BAJO LA SOMBRA DE LA CRUZ GAMADA
Desde Philip K. Dick y Philip Roth hasta los cómic de Hellboy, la figura y la idea del III Reich ha fascinado a una veintena de autores. La recién publicada Preludio entre las Sombras de Eitan Melnick es una muestra latente de esta malvada atracción.
Hay algo fascinante en lo maligno. Porque seamos sinceros, sin bien en guerra y política no hay buenos ni malos; la idea de los nazis, del Führer, del III Reich, es por inconciente colectivo sinónimo de mal. No es un saco donde uno pueda (o deba) meter a todos los alemanes, incluso a los que simpatizaron con el régimen, pero los abusos y delitos cometidos bajo la sombra de la cruz gamada hacen que uno se sienta en todo derecho de apuntarlos con el dedo. O lo que es más interesante, convertirlos en personajes de las pesadillas y aventuras más descabelladas. Son nuestro imperio galáctico de la no ficción, nuestro Mordor de la historia del siglo XX y quien diga lo contrario se ha perdido de una buena dosis de cultura popular, desde Superman a los historietas de Hellboy, de Mike Mignola, un demonio traído al mundo por el esoterismo nazi para convertirse en un aventajado soldado de las SS, pero que sin embargo optó por el camino de los buenos.
Quien escribe esto, lo hace con conocimiento de causa; mal que mal, El Número Kaifman, novela que publiqué el año pasado, juega en este partido desde la mirada del thriller y la ciencia ficción pulp. Años antes y en un género distinto, Patagonia, de Sergio Gómez, caminó por similares senderos.Y la pelota está temporada la tomó Eitan Melnick con Preludio entre las Sombras, thriller que atrapa desde el primer capítulo, pero que enreda en su ambición. Hay un misterio, jerarcas nazis escondidos, una heroína bella e inteligente, una marejada de personajes freaks y una trama donde se mezcla el esoterismo con la música docta. Los ingredientes para un buen plato eran perfectos, sin embargo Melnick falló en los tiros al inyectar largas explicaciones musicales que no hacen más que espantar a quien sólo busca una buena novela para el verano, piscina en la que Preludio debiera haber nadado con buena ventaja.
Brujos nazis trayendo demonios y diseñando platillos voladores para dominar al mundo. Desde que Pauwels y Bergier publicaran El Retorno de los Brujos en 1960, nombres de supuestas sociedades secretas germanas como Vril y Thule han saltado de las películas de Indiana Jones a best seller de “divulgación” como Antártida 1947, del español Antonio Botaya; El Klan de Hiltler del argentino Pablo Allegritti, y Alianza Maléfica de Peter Lavenda, texto prologado por Norman Mailer y que tiene la particularidad de iniciar su relato en nuestra conocida Colonia Dignidad. Lavenda dedica, además, buena parte de sus casi 500 páginas a la figura de Miguel Serrano, concluyendo algo que al final es puro sentido común: ¿si lo alemanes poseían tan poderosa magia y aún más formidables maquinas, cómo fue que perdieron la guerra?
Y si la hubieran ganado. Al menos esa es la respuesta que se aparece en las páginas de El Hombre en el Castillo, de Philip K. Dick, tal vez la ucronía (realidad alternativa, what if?) nazi por excelencia. K.Dick es brillante a la hora de construir un retrofuturo donde leyes y tecnologías anacrónicas se van acumulando en una continuidad que los habitantes sienten no es real. Similar es la premisa que maneja Robert Harris en el best seller Fatherland, ambientado en unos años 60 donde el III Reich, gobernado por un anciano Adolf Hitler, rige los destinos de occidente, tras haber detonado un par de bombas atómicas frente a Nueva York en 1945, ocasionando la rendición norteamericana, que se extendió a posterior con tratados políticos y económicos. Bajo ese telón de fondo, Harris es arquitecto de una eficiente novela negra, que sin embargo pasa desapercibida ante lo atractivo del mundo que el autor propone.
En Presencia de mis Enemigos de Harry Turtledove, parte de una base prácticamente idéntica a la de Harris, pero sitúa al Reich victorioso en pleno siglo XXI, donde revoluciones internas van desmoronando las victorias conseguidas un siglo antes. Turtledove es más ambicioso que su colega, En Presencia es una obra de ficción política y como tal resulta bastante reflexiva acerca de nuestra propia realidad. Un libro que es harto más de lo que aparenta y que finalmente emerge más cerca de La Conjura contra América, de Philip Roth que de Fatherland. Si bien, en el caso de Roth, éste no construye un universo con Hitler dominante, si responde al que hubiese pasado si un presidente simpatizante del régimen nazi –en el libro Charles Lindbergh- hubiera tomado el poder en los Estados Unidos de los años 40. La ucronía en este caso se hace especialmente real y terrible al estar narrada desde el punto de vista de un niño judío que observa como las instituciones que lo han protegido se vuelven repentinamente en su contra. Un enemigo interno, como el que tal vez acabó con Hitler en las páginas del mundo real.
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