que encareció su precio acá. A pesar de ello, la historieta de EE.UU. aún roza el 15% del negocio para distribuidoras como La Revistería, algo que se explica por el apoyo de Hollywood, que en los últimos años adaptó títulos como Spiderman, Iron Man o X-Men, y por algo tan simple como cierto: a la gente le gusta.

El último signo para el optimismo es la profesionalización. Con la experiencia del que supo ver el talento de un Quino o un Fontanarrosa, Divinsky valora “los tirajes chicos” que hacen hoy las pequeñas editoriales: “Ahora el costo básico es el papel, la puesta en máquina se abarató, por eso pueden dosificar las ediciones a medida que la demanda lo aconseja”.

El mayor interés por la calidad de la materia prima y por el diseño son para Martín Ramón, de la editorial Moebius, reflejo de esa profesionalización. También, la agrupación entre editoriales independientes para “pensar entre varios en la posibilidad de imprimir en China” (el papel importado con el que trabajan hoy cotiza en dólares y adolece de falta de variedad).

El próximo desafío es abandonar la dependencia de la comiquería y terminar de conquistar las librerías. Si bien en los últimos años, cadenas como Yenny, Cúspide y Musimundo lo incorporaron, editoriales como la de Ramón aún encuentran resistencias de los libreros por el precio del producto: “$15 no alcanza para que el 35% que les queda los deje satisfechos. Nuestro catálogo está entre $25 y $40, pero lo ideal son libros de $60”.

Ya son unas 35 editoriales las que publican historietas en la Argentina, pero queda pendiente una cámara sectorial. Por el momento, festivales como Viñetas Sueltas asumieron la responsabilidad de organizar un sector que estuvo al borde de la extinción y da otra vez sus primeros pasos. Como dice Brom, “lo que falta es apoyo del Estado, como hacen Uruguay, Brasil o España. La historieta, como el cine y el libro, es industria y vehículo de cultura y no debería ser librada en exclusiva a las fuerzas del mercado”.

Articulo original

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TERREMOTO CHILE 2010: EL DIA DESPUES, POR MANUEL BAUER


Columna de mi buen amigo Manuel Bauer, publicada en SomosBlogs.

EL DIA DESPUES

¿Cómo están amigos? A estas alturas es lo único que cabe preguntar, esperando que se encuentren bien, que nada grave les haya pasado, que los daños sean sólo materiales, porque esos se recuperan. Duelen, pero se recuperan. Yo acá, sin un hueso roto, aún asustado, preocupado por lo que ocurre en el sur, indignado por como actúan algunos compatriotas, furioso con buena parte de mis colegas constructores y arquitectos.
El viernes fuimos al cine con Vicky y Natalia a ver Nine, musical que salvo Marion Cotillard me dejó con gusto a poco. A eso de las doce comimos en un McDonald de Providencia y luego las “chicas” pasaron a dejarme a casa. Nos despedimos con un hasta mañana, recordando que teníamos en los planes hacer un recorrido fotográfico por las iglesias de Santiago. A mi y a mi la “hija de mi amigovia” nos gusta la arquitectura religiosa y ella quería sacarle botos a los Sacramentinos y a la Basílica del Perpetuo Socorro en Blanco Encalada junto al Club Hípico, la Notre Dame de Santiago y a mi juicio la más bonita de las iglesias capitalinas.
Eran las 3:30 de la noche y yo estaba tirado en mi cama mirando algo en el cable, a medio dormir, mientras en el living y bajo el LCD, Cristóbal seguía matando marcianos (o lo que fuera) en su X-Box. Entonces sentí el primer movimiento. ¡Temblor! Dije, ya acostumbrado a como se mueve este país. Fue sólo el inicio. Un resplandor azul desde la calle y un ruido estruendoso que parecía venir desde el centro de la Tierra. Y el movimiento. TRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRR, si acaso es posible meterlo en una sola onomatopeya. Gritos, ruido, oscuridad, sensación de pánico de no ser nada ante la energía de nuestro mundo desatada. Vidrios sonando, la cocina quebrándose entera, lluvia de libros, DVDs, muebles, discos cayendo, el LCD al suelo, aplastando la X-Box, chispas en los enchufes, más libros, revistas, papeles…. Los dos minutos más eternos de mi vida. Nada importaba, sólo yo y mi hijo abrazados en el marco de la puerta del departamento, acordándonos de la familia y de Dios, porque hasta el más ateo, estoy seguro, recurrió a Dios en esos instantes en que todo parecía irse al carajo. Luego, buscar una linterna y salir a la calle, para darse cuenta que todos éramos uno. Que el miedo y el desconsuelo nos unía como una sola comunidad, una sola cuadra, una sola comuna, una sola ciudad, una sola región y finalmente un solo país. Todos los lugares comunes de filme de desastre hollywoodense, hechos realidad.
Y abajo, en medio del caos y el desconcierto mi hijo volvió a tener 5 años, a abrazarme y a romper en llantos liberando, como había hecho la misma Tierra, tensión acumulada durante el cataclismo. Terremotos, las estadísticas dicen que cada generacion de chilenos deben pasar al menos tres durante su vida. Del de 1971 no tengo memoria, era un niño y parece que no se movió tanto, para 1985 no estaba en Chile, este fue mi primer terremoto, el bautizo de fuego para tantos de chilenos. Y estadísticas fuera, no quiero dos más.
Esperamos el amanecer para subir a arreglar el caos e intentar comunicarnos con nuestra gente. Teléfonos muertos. A eso de las 8 supimos que Mariana estaba ok, con los niños asustados y todos los muebles en el suelo, ni una herida, sólo Felipe (su marido) con un tajo en la frente tras venírsele encima una repisa sobre la cama. Vicky y Natalia tampoco tenían problemas y sólo se les habían quebrado unas copas, pero de papá nada. Llamar y ruido blanco. Le dije a Cristobal que no se moviera del departamento hasta que yo lo llamara, agarré mi bicicleta y subí por Manuel Montt hasta Simón Bolívar y de ahí hasta Ñuñoa, Estrella Solitaria con Bremen, mirando en el trayecto gente en la calle, tejas corridas, muros ladeados, el día después del mañana. La cantidad de edificios con problemas estructurales que ví me dejó pasmado. Soy arquitecto, sé de estas cosas, como era posible tanta irresponsabilidad en los colegas. Alguien no estaba enseñando bien o alguien se había metido 6 años de universidad en el bolsillo.
Red, mi padre, estaba ok. Sin luz, ni teléfono y con el celular descargado: se le había perdido el cargador. La casa ni siquiera se había movido, bendita sea la construcción antigua. Llamé a mi hijo y le dije que cerrara todo bien en el departamento, que tomara la linterna y se viniera donde su abuelo, que esa iba a ser nuestra nueva base de operaciones. La luz llegó en la tarde y con ella malas noticias.
Epicentro cerca de Concepción, mi hermana estaba allá. Red lloraba por no poder comunicarse con su hija, nunca lo había visto así, desesperado, horrorizado. Igual que al día siguiente de la muerte de mamá. En TV vimos que Concepción estaba casi en el suelo, papá quería que fuéramos, que agarráramos el auto, pero no sacábamos nada, la carretera estaba cortada. Las peores partes de las películas de desastres estaban entre nosotros. Finalmente a eso de las 8 de la tarde, logramos comunicarnos usando mensajes de texto. Estaban bien, la casa resistió, los muebles y electrodomésticos no, pero ni mi hermana ni mis sobrinos mostraban mayor herida que un par de moretones. Papá durmió tranquilo esa noche, a pesar de las réplicas que nos mantenían alerta y casi durmiendo de a turnos.
Ayer en la mañana nos despertamos con un sismo fuerte, se quebraron platos en la cocina, pero al final sólo fue susto lo que sufrimos. Susto que se hizo indignación al prender la TV y ver lo que ocurría en Concepción. Sin City, por definirla de alguna forma. Flaites y lumpen saqueaban un supermercado, porque eso era, no gente con hambre y desesperado. Un desesperado no entra a un centro comercial y sale con un plasma, una chaqueta de marca o una lavadora. Perdonen pero hay demasiado hijo de puta dando vueltas por ahí. Que hay que entenderlos, perdieron todo, me decía un amigo. Pamplinas, Robin Hood no existe, esos infelices no estaban robándole al rico para darle al pobre, estaban robando para luego revenderlo de la misma forma como venden botellas de agua a 3 mil pesos. Eso es reírse de la gente, meterse por la raja el desastre y el sufrimiento, no tener una pizca de humanidad. Soy bastante liberal y de ideas democráticas y de igualdad de clases, vote por el No el 88 y creo en que todos tenemos derechos por igual, pero al ver lo que ocurría en Concepción y al hablar con mi hermana, que me describía con terror que la calle estaba llena de vándalos buscando entrar a las cosas, tuve ganas de tener superpoderes o tener un arma policial inteligente como Robocop o el helicóptero Blue Thunder para despachar a esas bestias humanas al otro lado. Que Dios me perdone pero hay personas en este mundo que no merecen ser consideradas personas. Como esos flaites o mis “colegas” encargados de edificios en Ñuñoa, Macul, Independencia, Concepción, Talca y Maipú por reírse del sueño de la casa propia, ser una vergüenza para la profesión y mirar la plata por encima del bien común o el sentido de ser persona. Y ahora los frescos de raja se declaran en quiebra. Vale, uno entiende que no tengan las lucas para responder, pero por último den la cara. Entre esos “profesionales” y los asesores del gobierno que bajaron las alertas de tsunami alguien definitivamente no está haciendo bien su pega.
Y si a eso sumamos los impresentables que... (columna completa aquí)

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viernes, noviembre 06, 2009

SINFONIA ETERNA, VAMPIROS A LA CHILENA


Hace un año Amaya perdió a su madre y a su hermano en un accidente. El hecho la sumió en una profunda depresión donde la única salida parece ser la muerte. Y eso es algo que perciben sus amigos y cercanos, quienes temen por la decisión que está a punto de cometer esta estudiante de arte de 22 años. Todo parece irse directo a un hoyo negro hasta que una noche, en el museo de Bellas Artes, Amaya conoce a Nicholas, un atractivo curador de arte que acaba de llegar desde Europa. La atracción entre ambos es inmediata, pero el recién llegado guarda un secreto, uno que se arrastra año tras año y siglo tras siglo. Un cura franciscano conoce las respuesta a este enigma, mismo que Amaya se resiste a aceptar aunque esta negación ponga en peligro a los pocos cercanos que le quedan. ¿Quién o qué es Nicholas, un ángel o un demonio? ¿Hay calma para el hambre maldita? ¿Quién o qué es una enigmática adolescente, vestida de negro, que también se aparece en la vida y los sueños de Amaya? A veces la muerte se puede tocar, también enamorarse de ti.

Sinfonía Eterna es la primera novela de vampiros chilena. Una historia romántica, gótica y oscura que transita entre sueños, pesadillas y calles viejas de Santiago de Chile. Gárgolas que cobran vida en la Iglesia de San Francisco, sombras que vigilan desde el Museo de Bellas Artes, miradas perdidas ocultas en casonas de Ñuñoa y Providencia. Sinfonía Eterna es el relato de un amor inmortal, una historia eterna.

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miércoles, octubre 28, 2009

LA CRISIS DEL BEST SELLER


Bienvenido a la crítica menos relevante que leerás este año". Así comienza la reseña que publicó Louis Bayard en The Washington Post el pasade 15 de septiembre sobre The lost symbol, la última novela de Dan Brown. Fue un día antes del último gran lanzamiento de un libro: cinco millones de ejemplares colocados en las librerías de todo el ámbito anglosajón. A la semana, la profecía de Bayard se había cumplido, ya que de esas librerías habían desaparecido 1,9 millones de ejemplares. ¿A quién le importaba que alguien dijera que el libro era bueno o malo?

Este fenómeno de la compra compulsiva e impulsiva puede producirse de nuevo este jueves, 29 de octubre, en las librerías de los países de habla hispana. Tal y como ha asegurado la editorial Planeta, de El símbolo perdido se lanzarán 1,5 millones de ejemplares (para España y América Latina). El ansia por la novela, además, ya late. Según la cadena La casa del libro, desde hace un mes ocupa el número uno en ventas anticipadas.

Y sin embargo, las críticas publicadas en los medios anglosajones no han sido nada buenas. Excepto algunas más complacientes que insisten en la capacidad de entretenimiento que tienen los libros de Brown, el resto destaca el hecho de que el escritor se ha limitado a repetir la fórmula que le hizo millonario con El Código Da Vinci.

En esta ocasión, Robert Langdon, el experto en simbología de la Universidad de Harvard, abandona Roma y se traslada a Washington para dar una conferencia. Enseguida comienzan a aparecer los acertijos en torno a edificios como el Capitolio o el Museo de Historia Natural. Lo mismo que hizo con los monumentos de Roma. Y si en El Código Da Vinci la principal atracción estaba en el cuadro de La última cena, esta vez Brown analiza los posibles enigmas que se encierran en el lienzo de Alberto Durero Melancolia I. Los personajes también están organizados en torno a la misma estructura: a Langdon le acompaña una mujer, hermana del maestro que le ha convocado a Washington, Peter Salomon. Y hay un malo "que parece una parodia de los libros de James Bond", según The New York Times.

Sólo existe una gran diferencia: esta vez el Vaticano no está en el punto de mira, sino la masonería. Para muchos críticos, este cambio de temática ha provocado bastantes sonrisas sarcásticas. Como afirma Maureen Dowd en The New York Times, "si Dan Brown piensa que los masones son más intimidatorios que el Vaticano, sólo puedo decir una: Dios, ayúdanos (...) ¿Durante cinco años ha pensado que, si expone los secretos de los masones, estos le van a cortar el cuello?", termina de forma sardónica Dowd, a quien no se le escapa que si Brown llegó a la cima del éxito fue gracias a la campaña anti El código da Vinci que le hicieron grupos como el Opus Dei.

La cultura es industria

Un libro pésimo, según la crítica anglosajona, que alcanza un número brutal de lectores. La cultura succionada por la industria del entretenimiento. Un best-seller que se vende más que nunca, pero que también recibe las peores críticas. Incluso de escritores que conocen bien la fórmula del libro de masas como Stephen King, quien tildó el libro de Brown de "plato precocinado de macarrones".

Para el escritor Rodrigo Fresán, esto sólo significa una cosa: el best-seller está en crisis. "Yo creo que se necesita un talento para ponerte a escribir una novela de estas de códigos. Talento y sangre fría. Pero también creo que tengo el derecho de exigirle a Dan Brown que el nuevo libro sea mejor que los anteriores, y si no lo consigue, ese nuevo libro es una mierda", afirma. Y eso es lo que le ha ocurrido al norteamericano.

¿Qué ha pasado entonces con el best-seller que también recibía críticas como enorme producto de entretenimiento? ¿Qué ha ocurrido para que los peores productos sean ahora los grandes best-sellers? Para el escritor Juan Bonilla, la razón principal es que "antes éramos más cultos que ahora. Había una mayor cultura literaria. Incluso la gente a la que le gustaban los libros más populares exigía literatura. Ahora ni siquiera se diferencia si ese best-seller está bien escrito o no. Da igual, porque lo único que quieren es satisfacer una necesidad".

Como ejemplo de los buenos best-sellers de entonces, Bonilla pone a William Somerset Maugham, quien se convirtió en uno de los autores más populares de los años treinta y que hoy aparece en las colecciones de grandes clásicos.

Otros escritores consultados por Público también apuntan a la cada vez mayor indulgencia del editor. "Es menos exigente y, si ve que una fórmula está funcionando, va a tender a publicar ese tipo de libros. La responsabilidad recae en las editoriales y en los lectores", apunta José Ángel Mañas, autor de Historias del Kronen.

Sin embargo, no todos creen que cualquier tiempo pasado fue mejor. Incluso para los best-sellers. En este punto de vista se haya Andrés Neuman, último ganador del Premio Alfaguara con El viajero del siglo. "Me parece muy ingenuo decir que los best-sellers de antes eran mejores que los de ahora. Hablamos de Charles Dickens y de Alejandro Dumas, pero en aquel entonces había otros cien que vendían muchísimo y de los cuales ni nos acordamos. Siempre ha habido superventas malos", constata.

Apertura democrática

Además, según él, la cuestión no es que ahora se escriban más libros de puro entretenimiento y con la fórmula ajustada para vender como rosquillas sin sostenerse en ningún pilar literario, la cuestión es que "ahora los medios hablan más que nunca de este tipo de libros". Y hay más. Un argumento que para él tiene que ver con la democratización de la cultura: "Antes estaba dominada por las élites y ahora se ha abierto para todo el mundo, por lo que también tenemos la cultura del hipermercado. No creo que sea para echarse las manos a la cabeza", apunta el escritor argentino afincado en España.

Ante tanta crítica también hay escritores que defienden a Brown y su manera de crear grandes best-sellers. Uno de ellos es Javier Sierra, autor a su vez de grandes superventas como La cena secreta o El secreto egipcio de Napoleón. Para él, no es posible comparar a los lectores de la época de Dickens con los que tiene ahora Dan Brown.

"Dickens era un gran paisajista de las palabras. En nuestra cultura audiovisual actual esto no es necesario, sin embargo, Brown sí introduce elementos que son propios de nuestro tiempo, y ahí sí es transgresor, como, por ejemplo, páginas web reales o nombres de investigadores y científicos que sí que existen", afirma Sierra. También defiende a Brown frente a Stephen King, a quien considera un autor de "pura ficción mientras que Brown juega con la realidad. Con sus libros puedes llegar a aprender cómo es la masonería o la noética, que es una ciencia que se ocupa de nuestro pensamiento oculto".

Precisamente, con respecto a ese ocultismo de tono new age de sus libros, los críticos anglosajones han señalado que esta vez a Brown se le ha ido demasiado la mano. "Él piensa que la religión está detrás de la caída de los valores humanos y también de la corrupción de la clase política; sin embargo, confunde todas las cosas al mezclarlas con tanto exoterismo", apunta Peter Conrad en The Guardian. Porque al final, como este crítico insiste, "lo que le interesa de verdad es que suene la caja registradora". Y eso es lo que volverá a suceder este jueves.

Fuente. Publico.es

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sábado, octubre 17, 2009

OJO CON PATRICK ROTHFUSS



Probablemente, el nombre de Patrick Rothfuss no le suene de nada… aún. Porque este extraño señor, nacido en Wisconsin hace 36 años, ha escrito en sus ratos libres de la última década y media una de las mejores novelas fantásticas de todos los tiempos: “El nombre del viento” (Plaza&Janés)

Rothfuss al habla desde su domicilio de Wisconsin: “Cuando mi editora me dijo que necesitaba una foto, me asusté. Le pregunté si tenía que cortarme el pelo, asearme un poco, esas cosas. Ella me dijo que no, que ahora era un escritor de novela fantástica y que los lectores esperaban que tuviese un aspecto un poco salvaje”, nos cuenta. Una conversación mantenida entre el e-mail y el teléfono a lo largo de varios días. Son necesarios para conocer a este escritor primerizo, que ha pasado de la nada más absoluta a ser una estrella rutilante en Estados Unidos. El nombre del viento –nada que ver con Zafón, vaya por delante– saltó a las pocas semanas de su lanzamiento a la lista de los más vendidos del New York Times, en uno de esos extraños e impulsivos fenómenos fruto del boca a oreja. El incendio tardó en saltar a otros países, ya que la mezcla de escritor poco conocido con un género como el fantástico no lo hacía demasiado atractivo en este tiempo de hackers anoréxicas y niños pijameros.
Sin embargo, como suele ocurrir con los libros que son buenos de verdad, antes o después un editor, grande o pequeño, asume la responsabilidad de publicar el libro contra la opinión general. En España, uno de los veintiséis países que tienen pendiente el lanzamiento, hay que agradecerle la valentía a Mónica Tussell, de Plaza & Janés. “Me enamoré de la novela desde la primera página, cuando leí acerca de los tres silencios de la posada. Y el amor me duró hasta la ochocientos”, cuenta con pasión protectora.

El vagabundo de Wisconsin
No es la única. El correo de los lectores en la web de Rothfuss está saturado, y casi todos los mensajes llevan como asunto “¿Para cuándo la segunda parte?”. La propia Amazon, ante la presión de los fans, ha dado ya seis fechas diferentes de lanzamiento del El miedo del sabio, la última para este mismo mes de mayo, todas ellas sin contar con la editorial. Pero parece que aún se hará esperar un poco más. Pero, ¿qué tiene El nombre del viento para que levante tantas pasiones? ¿De dónde ha salido Rothfuss, un simpático ermitaño con aspecto de vagabundo?
El Rothfuss escritor nació donde nacen todos: del amor por lo que uno lee. En este caso por la novela de fantasía. O, más concretamente, por el afán de rescatarla de los clones insulsos que la han colonizado en los últimos tiempos. Por cada brillante Harry Potter hay quince plomizas copias que repiten hasta la saciedad el esquema de espada mágica-princesa-señor malvado. “Hasta el punto de que hay veces que coges un libro y dices ‘¿eh, no he leído yo esto antes?’. No es que quisiera reinventar la fantasía, no soy tan imbécil como para pensar que puedo hacerlo, pero sí quería hacer algo distinto”.

Y vaya si lo hizo. El nombre del viento cuenta la historia de Kvothe, un héroe de leyenda exiliado bajo nombre falso en una remota posada del fin del mundo. Un mundo que no tiene nombre, algo sin precedentes en este tipo de novelas, en el que antes de empezar el autor te golpea con un mapa detalladísimo. Hasta esa posada se acerca Cronista, una especie de periodista que está dispuesto a cualquier cosa por conocer la historia de Kvothe. A regañadientes, el antiguo héroe le concede tres días, tres días en los que relatará cómo llegó a convertirse en el mago más poderoso y batirse en duelo con un demonio por el amor de una mujer.

Un esquema atípico
“No quería seguir el clásico esquema de tres actos, ni el drama shakespeariano en cinco partes. Quería contar una historia, y eso exigía una estructura singular, desnivelada y en el que la primera y la tercera personas se alternasen”, explica Rothfuss. Una presentación apabullante, de medio millón de palabras –cinco veces la extensión de una novela promedio–, y que sin embargo deja al lector temblando y suspirando por más al doblar la última hoja.
Ese esfuerzo le llevó al autor nada menos que ¡catorce años! Sin embargo, Rothfuss no ve ninguna relación entre el tiempo de maduración y el fruto. “La gente siempre asume que soy un valiente soldadito por haber trabajado en el libro durante catorce años. Si te tiras catorce años escribiendo una novela y no te la publican, la gente piensa que eres idiota –y está bien, porque probablemente lo seas-. Pero, si lo consigues, eres un héroe. Para mí eso no tiene sentido. Es la misma novela. Es el mismo yo”.
Pero él mismo se contradice cuando relata cómo han cambiado las cosas en su vida: “Durante mis años de estudiante era muy pobre. Ahora puedo comprar comida de verdad. A cambio he perdido el anonimato. Ayer mismo se me acercó un policía en una cafetería. Creía que me había metido en un lío… ¡hasta que empezó a preguntarme por la segunda parte!”.

Kvothe en castellano
Una buena parte de su éxito reside en la mezcla de magia y realismo. Hay drama y violencia, y la profundidad y la intención del libro lo sitúan en una órbita adulta, pero cualquier adolescente aficionado a la lectura lo disfrutará también. En los foros de Internet, los aficionados han creado hilos con decenas de miles de respuestas acerca del particular sistema de magia que ha inventado Rothfuss, basado por un lado en la alquimia y por otro en la wittgensteniana idea de que cada brizna de la creación tiene un nombre único al que responde. Esa premisa, de la que nace el título del libro, ya había sido empleada por LeGuin en su serie de Terramar, pero unida a la explicación mundana que aporta Rothfuss hace que suene tan original como el resto de la novela.

Y, si el nombre exacto de las cosas es esencial en la historia, también lo ha sido para su comprensión en castellano. Una novela como ésta, larga y difícil de trasladar, era carne de cañón para un equipo de traductores. Y sin embargo de ella se ha encargado una única persona, Gemma Rovira. Aunque no ha estado sola en el empeño. Uno de los fenómenos más interesantes de la novela está teniendo lugar fuera de la vista del gran público, y consiste en un foro de acceso restringido en el que Rothfuss ha congregado a todos los traductores de su novela para que comenten entre ellos, se pongan de acuerdo e intenten limar en lo posible las aristas de sus respectivos textos.

Lo cuenta la propia Rovira: “Podíamos hacer consultas a medida que surgían las dudas, él contestaba en tiempo real. La peculiaridad consistía en que cada traductor podía plantear preguntas y recibir respuestas, pero al mismo tiempo podía leer las consultas de los otros traductores y comentarlas también con ellos. Por otra parte, Rothfuss nos proporcionaba recopilaciones de datos que resultaban muy útiles y nos ahorraban mucho trabajo tratándose de una novela ambientada en un mundo imaginario (aclaraciones sobre la moneda, el calendario, las características de determinados personajes, la pronunciación de ciertos nombres, etc.)”.

Las dulces lágrimas

Antes de despedirnos, no me resisto a preguntarle a Rothfuss por la fecha de finalización de su próxima novela, en la que Kvothe desgrana el segundo de los tres días que pasa junto a Cronista. “Tardará, tardará. Vuestras lágrimas me resultan deliciosas –dice con una carcajada nerviosa–. Ahora en serio, el nivel de expectación de la gente me está empezando a parecer de locos. Ayer me abordó una desconocida por la calle y, enseñándome su barriga, me dijo que su hijo nacería en abril, pero que no sabía si estaba más emocionada por eso o por el lanzamiento del libro –había leído una de las fechas falsas de Amazon–. ¿Cómo puede un autor enfrentarse a esto? Yo desde luego no puedo”.

Fuente Que Leer
Autor: Juan Gómez-Jurado

Sitio oficial de la novela en español.

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domingo, octubre 04, 2009

DAN BROWN POR FUGUET


1. Sucedió así, de casualidad, sin planearlo. No estaba al tanto. O lo estaba, pero este dato -este conocimiento, como diría Dan Brown- estaba muy, muy escondido en mi inconsciente. Cuando el 15 de septiembre, transpirado por la humedad de la zona semiurbana de Raleigh-Durham-Chapel Hill, North Carolina, ingresé al frío acondicionado de una inmensa librería Barnes and Noble, no sabía que ese 15 de septiembre era el día que Dan Brown contraatacaba.

¿En qué mundo vivo? Y eso que me siento parte del mundo literario. ¿O es que Dan Brown no es del mundillo? ¿Lo soy yo acaso?

Mi misión era clara y nada tenía que ver con El símbolo perdido (como se llamará el libro en español y que llegará sospechosamente rápido y traducido vía Planeta, que desembolsó no poco para tenerlo, entre otras partes, en la próxima Feria del Libro de Santiago, donde seguro arrasará o intentará hacerlo). Tenía sólo 45 minutos para dar con los libros que buscaba. Andaba con sus nombres anotados en una libretita. Dan Brown no figuraba en ella. De un tiempo a esta parte, quizás de esnob, de arrogante, de elitista, no leo ni premios Nobel ni novelas que siempre debutan en el número uno ni autores que arman sagas o cuyos nombres siempre están escritos con el mismo font o cuya cara fotoshopeada es la base de la campaña de marketing.

El local parecía estación de metro post Transantiago a las 19 horas. ¿Qué hacía yo ahí? Por un momento, me sentí un espía. Esta era la fiesta Brown y yo ni había visto las dos películas de Tom Hanks. Estaba ahí de paso, de regreso de la Universidad de Duke donde estaba dando una charla acerca de losers y perdidos. Era una parada rápida rumbo al aeropuerto para tomar un avión a Miami donde conectaría a Santiago.

Me fui directo a ficción. Casi todo lo que realmente quería no estaba. Amables, como siempre, unos jubilados con poleras-con-cuello verde me ofrecieron encargarme los libros: la biografía de Richard Yates, la autobiografía del hijo de Kurt Vonnegut, un par de novelas negras de Jim Thompson.

Lo que sí había era Dan Brown.

The new Dan Brown.

Hoy era el día que tantos millones de lectores (menos yo) estaban esperando. Afiches, displays y miles y miles de ladrillos color dorado, con el Capitolio de los Estados Unidos como ícono en la portada, la misma tipografía y estética de esa novela/novelilla/pasquín/monstruo/blockbuster/thriller llamado El Código Da Vinci. Para los que ingresaban a la librería, el descuento del 30% no era menor. Para los que tenían una tarjeta de socios de la megalibrería, el ahorro era más de 47%, llegando a US$ 16.07 por la voluminosa y nada liviana novela. ¿O quizás es mejor tildarla de libro no más?

La fila es larga, me quedan pocos minutos, debo llegar al aeropuerto. En esta fila casi todos son hombres y parecen ser los inspiradores de los dibujos de Family Guy. Buena parte, además, son blancos y algo fofos y tienen esa cara de "nada/buena persona" que posee el propio hombre responsable de esta verdadera locura controlada que es la librería en este 15 de septiembre, el día que Dan Brown lanza al mercado anglo The Lost Symbol, la novela que intentará -dudo que lo ogre- superar el ya célebre e infame, adorado y despreciado Código Da Vinci. Todos en la fila tienen un ejemplar, algunos dos. Yo tengo un par de Philip Roth antiguos que tapo con un ejemplar de The New Yorker.

Por algún motivo me siento mal.

Observado.

El artículo completo aqui

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miércoles, agosto 26, 2009

#BOICOTICKET


De lujo ha sido, aunque no llegue a nada, la campaña #boicoticket iniciada esta mañana en Twitter como respuesta al cada vez más elevado precio de las entradas en Chile. Guerra a Cancha VIP, no a burlarse de los fans, la gracia es que en esta guerra todos son generales y es bueno que así sea. La gran Marisol Garcia de Chile, puso los puntos sobre las íes y subió en su blog una notable columna que aca reproduzco en parte.


Conciertos en Chile: galas sin lujo

L
a pelota ya empezó a dar bote, y es de esperar que algún medio amplíe pronto el debate con un reporteo extenso. Los precios de los conciertos internacionales en Chile eran tema ya en enero de 2006 con lo del regreso de U2 (El Mercurio incluso me encargó entonces una columna para hablar sólo del insólito acuerdo de exclusividad entre la productora y los clientes Ripley), y volvieron a la discusión con el anuncio de Madonna en el Estadio Nacional, el año pasado. Cristóbal Peña hizo entonces una estupenda nota para CiperChile, a través de la cual nos enteramos, por ejemplo, de que la gira más rentable de la historia del espectáculo estaba en Chile exenta de pagar impuestos por venta de boletos (privilegio del cual no puede gozar una fonda dieciochera, pues sí vende alcohol) y que Chiledeportes tiene derecho a quedarse con 600 invitaciones por cada gran show en ese recinto (la nota completa, acá).

Twitter ha activado hoy una protesta virtual (#boicoticket) cuya efectividad está por verse, pero que al menos permite el desahogo colectivo ante la creciente sensación de que las productoras de conciertos nos están viendo las caras hace rato. El segundo concierto de Faith No More en Santiago, por ejemplo, se vende hoy como una producción «de gala», que de tal sólo tiene el precio: $38.000 a $90.000, más cargos por servicio. Hablamos del Caupolicán: su piso inmundo, sus galerías frías, sus luces precarias. En el Movistar Arena, ver a The Killers en noviembre costará entre $20.200 y $95.200. Un grupo atractivo, vale, pero muy lejos de un clásico: el boleto más caro para el venidero show de Metallica en el Madison Square Garden de Nueva York cuesta menos de la mitad de esa dudosa cancha “VIP” junto al Parque O’Higgins.

¿Les gusta Depeche Mode? Pues a mí también, pero no sé si quiero enterarme si...

Si quieres leerla entera haz clíc aquí.

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miércoles, agosto 05, 2009

NAHUELITO, EL NESSIE PATAGONICO


Interesante nota aparecida la semana pasada en Página 12, mundo sorprendente.

El monstruo turístico

Es casi un hecho que la Patagonia argentina fue algo así como un inmenso Parque Jurásico donde vivieron, hace millones de años, dinosaurios de todo tipo, tamaño y color. Un reptil marino que nadaba hace 70 millones de años en el Océano Artico es la vedette de este artículo. Mitos y verdades sobre Nahuelito, el plesiosaurio local más conocido de todos.


Por Pablo Capanna

“Yo soy un pobre animal buscado / por los ingratos y sin conciencia. Porque soy raro y también soy curioso / según dice la gente por allí. Dejemén solo aquí gozando / en la soledad de este lago / ¿Qué es lo que haréis con sacarme, si es en vano / llevarme vivo de este lugar?”

Así decía la despareja letra del tango “El plesiosauro” (sic), de moda en el Buenos Aires de 1922.

A los nietos de quienes lo cantaban no dejará de recordarles a El oso, de Moris, que también hablaba de un animal que “vivía en el bosque muy contento, caminando, caminando sin cesar”... No sé qué cantarán los bisnietos, pero si rebuscamos un poco seguramente debe haber algo parecido, porque el tema de la libertad siempre vuelve y está presente en las nuevas generaciones.

Aquel tango daba cuenta de una moda que dio mucho que hablar a los porteños. La Argentina tuvo por unos meses su propio monstruo de Loch Ness, una década antes de que saltara a la fama el de Escocia.

Pasaron los años, la leyenda se enriqueció y acabó por afincarse en el lago Nahuel Huapi. Algún promotor bautizó “Nahuelito” al escurridizo monstruo, a la manera de “Nessie”; era para hacerlo más amigable y atraer a los turistas que sueñan con sacarle una foto. Se suele decir que, por el aspecto que le atribuyen, sería un ictiosaurio o, mejor aún, un plesiosaurio. Ambos tenían hábitos acuáticos, pero el primero sólo vivía en el mar.

Estas especies habitaron la zona que hoy conocemos como Patagonia, cuando el paisaje era muy distinto, y nos han dejado muchos fósiles. Hace tres años, un equipo mixto de investigadores argentinos y norteamericanos dio con el esqueleto fosilizado de un plesiosaurio en Cabo Lamb, muy cerca del extremo norte de la Península Antártica, y apenas unos meses atrás se descubrió otro en Chile.

Pero todas esas especies vivieron entre el Triásico y el Cretácico, y los lagos del Sur se formaron después de las glaciaciones, muchos millones de años después de que los dinosaurios se hubieran extinguido, y es casi imposible que alguno sobreviviera.

Los criptozoólogos suelen citar como prueba de su existencia a los mitos mapuches, que como los de cualquier cultura arcaica abundan en seres fabulosos, marinos, lacustres y fluviales. En su libro Seres mitológicos argentinos, el antropólogo Adolfo Colombres da cuenta de varios con nombres como Maripill, Nirribilo, caballo-culebra o zorro-víbora.

El favorito suele ser el llamado “Cuero vivo” (Lafquén-Trilque), conocido en Chile y en Neuquén. Sin embargo, se lo describe como una suerte de pulpo con el aspecto de un cuero vacuno, que vive en el lago; es difícil encontrarle parecido con un plesiosaurio.

La leyenda del plesiosaurio argentino nació a comienzos de 1922, cuando el director del Zoológico de Buenos Aires organizó una expedición para capturarlo y generó grandes expectativas en la opinión pública.

LA MANIA DEL PLESIOSAURIO

El italiano Clemente Onelli era un naturalista aficionado que conocía muy bien la Patagonia, porque había trabajado junto al perito Francisco P. Moreno, integrando la comisión que fijó los límites con Chile. Cuando Roca lo puso al frente de ese zoológico que había fundado el polígrafo Enrique L. Holmberg, Onelli logró convertirlo al poco tiempo en una atracción popular, y se atrevió a pensar en proyectos más ambiciosos.

Fue en esos días cuando un diario canadiense dio a conocer el avistamiento de un animal desconocido en el lago Nahuel Huapi. Un tal George Garret, empleado de una compañía norteamericana, recordaba haberlo visto en 1910 y recién se animaba a contarlo. El animal tenía unos siete metros de largo y un cuello muy largo que sacaba del agua.

En esos mismos días, Onelli recibió una carta de Chubut. Venía de otro yanqui, Martin Sheffield, que había comenzado su carrera como sheriff en Texas, y había andado por todo el Sur argentino buscando oro. Aunque la leyenda diga que había llegado allí siguiendo el rastro de Butch Cassidy y Sundance Kid, que vivían en la región desde 1894, mucho antes de que los legendarios bandidos se instalaran en Cholila.

Sheffield se había casado con una aborigen que le había dado doce hijos, y era conocido en la zona como “el cowboy-cacique”. Años antes había trabajado como baqueano para Onelli y Moreno, pero ahora se había afincado y se dedicaba a la ganadería.

En la carta que le envió a Onelli, Sheffield decía que había encontrado huellas de un animal de gran porte en un lugar hoy conocido como Laguna del Plesiosaurio, en la zona del lago Epuyén. En otra ocasión había llegado a verlo: tenía cuello largo y cabeza de cisne. Su cuerpo era de cocodrilo y nadaba como una tortuga.

En realidad, la laguna no reunía las condiciones mínimas para albergar un plesiosaurio. Tenía 300 metros de ancho y apenas cinco de profundidad. Hace pocos años, la anciana María Sheffield, última sobreviviente de la familia, reveló que cuando tenía ocho años ella y su hermano habían sido los primeros en ver al animal. Pero lo recordaba “cubierto de vello amarillento, echado en la orilla y bramando como una vaca”: nada que se pareciera a un lagarto.

PLESIOSAURIO, MEDIOS Y MERCADO

Onelli pareció tomarse muy en serio la carta, y se convenció de que Sheffield había visto un plesiosaurio. Escribió en La Nación que si bien parecía que las próximas elecciones eran el único tema que preocupaba a los argentinos, “esa noticia podía llegar a conmover a todos los sabios de la Tierra”.

Sin perder tiempo, la dirección del Zoológico se puso a organizar una expedición, y el anuncio mereció un editorial del mismo diario porteño. La noticia llegó tan lejos que sus ecos se escucharon en las páginas del The New York Times y hasta de Scientific American (www.scientificamerican.com). Los profesores yanquis que fueron consultados se mostraron un tanto escépticos, pero no dejaron de señalar que de existir el plesiosaurio de marras, eran ellos los que tenían que ir en su busca para exhibirlo en Nueva York.

Como Sheffield había sugerido embalsamar al animal, Caras y Caretas publicó una jocosa carta en la cual el monstruo pedía la protección del Dr. Albarracín, de la Sociedad Protectora de Animales. Poco después, la propia Sociedad elevó una protesta ante Onelli. El gobernador de Chubut también firmó una resolución que prohibía hacerle daño al animal.

Mientras tanto comenzaban a circular todas esas cosas que hoy llamaríamos merchandising. Había lapiceras sauriformes y cigarrillos marca Plesiosauro. D’Agostino y Morbidelli compusieron un tango en homenaje al fósil viviente. Un aviso de Piccardo contaba cómo los expedicionarios lograban capturar al monstruo con sólo invitarlo a fumar un cigarrillo 43. La expedición adoptó como sponsor a la editorial Atlántida y aceptó el dinero de los empleados del Telégrafo, que habían realizado una colecta.

LA EXPEDICION

Encabezado por el geógrafo Emilio Frey, el cuerpo expedicionario parecía la versión criolla del club de Tartarín de Tarascón, el pintoresco burgués cazador imaginado por Daudet. Contaba con dos expertos tiradores armados de rifles para elefantes, un veterano conocedor de la zona, varios baqueanos y dos periodistas, de La Nación y de Caras y Caretas.

Confirmando las peores sospechas de algunos, también iba un embalsamador profesional. La Nación informaba que los audaces exploradores iban equipados con botas, impermeables y un nutrido botiquín, que incluía una buena provisión de bicarbonato, para afrontar los peligros del cordero patagónico asado.

Cuando la expedición llegó a Bariloche fue recibida con un desfile de Carnaval dominado por un enorme dinosaurio de cartón. Del grupo original, sólo unos pocos llegaron hasta la laguna. Inspeccionaron concienzudamente sus alrededores, hurgaron y dinamitaron varios sitios, pero volvieron a Buenos Aires con las manos vacías, antes de que las primeras nevadas hicieran las cosas más difíciles.

Las explicaciones vinieron más tarde. Frey, que había encabezado la expedición, reconoció que seguía dudando de si el saurio existía realmente o bien todo había sido una broma. El propio Onelli confesó en una carta privada que se había visto obligado a recurrir a la historia del plesiosaurio con tal de despertar interés por la Patagonia. Hasta sugería que, buscando agua, algún día se podría encontrar petróleo.

EL MONSTRUO REBELDE

Pasaron diez años antes de que el plesiosaurio volviera a levantar cabeza. El responsable de su reaparición fue Liborio Justo (1902-2003), un escritor que había pasado buena parte de su juventud cazando ballenas en la Patagonia. A lo largo de su centenaria vida y de una evolución que lo llevó del marxismo al nacionalismo, Liborio usó los seudónimos “Lobodón Garra” y “Quebracho”.

Quizá necesitara dos identidades extra para pasar inadvertido, porque había puesto en serios aprietos a su padre (el general Justo) el día que, en una recepción oficial, le gritó “¡Muera el imperialismo!” al mismísimo Roosevelt.

Precisamente cuando su padre asumía la Presidencia, y con la firma “Lobodón Garra”, Justo (h) publicó La tierra maldita (1932), un libro de relatos de la estepa patagónica, algunos de los cuales serían clásicos del repertorio escolar. El nombre “Lobodón” aludía al Mylodon, un perezoso fósil que había sido estudiado por Darwin.

Uno de los cuentos se titulaba “El cuero” y narraba la persecución de un escurridizo dinosaurio, al cual los mapuches identificaban con el monstruo ancestral. A partir de entonces, las cosas se hicieron más confusas. Años más tarde, Bariloche se proclamó como el hogar de Nahuelito, de manera que el monstruo se mudó a Río Negro.

Como las leyendas de hoy se potencian en Internet, y el copy & paste no perdona, es posible ver que en muchos sitios, incluyendo algunas enciclopedias, se cuenta la historia del plesiosaurio de Onelli como si hubiera ocurrido no en Chubut sino en el Nahuel Huapi. En esto, Menem hizo escuela a la hora de confundirse de provincia.

MUTACIONES Y MUDANZAS

A pesar de que la primera observación “histórica” se había registrado a principios de siglo en el Nahuel Huapi, durante décadas el lago no volvió a dar señales de vida, pero desde los años ‘50 la leyenda se afincó en Bariloche, donde Nahuelito hasta posee un parque temático propio.

Hace más de medio siglo, la leyenda se enriqueció con ingredientes de ciencia ficción, de manera que el plesiosaurio adquirió características de Godzilla. De esos años data la construcción de un centro nuclear en la isla Huemul, cuando el austríaco Ronald Richter convenció a Perón de que podía lograr la fusión nuclear controlada y consiguió hacer escasear el cemento durante unos meses.

Como es sabido, el proyecto fue abandonado, pero desde entonces, y gracias al Instituto Balseiro (www.ib.edu.ar), la presencia de físicos en la zona fue permanente y no dejó de alimentar la paranoia de algunos. La imaginación popular, convenientemente fogoneada por los sensacionalistas, comenzó a especular que el famoso Nahuelito podía ser un mutante engendrado por la contaminación radioactiva, como el mejor de los monstruos japoneses.

En 1960, la Marina, que para entonces también andaba detrás de los ovnis, estuvo casi un mes en el lago, persiguiendo con su radar un bulto submarino, pero le perdió el contacto. Como a ninguna potencia enemiga en su sano juicio se le ocurriría transportar hasta Bariloche un submarino para espiar el fondo del lago, se hacía casi obligatorio pensar que el “Objeto Lacustre no Identificado” no era otra cosa que el famoso plesiosaurio.

La leyenda continúa. Cada tanto se dan a conocer nuevas fotos, que los diarios declaran haber recibido de autores no identificados, como pruebas de la presencia del (o los) monstruo(s). Se diría que el plesiosaurio se ha multiplicado, porque ahora también se lo ve en los lagos Huechulafquen y Mascardi; quizá pronto comience a asomarse en las piletas de natación. La competencia turística es feroz y cada municipio sueña con ser otra Capilla del Monte, la meca del turismo insólito.

Nadie se sorprenderá, pues, de que Susana Giménez pudiera lanzar su famosa pregunta por los dinosaurios vivos. La diva no era la primera ni la última en creer que había dinosaurios vivos en la Patagonia. Nadie pretende que una conductora de televisión, además de sonreír y atender el teléfono, tenga que saber algo de paleontología. En realidad, el fuerte de Susana es la defensa de los derechos humanos.

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martes, julio 14, 2009

ADIOS AL AMO


Hace csi un mes cerró uno de los mejores sitios de cultura pop de Chile, El Calabozo del Androide. Una lástima ya que era de los pocos espacios de fanáticos donde además del ñoñerío se discutía en serio acerca de la pasión por las viñetas. Sergio Alejandro Amira se despide del sitio y explica las razones de la baja en esta columna publicada originalmente en Mythica y TauZero.

Cambio de domicilio

El lunes 22 de Junio el Calabozo del Androide cerró sus puertas. Salvo una persona que escribió a TauZero preguntando porqué iba a parar allá cuando intentaba accesar el Calabozo nadie pareció darse por enterado, o finalmente y como bien me dijo un amigo anglófilo: no one gives a damn! Si el sitio está en línea, bien, si no está en línea, bien también. Y es mejor que sea así ya que mi intención al cerrar abruptamente y sin explicaciones el Calabozo era justamente evitar condolencias y toda esa palabrería de buena crianza que suele soltarse en momentos como estos, porque los lectores son consumidores y como bien se sabe, el consumidor nunca es fiel a un producto o a una empresa.
Ahora bien, el lector casual no tiene porqué saber qué era el Calabozo del Androide, o sobre cual me refiero ya que había unos cuantos por ahí (todos posteriores al mío). Pues bien, el Calabozo del Androide inició su vida como un ezine en Mayo del 2003 con el propósito de ser un ente difusor del cómic, en un principio como un allegado del fanzine Fobos y luego de TauZero para finalmente contar con su propio domino en calabozodelandroide.cl (pronto disponible para quién quiera adjudicárselo). Durante un tiempo el sitio Web sirvió el único propósito de albergar esos ezines, con el advenimiento del blog pasamos a ese formato a partir del 2006 dejando de lado los ezines salvo unos pocos especiales. El año de la consolidación sin lugar a dudas fue el 2008, el Calabozo alcanzó un promedio de 1500 visitas diarias, se convirtió en referente para varios otros sitios especializados, e incluso fui invitado a un par de programas de la tele, a uno acepté y al otro decliné cortésmente. ¿Porqué cerrar entonces? Quienes saben recomiendan retirarse en el mejor momento, en la cresta de la ola, antes que la entropía nos reclame y consuma totalmente. La respuesta a porqué cerré el Calabozo no esalgo simple de explicar y las razones son varias, aquí intentaré esbozar las dos principales.
Walk like you talk
, dicen los gringos, no sólo hay que serlo sino parecerlo decimos por acá. Se trata de ser consecuentes al fin y al cabo, uno no puede escribir que los cómics de superhéroes gringos han llegado a un límite de mediocridad y complacencia impresentable y seguir reseñándolos. Uno no puede decir que estos cómics son algo que debemos superar y dejar de lado si queremos crecer si no damos el ejemplo y esta es la primera razón por la cual cerré el Calabozo. Quienes hayan leído mi columna anterior sabrán de qué estoy hablando. La segunda razón tiene que ver con una película que vi de niño la cual no me gustó para nada y me aburrió muchísimo, pero que sin embargo recuerdo hasta el día de hoy. La película era Field of Dreams y en ella un granjero contra toda lógica construye un campo de baseball porque escucha una voz que insistentemente le dice: “si lo construyes, el vendrá”. Y tal como ocurría en aquel filme, al construir el Calabozo vino alguien, de hecho vinieron varias personas pero ninguna logró permanecer lo suficiente como para hacer del Calabozo algo tan suyo como mío. En algunas ocasiones intenté incorporar gente con opiniones y conocimientos valiosos invitándoles a escribir en el Calabozo argumentando derechamente que mi sitio tenía muchas más visitas que sus blogspots.com por lo que sus críticas, reseñas y comentarios serían vistos por muchos más lectores, pero al parecer el refrán que asegura que es mejor ser cabeza de ratón que cola de león es totalmente cierto. Es una opción válida que respeto, yo mismo me independicé de Fobos y TauZero por razones similares, la pregunta que cabe hacerse es que tan positiva es esta actitud en un contexto general o incluso, para el “bien común”. Me explico: como autores, escritores o artistas visuales interesados en el desarrollo del cómic nuestro primer deber tendría que estar con el “producto nacional”, con la consolidación de una industria chilena que nos permita contar nuestras historias como siempre hemos querido.

No vale la pena hablar del estado de nuestra industria, lo conocemos de sobra y podemos concordar que lo que necesitamos es unión y no dispersión. Más que mil blogs de gente criticando y pensado y haciendo cómics necesitamos centralizar, necesitamos algo como CBR o Newsarama. Eso era lo que yo pretendía que el Calabozo del Androide llegase a ser algún día pero ese día no llegaba pese a que las visitas subían y el ofrecimiento de avisadores se hacía presente. ¿Valía la pena seguir adelante así? ¿Valía la pena seguir dispersando energías y recursos?, ¿no sería mejor apoyar una iniciativa que sí estaba rindiendo frutos aunque no fuese “mía”? La respuesta a la que llegué fue que sí, que era hora de crecer, de madurar, de hundir el buque propio antes que naufrague y abordar un crucero que va con viento en popa pero que aún necesita remeros de brazos y convicciones fuertes. Tener un pie en Mythica y otro en el Calabozo era algo que me incomodaba, hoy puedo decir con tranquilidad y satisfacción que me he mudado a Mythica con camas y petacas y es aquí donde pretendo hacer y decir todo lo relativo a cómics de hoy en adelante.
¿Les parece que esta nota está muy onda actuario de notaría? ¿Un relato de sucesos frío que solo al final toma algo de vuelo? Pues sí, estoy comodamente insensible como en la canción de Pink Floyd, cuando uno ha pasado seis años invirtiendo tiempo y esfuerzo en lo que sea y debe por una razón u otra dejarlo ir o matarlo, una buena dosis de cinismo ayuda. La procesión, se lleva por dentro.


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